(Nota del Editor: tercero de una serie de cuatro artículos de opinión exclusivos para Prensa sin censura.)
Autor: Antonio Camacho
Estados Unidos está entre la espada y la pared. Por una parte, el eje económico mundial se ha desplazado de los países occidentales a los euroasiáticos. China y Rusia lideran el cambio de paradigma, mientras que el desarrollo industrial y agrícola de la India se acelera vertiginosamente.
En Eurasia se concentran 2/3 partes de la población mundial y un 60 por ciento de la riqueza. Por otra parte, Estados Unidos necesita de una economía en constante crecimiento para poder sostener la deuda y, por tanto, al dólar como divisa internacional; sin embargo, su economía sigue estancada y en muchas áreas rezagada respecto a China.
El crecimiento económico chino, construido sobre nuevas tecnologías, nuevos métodos de producción y distribución, innovadoras relaciones internacionales y, sobre todo, de los bajos salarios que reciben las masas trabajadoras, tiene un efecto demoledor en la cuota de participación de Estados Unidos en las inversiones y en el comercio mundial y, por ende, en su influencia geopolítica.
Para encubrir esta situación y preservar la solidez aparente del dólar, la Reserva Federal manipula su cotización en los mercados mundiales comprando o vendiendo la moneda, con el resultado de que el poder adquisitivo del dólar es mucho mayor a nivel internacional que a nivel nacional. Discordancia que hace que se encarezcan mucho más las importaciones en Estados Unidos y que en un momento inflacionario como el actual, se dispare aún más la inflación.
Para controlar la inflación, los gobiernos toman las siguientes medidas: aumentan los intereses bancarios, imponen más y mayores contribuciones, disminuyen los gastos gubernamentales y congelan los salarios.
Históricamente la Reserva Federal aumenta el por ciento de interés que carga por el dinero que presta a los bancos, o sea el Fund Rate, antes de que la inflación sobrepase el tres por ciento. En el momento de escribir este artículo está en un 7.5 por ciento y aún la Reserva Federal no ha tomado acción. Esto tiene una razón de ser. Generalmente la inflación surge en situaciones donde existe el pleno empleo en una economía en constante crecimiento.
Ese no es el caso de Estados Unidos donde hay un alto desempleo y la economía sigue estancada. Ante esta situación aumentar el Fund Rate sería contraproducente ya que contraería mucho más la economía y podría ser el detonante de la burbuja de los mercados de valores, la burbuja inmobiliaria, la del salario mínimo, la de las deudas municipales y la de los prestamos estudiantiles.
¿Podrá el gobierno estadounidense parar la inflación aumentando las contribuciones? Con el poder que tienen los súper ricos, es casi imposible que le graven las ganancias, y en una economía de consumo, como la de Estados Unidos, imponerles contribuciones a las clases medias y medias bajas encarecería mucho más el costo de vida, por consiguiente, se dispararían los niveles de pobreza.
¿Podrá parar la inflación disminuyendo los gastos gubernamentales? Es imposible disminuir los gastos gubernamentales sin que se afecte el consumo. Los servicios y la posición del dólar como divisa de intercambio internacional también se verían afectados. La súper deuda de la Metrópolis necesita de los gastos gubernamentales como los seres vivos del oxígeno.
El dólar como divisa perdería su razón de ser si Estados Unidos dejara de acaparar gran parte de las exportaciones mundiales, o sea, necesita consumir para proyectarle validez a su moneda. Pero ojo, una cosa es fomentar el consumo interno que drena el bolsillo del ciudadano y genera ingresos por concepto de arbitrios, y por tanto, amortigua la inflación y otra, la inversión interna que pone más dinero en el bolsillo del ciudadano y por consiguiente, incrementa la inflación.
Esto explica la rápida aprobación por parte del Congreso de proyectos de ayuda militar a otros países y su resistencia a inyectarle billones de dólares a la construcción, reparación y mantenimiento de la infraestructura interna nacional. Estas asignaciones incrementarían aún más la inflación.
¿Podrá parar la inflación congelando el salario mínimo? La soga parte por lo más débil; congelan y gravan los salarios de los trabajadores, pero las ganancias de los patronos se acrecientan y son intocables. Desde la década de los 60 del siglo pasado, el peso de la inflación la ha llevado sobre la espalda la clase trabajadora. Desde entonces, se ha mantenido el salario mínimo con muy pocas alteraciones. Hoy el trabajador, en términos reales, es más pobre que el trabajador de 1960.
Cuándo un Pierluisi con un sueldo de $75.00 mensuales, viajes, dietas, ropa y vivienda gratis, ante las demandas de los trabajadores de que se mejoren sus salarios de hambre, les despepita que su vocación es ser empleados públicos y que si no les gusta que renuncien, ¿qué implica? Implica que son los trabajadores, según él, los que están obligados a llevar sobre sus hombros la carga económica, no ellos, los patronos, los ricos.
En una economía estable cuando existe el pleno empleo, como ya mencionamos, los salarios se regulan por oferta y demanda. Naturalmente, en un periodo inflacionario donde no existe el pleno empleo, aumentar los salarios es echarle combustible a la inflación. Razón por la cual el Congreso se niega a aumentar el salario mínimo federal.
Sin embargo, en el año 2021 en la metrópolis, unos 47.4 millones de empleados abandonaron voluntariamente sus empleos. Gran número en busca de empleos mejor remunerados. La situación fue tal que los patronos se vieron obligados a aumentar los salarios en sus ofertas de empleo para atraer a los trabajadores.
En la práctica, contrario a las políticas gubernamentales, se ha dado un incremento del salario que a mediano plazo tiene un efecto en el incremento de la inflación, que a la vez, en forma de espiral arrastrará a los obreros a tirarse a la calle a exigir nuevos aumentos.
Pendiente mañana al cuarto y último artículo de esta serie exclusiva para Prensa sin censura.
