Lcda. Yolanda Rodríguez Torres
Ex Juez
El concierto de Bad Bunny, transmitido ayer por televisión, me dejó extenuada, cansada y no concilié el sueño, esto sin haberlo visto ni escuchado.
¿Por qué mi reacción? Por varias razones. El canal de televisión que transmitiría el concierto utilizó el noticiero de horario estelar para la promoción.
El noticiero se convirtió en vez de un medio de información en un espectáculo, por supuesto para ganar rating. Yo jamás había visto algo igual. No era un telenoticiario, era un show.
Es más alarmante y contradictorio que mientras pudieran ocupar su espacio en el análisis del caso de la niña autista de 13 años que fue abusada por su padrastro y embarazada, por otro lado idolatran al Conejo Malo, que glorifica la sexualización de la mujer de una manera flagrantemente agresiva.
Para poder escoger si veía el concierto por televisión, me apresté a escuchar dos de sus canciones para finalmente decidir si me sumaria a la masa que ayer disfrutó del concierto de distintas maneras.
Descubrí que las dos canciones que vi por YouTube son una invitación puramente al sexo con la mujer, cuyo rol es muy pasivo en sus canciones.
Pero la más que me llamó la atención fue la titulada “Titi me preguntó”, la cual hace referencia a que si su tía le pregunta si tiene muchas novias. Lenguaje puramente machista. Prácticamente Bad Bunny balbucea que sí tiene infinidad de novias y en un momento dice que todas las boricuas son suyas.
No olvidemos que parte de nuestra cultura machista se fundamenta en la costumbre patriarcal de decirle a los niños que tienen que tener muchas novias en la escuela. Eso presenta un reflejo de que el hombre puede tener cuantas novias pueda a su antojo y las mujeres no.
Con este artículo de opinión no responsabilizo al género urbano de los problemas de violencia contra la mujer, pero no podemos olvidar que las relaciones de pareja, son relaciones de poder de quien domina al otro.
La música siempre ha sido un preludio en las relaciones amorosas con letras sugestivas y que dan paso al disfrute de las mismas.
Sin embargo, con Bad Bunny no hay preludio, son letras alusivas al sexo duro, fuerte y sin tapujos.
No sé cómo un joven que escucha reguetón o trap puede enamorar a una joven con letras que aluden a sexo tan violento. No tengo explicación.
Que conste que mi problema no es con el personaje Bad Bunny, sino con sus canciones. Y es que vivimos un mundo de espectáculos y de poca esencia. Parece que perdimos un poco la batalla y la mediocridad y banalizacion se imponen, gracias a la insistencia en espectacularizar la cultura.
De otra parte, de visita el jueves en el Municipio de Barranquitas y saliendo de un restaurante, escuché a un hombre y una mujer, ambos de sobre 60 años de edad, hablando sobre el acontecimiento de una pantalla en la plaza de de recreo donde el pueblo disfrutaría del show de Benito. El señor estaba un poco incómodo por tal suceso. Me sorprendió la respuesta de la señora: “Hay que ir a ver el concierto porque en este pueblo nunca pasa nada y no hay actividades para distraerse”.
Y así la propaganda masiva se apodera y cautiva al espectador porque eso es lo único que tienen las personas en su entorno para distraerse. Así nos acostumbramos y eventualmente así, como el
Conejo Malo, actuaremos.
No hay duda de que será un antes y un después del concierto de Bad Bunny. Que mientras disfrutan y se enajenan con su música, se olvida por ese instante que empezamos una recesión económica, que la Junta de Control Fiscal es quien gobierna al país, que los números de maltrato infantil se dispararon post pandemia, que las escuelas de derecho están graduando estudiantes que no aprueban la reválida y que bajaron la curva para graduar estudiantes que académicamente no dan el grado.
En fin, que mientras todo eso pasa en nuestro País, seguiremos con el espectáculo de “Un Verano sin ti”.
Piénselo.
