Antonio Camacho
La euforia y el temor inundan los corazones con el triunfo de Gustavo Petro en Colombia. Colombia la amiga más fiel e incondicional de Estados Unidos en la región y la que le ha permitido plantar en su territorio ocho bases militares,será gobernada por un exguerrillero de izquierda y una activista afrodescendiente, amenaza inconcebible a la hegemonía de la geopolítica imperial en la región y de sus ejecutorias de contención contra el chavismo venezolano.
Nacido en la Ciénaga de Oro de Córdoba, Gustavo Francisco Petro, ambientalista, economista, fundador del movimiento político Colombia Humana y líder de la Coalición política Pacto Histórico, luego de una arduacarrera, se ha convertido en el presidente de la república.Triunfo que rompe con el inmovilismo en uno de los paísesmás conservadores y reaccionarios del continente, lo que ha despertado sueños, inquietudes, temores y esperanzas en muchos sectores de nuestros pueblos. “¡Otro golpe mortal a la hegemonía norteamericana!”, gritan unos. “¡La integración latinoamericana está más cerca! ¡Poder para el pueblo!”, gritan otros. La derecha, por otro lado, se alarma por la amenaza del comunismo, de un comunismo fantasmagórico. Ya se escuchan los lamentos insidiosos de Vargas Llosa, defensor acérrimo del neoliberalismo y vocero de las oligarquías mundiales, promoviendo solapadamente el golpe de estado, “Los colombianos han votado mal… La victoria de Petro es un accidente enmendable y corregible en el futuro más inmediato”, grita rabioso.
Colombia es un país con una población sobre 52 millones de habitantes, una envidiable posición geográfica con salida a dos océanos -Pacífico y Atlántico-, gran diversidad biológica, fabulosos recursos hídricos y sumamente rico en tierra fértil, minerales y otros recursos naturales. En contraposición, es el país, políticamente hablando, más retrógrado del continente, con unas oligarquías opuestas al más mínimo cambio. Tiene 5 millones de desplazados, una inflación que según datos oficiales sobrepasa el 9%, un desempleo sobre 13% y donde existen unos 20 millones de personas que apenas pueden sobrevivir con sus escasos recursos, mientras dos mil familias acaparan el 90% de la tierra cultivable –9 millones de hectáreas de 10–. Dos milfamilias que no solamente acaparan la tierra, sino que también son dueños de bancos, gran parte de la industria, explotación minera y, que además, cuentan con sus propias fuerzas paramilitares y tienen las manos metidas en el narcotráfico, la aduana, en las fuerzas armadas nacionales, tribunales y en el aparato gubernamental.
Ante semejante cuadro, no se necesita hacer un gran ejercicio mental para explicar el origen de tanta actividad guerrillera en suelo colombiano, de la proliferación de los paramilitares, el sicariato y asesinato de cientos de exguerrilleros y líderes comunales. Tampoco de la represión que sufre el pueblo por parte de los cuerpos policiacos del Estado, los falsos positivos y las matanzas indiscriminadas que comete el ejército contra el campesinado; menos nos puede sorprender todo ese malestar social que se manifestó en las masivas protestasque inundaron las calles de Bogotá y que estuvieron a punto de terminar en una guerra civil. Sólo en el mes de mayo de 2021 fueron asesinadas 46 personas, la mayoríamanifestantes.
Es importante percatarse que en momentos cruciales de gran efervescencia social en que la gente inunda las calles demandando mejores condiciones de vida y, por consiguiente, aumenta la represión y los ánimos se caldean al extremo de que se pueda desatar una guerra civil, los líderes religiosos, psicólogos y estrategas sociales de la clase dominante, con el fin de que a mediano plazo todo quede como antes o casi como antes sin que se graven los grandes intereses, planifican y despliegan diferentes mecanismos para amortiguar y desplazar el descontento social hacia la esperanza de un cambio político real o ficticio. Esto explica, en gran medida el porqué, los pueblosen la inmensa mayoría de los casos luego de gobiernos de izquierda, alicaídos, vuelven a elegir gobiernos de derecha. Eso es si las oligarquías dominantes, con la dirección de la embajada, no los tumban antes con duros o blandos golpes de estado.
