Bajacú Ramce
Fuimos a uno de nuestros lugares sagrados de la comunidad de mi familia del Barrio Mameyes, La Barrigona, cuyo acceso por la vía estatal PR-990 está secuestrado por la YMCA y los arrendatarios de sus predios, Yunglequi.
Pagamos los $5 por estacionarnos a pesar de los conflictos que hemos expresado de privatización ilegal, aunque el problema no está en pagar $5 por un estacionamiento seguro y facilidades de baño y posiblemente limpieza de predios, sino en imponer un portón ilegal o anti comunidad sobre la vía estatal, prohibir el acceso al río de las comunidades aunque bajen caminando y ser enemigos de estas, determinando un horario (hasta las 2:30pm) para estar en el río (la única manera de poder acceder es a través de su estacionamiento o caminando por la carretera) y que te dicten que no puedes llevar ni un bolso para la merienda porque hay gente que tira basura y su espacio es más bien para grupos de turistas que van cada 30 minutos aproximadamente y no necesitan comer nada.
Llegamos. Disfrutamos hasta que comenzaron a llegar los grupos turistas de 20 personas en adelante cuyo fin es tirarse de una parte alta y de una soca a la charca. Allí el guía turístico nos ve y nos dice: «Bienvenidos». Sentí que me orinaron los pies.
Vimos varios San Pedrito junto a la abuela Ceiba a quien dimos nuestros saludos. Recogimos un pañal sucio que alguien dejó, intentamos liberar a un pez de una gomita que se le quedó atorada en el cuello pero no pudimos (era muy escurridizo) y nos aseguramos de no dejar rastro.
Decidimos trasladarnos a otra charca por unas veredas, algunas de estas evidentemente eran quebradas que hoy están secas pues tienen toda la estructura. Entre esos predios nos movimos. Hay muchas zonas de dominio público allí, pues es un sistema fluvial todo entre la carretera y el río, y el río necesita del bosque.
Llegamos a la charca donde mi papá aprendió a nadar. Su emoción era digna de atestiguar. Mencionó cómo extrañaba ese lugar.
Al regresar de toda la maravillosa aventura, caminando río arriba, vimos a un guardia en la orilla cómo esperándonos. Mi mamá luego me contó que un grupo de turistas fue allí y se quedó hablando un ratito y se fue. Luego vio el guardia llegar como enviado por el grupo al que quizás le incomodó que hubiese gente allí.
Le pregunté al guardia, que estaba armado, si estaba todo bien y expresó que el dueño del lugar no deseaba que estuviéramos allí. Mi papá pide que llame al dueño. El dueño afirma poner las reglas porque es una finca privada. Le cuestionamos sus razones para oponerse a que nos moviéramos al otro lado del río, le expresamos que recogimos basura, que nuestra familia es de la comunidad, que somos conscientes y responsables con el espacio, y nos expresó que simplemente tenemos que seguir sus reglas y limitarnos al area del río que él estipula o no podemos usar su estacionamiento ni accesos al río.
Nos amenazó con que se reservan el derecho de admisión. Sobre el río le dije que esa parte del río y varios metros de su cauce son propiedad pública y un recurso esencial que no puede ser privado. Como a cuatro pies del río, quien afirmó llamarse ‘Rafael’, sentenció: “esto es una finca privada”. A lo que respondí: “el río no es ni será privado nunca”.
O luchamos por nuestros ríos con responsabilidad y por nuestra vida, o nos quedaremos sin ríos y sin vida. Esta es otra de nuestras muertes y yo les invito a resucitarnos como pueblo.
Podemos hacer un junte combativo allí también, pero de cero huellas ni residuos, de cero escándalo que afecta toda la fauna y flora silvestre y sagrada de este espacio.
Estamos abiertes a diálogos y unión para la lucha: que se remueva el portón ilegal y se establezca de modo visible y accesible una servidumbre de paso al río para las comunidades. Que no vayan privatizadores ni celadores de fincas a botarnos del río con excusa de espacio privado cuando no incurrimos en prácticas dañinas.
Como canta Tonolec y yo le añado: ‘Por el río vendrás, la vida, victoria y libertad de nuestro pueblo’.
