Periodista Alexis Morales Cales
La moralidad puede incidir en la salud, pero no es factor único. La Biblia había explicado los efectos de la conducta desenfrenada en lo que al sexo se refiere. La Biblia hasta detalló síntomas de enfermedades de transmisión sexual. Sin limitarse a la homosexualidad, en el antiguo Israel se advertía sobre todo lo que fuera actividad sexual desenfrenada. Esos principios de salud antiguos siguen aplicando. Pero esos principios no se limitaban tampoco al libertinaje sexual. Iba a la raíz de la salubridad: la limpieza y medidas de disposición de desperdicios. Quiere decir, que en la Biblia la moralidad está atada a la limpieza. Entendamos eso antes de ver el resto de la información. La falta de limpieza fue el comienzo de grandes epidemias de la historia. La pandemia de peste bubónica de la Edad Media es una muestra. La falta de higiene era lo común, especialmente en las ciudades y en la nobleza y la aristocracia. La gente de la clase alta se bañaba una vez al año. Usaban perfumes para esconder su olor natural. Los fastuosos palacios tenían patios llenos de excremento y otros desperdicios. Ese ambiente propició la multiplicación de roedores y otras sabandijas. Qué mejor preparación para crear una epidemia. Los roedores y otras especies de sabandijas portaban las bacterias y virus generados por las ciudades porquerizas. Esos roedores mordían a otros animales y a humanos, iniciando las epidemias y pandemias. Podemos mencionar entre estas: peste bubónica, cólera y viruela.
A esa puercada aristocrática se le añade la depravación propia del Imperio Romano y que llevó a este a su desaparición. Ya para el primer siglo y en tiempos de Cristo, los emperadores y sus asociados llevaban una vida nada de ejemplar. La bisexualidad y las orgías eran la rutina entre los gobernantes y las familias dominantes. Llegando a los extremos de la esclavitud sexual de hombres, mujeres y sin perdonar los niños de ambos sexos. Calígula es el nombre más mencionado en esas historias macabras de sexo, pero no el único. Nerón le siguió los pasos. Es notable el hecho de que mientras los cristianos originales, seguidores de la enseñanza pura de Cristo y los apóstoles, se mantuvieron firmes en sus principios, la degeneración tuvo un muro de contención en ciertas áreas del imperio. Pero una vez los cristianos comenzaron a mezclarse con el grupo social dominante, adoptaron las mismas malas prácticas y depravación, con lo cual su título de cristianos era una mera formalidad. Esos cristianos deformados adoptaron como suyas festividades como las Saturnales, a la que pusieron el nombre de Navidad. Lo mismo con las Lupercalias, a las cuales disfrazaron con celebraciones como San Valentín y los carnavales. Tanto en las Saturnales como en las Lupercalias se celebraban parrandas llenas de orgías y borracheras, igual que ahora en las navidades. Esa degeneración y abandono de los principios cristianos abonó a la decadencia del Imperio Romano.
Como consecuencia natural de esa depravación se produjeron grandes epidemias y pandemias. Apenas 50 años después de la muerte del último apóstol, surgió la llamada PESTE ANTONINA. Los síntomas de los contagiados eran vómitos, diarrea, fiebre y úlceras que cubrían todo el cuerpo, incluso la garganta y los pulmones. Podría haber sido una condición antepasada de la llamada «viruela del mono.” Algunos historiadores caen en el prejuicio de señalar a los homosexuales del Imperio Romano como los originadores del mal. Los investigadores más objetivos entienden que hubo muchas víctimas de esclavitud sexual contagiadas por sus amos de la nobleza romana. La trata humana de la antigüedad fue la raíz de la PESTE ANTONINA, la pandemia del siglo II E.C. Es fácil culpar a los homosexuales para esconder los verdaderos culpables de una pandemia que causó 5 millones de muertes en un planeta con 250 millones de habitantes. Dentro del mismo Imperio Romano se produjo, siglo y medio más tarde, la Peste de Cipriano, nombrada así por un obispo del Mediterráneo. Y no es que Cipriano apestara, ni que hubiera originado la peste. El obispo Cipriano fue quien identificó y documentó esa enfermedad que llegó a ser una pandemia. No hubo cifras exactas, excepto en la ciudad de Alejandría, Egipto, donde se registró la muerte del 60% de la población. Por los síntomas, se sospecha que fue un virus mutante antepasado de la Influenza Española y el Covid. La Pandemia de la Peste de Cipriano arrasó los países del Imperio Romano entre el Mediterráneo y Asia Menor.
Durante los siguientes siglos se desarrollaron más epidemias y pandemias, mayormente originadas por la falta de higiene, creando un hábitat ideal para las ratas y otros portadores de enfermedades. Cuando se señale a los homosexuales como los culpables, recordemos a los responsables de la falta de higiene, las clases dominantes. En el próximo post explicaré la semejanza entre aquella época antigua y la sociedad actual con la viruela del mono.