Tomemos algunos de los muchos casos que podríamos citarcomo ejemplos:
1. Las grandes manifestaciones violentas en Grecia de 2010 como reacción a los recortes salariales y a las pensiones y,posteriormente, el triunfo en las elecciones de Alexis Tsipras líder de la coalición de Izquierda Radical(ZYRIZA). La izquierda tomó el gobierno, el pueblo se tranquilizó y Tsipras terminó aceptando todas las condiciones que le impuso la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional incluyendo el que se gravaran las pensiones de los jubilados y se recortaran los salarios. Los miembros de la coalición que se opusieron fueron expulsados o tuvieron que renunciar como fue el caso del economista Yanis Varoufakis. En 2019 el pueblo derrotado y humillado optó por elegir el gobierno derechista y neofascista de Kyriakos Mitsotakis.
2. Las violentas manifestaciones de protesta en Perú durante la crisis política de 2014 al 2020 y el triunfo del “marxista” José Pedro Castillo Terrones en julio 2021.Aunque la oposición no lo ha dejado gobernar, su nombramiento ha servido de amortiguador del descontento general en el país.
3. En Uruguay luego de las grandes protestas de 2008 y 2009 en que fue elegido como presidente el exguerrillero José Alberto Mujica Cordano del Movimiento de Participación Popular, el pueblo se tranquilizó. Después de cinco años de gobierno la gente desilusionada, al no ver ningún cambio real en sus vidas, eligió al derechista Luis Alberto Aparicio Lacalle Pou del Partido Nacional.
4. El ejemplo más dramático fue el de Lenin Moreno en Ecuador. Se hizo pasar por izquierdista, se ganó las simpatías de Rafael Correa hasta el extremo de que el Presidente lo paseaba en la silla de ruedas. Tomó el poder,se viró contra el pueblo y favoreció los grandes intereses.Luego el pueblo confundido eligió otro derechista, a Guillermo Alberto Santiago Lasso Mendoza.
No entran en esta categoría Cuba y Nicaragua donde hubo revoluciones armadas ni Venezuela donde el chavismo contaba con mucha lealtad entre los militares.
En todos los casos citados y en muchos otros, que por cuestiones de espacio no mencionamos, concurren una serie de factores que se repiten, como son la explosión del descontento social, peligro de una desestabilización del país o de guerra civil, surgimiento de un líder populista, una mengua significativa de los ataques de la prensa mediáticaen su contra, su triunfo con una minoría parlamentaria, amansamiento del pueblo con la transición del descontento a la esperanza, la incapacidad del gobierno elegido depoder hacer cambios fundamentales y, si no lo deponen o le cuelan un impostor como colaron a Lenin Moreno en Ecuador, desmoralización de la gente y reelección de un gobierno de derecha.
En Colombia, el problema fundamental es la tenencia de tierras. De una manera u otra, todos los demás problemas, incluyendo la extrema pobreza y el narcotráfico con los sembradíos de amapola, están ligados a él, y no hay manera de lidiar con el mismo sin una ley de expropiación de tierras. Sin embargo, Petro, por temor a terminar baleado como Jorge Eliécer Gaitán, firmó una documento en que se comprometía a no hacer ninguna expropiación de tierras –no es pura casualidad que estas elecciones hayan sido una de las más pacíficas en la historia de Colombia–. Tampoco debe extrañarnos el porqué el senador Armando Benedetti, muy cercano a Gustavo Petro y pieza fundamental en su elección, aseguró que “cualquier acuerdo nacional tiene que comenzar con un contacto con el expresidente Álvaro Uribe Vélez”, elemento ultra derechista y miembros del club de los grandes terratenientes.
La victoria de Petro en Colombia, sin lugar a duda, es ungolpe contra el modelo neoliberal, cambia el mapa político regional y marca el debilitamiento y posterior pérdida depoder de las oligarquías anquilosadas y enemigas del cambio en nuestro continente. La Coalición Política Pacto Histórico, sin embargo, no tiene mayoría en el Congreso, por lo que depende de partidos que no la acompañaron en su campaña para que se aprueben sus proyectos. Lo que significa que necesita del respaldo de representantes de las oligarquías. ¿Logrará Petro hacer las alianzas necesariaspara poder gobernar o le harán la vida imposible para que no gobierne? ¿Qué hará el imperio, qué harán las oligarquías, qué hará el pueblo si se siente engañado, dónde desembocará la esperanza? No lo sabemos, pero conocemos el dilema; la inmensa mayoría de la población, particularmente esos 20 millones de indigentes, nunca logrará sus aspiraciones de una mejor vida por medio de la democracia representativa y sus políticas reformistas aunque vengan vestidas de populismo. Se necesita algo más, mucho más…
