ALEXIS MORALES-CALES
Comienzo por una petición. Los que estén de acuerdo con lo que voy a decir, pasen la voz. El cólera está arrasando en Haití. A pocos les importan los muertos por cólera en un país de negros pobres.
El cólera está avanzando en Santo Domingo y hay un alerta de salud en ese país, incluso llamados urgentes para controlarlo antes de que se propague como en Haití.
Los prejuicios les ponen gríngolas a los puertorriqueños para que no vean más allá del Canal de La Mona. En los medios locales, los dominicanos y haitianos no son noticia hasta que hay un naufragio con docenas de muertes. Los vivos y los que se quedan en su país no son noticia.
Voy contra la corriente y me adelanto a lo que pudiera ser noticia en el futuro cercano. El cólera, si no se detiene en Haití y Santo Domingo, cruzará el Canal de La Mona. Vamos a demarcar lo que podría ser la ruta del cólera en la Isla.
Basta con un solo extranjero viajero de las yolas que venga contagiado para iniciar la emergencia. Los empresarios de los viajes saben eso. Por tal razón, los capitanes de yola y ayudantes vigilan cualquier síntoma y a la menor sospecha de contagio, el viajero afectado es tirado vivo en medio del mar.
Eso no garantiza que el resto esté sano, pero deja el riesgo para los que viven en la costa oeste cuando desembarquen los viajeros ilegales. Una vez en Puerto Rico, hay dos rutas para el cólera. Una es por la número 2 y el Expreso de Diego hasta Barrio Obrero y Río Piedras.
El cólera puede venir como parte de los pasajeros en los vehículos contratados para esos fines. Al llegar a la zona metro, el riesgo inicial se concentra en las comunidades donde se ubican los extranjeros indocumentados. No hay forma de saber cuántos han sido contagiados o serán contagiados. Para efectos de las autoridades locales, esos habitantes no habitan. O sea, no hay registro de su existencia, y por lo tanto nadie se entera de que dejaron de existir. ¿Y qué pasa con los cadáveres? Para que no se vea como especulación sobre el futuro, voy a hablar de hechos pasados.
En 1987 hubo dos grandes brotes de enfermedades bacterianas en las colindancias de Yauco, Maricao, Lares y Adjuntas. En un brote reportado en Yauco en verano del 87, se contagiaron 700 vecinos de barrios de Yauco. El entonces Epidemiólogo del Estado, Johnny Rullán, encontró la causa en el Acueducto Rancheras.
Poco después, en agosto de 1987, hubo un brote más grande y devastador que afectó 1,200 personas. En ese caso el mismo Rullán halló la causa en el Acueducto Indiera, entre Yauco y Lares. La causa de los brotes eran las bacterias Shiguella e Ictericia Colli, presentes en los acueductos. ¿Cómo fue posible una infección de tal magnitud en acueductos de la AAA? El informe de Johnny Rullán evidenció una falla de la agencia. Para ahorrar en nómina, la AAA no cubría el tercer turno de los acueductos, de 11 pm a 7 am.
Durante ese tiempo, los acueductos funcionaban en forma automática, sin un técnico vigilando el funcionamiento. Durante unos apagones, los acueductos dejaron de funcionar, apagando las plantas de filtración que purifican el agua. Eso le dio paso a las aguas crudas en ruta a las tuberías que suplen a los hogares. Eso explica la causa de la presencia bacteriana en los acueductos. Pero llevaba a otra interrogante. ¿Qué producía esa proliferación de bacterias peligrosas en una zona tradicionalmente de aguas puras? La respuesta nos lleva de nuevo al principio de esta nota.
Un reportaje especial de la agencia de noticias EFE, escrito por el periodista José ‘Pepén’ Fernández, revelaba una realidad oculta. El gobierno había anunciado una cosecha récord de café. Se le atribuía esa cosecha al duro trabajo de manos puertorriqueñas. Era cierto que hubo una cosecha récord. Lo que no era cierto era lo de las manos puertorriqueñas.
Eran manos dominicanas, haitianas, colombianas, y hasta chinas y coreanas. Los mercaderes de las yolas ilegales aprovecharon la necesidad de mano de obra de los agricultores de las montañas, y les ofrecían esa mano de obra muy efectiva a cambio de unos pagos a base de tarifas establecidas en Santo Domingo.
La agencia EFE no se limitó a dar esos datos, sino que los evidenció. Los periodistas Pepén Fernández y Agustín Muñoz,de la agencia EFE, al igual que Néstor Figueroa Lugo del periódico EL MUNDO, destaparon otra realidad oculta: el Servicio de Inmigración y Naturalización Federal (SIN) confirmó que tenían registrados unos ocho mil (8,000) obreros extranjeros trabajando en las fincas entre los pueblos de Yauco, Lares, Maricao, Las Marías y Adjuntas.
Advirtió el SIN que esa cifra se refería a obreros extranjeros registrados, amparados por la Ley Simpson – Rodino, que por un tiempo permitió a extranjeros trabajar en la agricultura mientras gestionaban la residencia. La cifra total podría ser de 12 mil o más. ¿Y qué tiene que ver eso con la salud? Pues que la entrada de las enfermedades bacterianas del sistema digestivo se ubicó en esas comunidades de extranjeros que llegaron en forma ilegal. Estos vivían desprovistos de toda forma de higiene comunal, y sin servicios de salud a su alcance. Y como cada respuesta genera más preguntas, la siguiente fue: ¿cuántas muertes no registradas ocurrieron entre los obreros extranjeros? La respuesta la dieron los mismos periodistas y agencias noticiosas.
Los reportajes posteriores revelaron la existencia de cementerios clandestinos para obreros ilegales. Las agencias de noticias y periodistas mencionados, el periódico EL VOCERO y la emisora WEUC FM informaron sobre tales cementerios. Que para no dejar lugar a dudas, fueron confirmados por fuentes policíacas a la prensa.
Esto nos lleva de nuevo a los extranjeros llegados a la zona metro. Como no existen para las agencias, tampoco dejan de existir. Nadie preguntará dónde están enterrados, y ninguna agencia realizará una búsqueda. Y el problema no es de tipo policíaco, es de salud. Un brote de cólera que llegue vía Haití – Santo Domingo – Canal de la Mona, no se quedaría confinado a comunidades de indocumentados. De allí pasaría al resto de la población isleña. Y esto nos lleva a una segunda ruta del cólera.
En 2008, el Ingeniero Carl Soderberg, entonces director del Caribe de la EPA, alertó sobre unos 250 acueductos comunales no conectados al sistema de la AAA, y de los cuales una mayoría no tenía un plan seguro para procesar el agua. Una vez la bacteria Vibro – Cholerae invada esos 250 acueductos comunales, ubicados mayormente en las zonas rurales, la propagación se acelerará.
Lo aquí expresado no es una especulación ni una conjetura. No es lo que podría ser. Es lo que ya es realidad en Haití y Santo Domingo, y amenaza con ser la realidad de Puerto Rico si no se atiende desde ahora. Secretario de Salud, está advertido.

Por favor: shigella y escherichia (no ictericia, que es otra cosa) coli. El problema es que ocurrió un gran contagio en 1987 ¿y? ¿Dónde andan esas grandiosas agencias federales que vigilan nuestras costas, y protegen nuestra seguridad y salud? A ver qué dirá Mellado, tan dispuesto a amputar miembros en Haití y tan calladito ante las aseguradoras, farmacéuticas y demás monstruos de la ¿salud?
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