José Bernard Sánchez
Existen ocupaciones que producen grandes niveles de arrogancia. Los abogados por ejemplo, opinan que conocer las leyes les brinda un poder supremo y que pueden opinar de todo.
Los médicos creen que poseen la llave entre la vida y la muerte y caminan con aire de superioridad. Sin embargo, ninguna profesión posee el nivel de arrogancia que exhiben los periodistas de la prensa escrita o televisada.
Es muy difícil que uno de los medios o uno de sus empleados se retracte o admita que ha cometido un error.
En nuestra nación no existe la cacareada libertad de prensa. Sí pudiera haber algo de “libertad de expresión”. Lo que sí existe es la libertad de “medios”. Todo aquel que tenga los recur$o$ puede establecer o comprar un periódico, radio o TV. Y todo aquel que trabaje en este medio se debe a las normas, disciplina y criterio de la organización para quien trabaja. Y esto no es raro. Pues también considero que uno debe de respetar, y después de no perder la integridad y honor personal, debe ser lo más fiel posible para la organización para quien trabaja. Pues para eso se le paga. Para que produzca y vele por los intereses. Pero, dado a la “imparcialidad” que debe permear a todo periodista, este debe conocer todos los ángulos de las situaciones que surgen en el medio que le rodea.
En nuestros tiempos ha surgido el clientelismo y/o payoleo periodístico. Muchos periodistas y los llamados «analistas» venden sus servicios. Y muchos son patrocinados por comercios, partidos o instituciones con agendas particulares.
