En tiempos inciertos, la Verdad, a quien pueda interesar…

(Nota del Editor: un veterano fotoperiodista de Puerto Rico comparte su testimonio con el Mundo en tiempos de ‘plandemias’ y pandemias. Prensa sin censura protege su identidad.)

Especial para Prensa sin censura

En mi vida, desde el principio de esta burla, un sexto sentido y la búsqueda que hice me ayudaron a perseverar.

En un momento lo pensé, pero sólo hasta ahí: lo que me convenció a NO vacunarme fue cuando a mi mamá le dio un derrame cerebral: una mujer activa, de 88 años, enfermera de sala de operaciones; que vivía sola y manejaba su auto sola sin un solo accidente de tránsito luego de sobre 35 años de servicio, continuó con un trabajo a tiempo parcial como enfermera, ya que la vinieron a buscar.

Era luchadora incansable; los jueves los reservaba para retocar las uñas y sábados para el pelo; perteneció sobre treinta años al club de caminantes llamado Marco Aeróbico. En verano, el grupo caminaba la Ruta Panorámica, sobre 15, 20 y 25 millas.

Ella, cuando comenzó todo esto, me había confesado que no se iba a vacunar: fue su nieta, mi sobrina, la que la convenció y hasta la llevó a la farmacia donde trabajaba y mi mamá no hizo fila. Dos días después me contó de su equivocación. Pasó semana y media y le dio el derrame cerebral.

El otro acontecimiento que me convenció a NO vacunarme fue ver la insistencia de las fuerzas armadas. Lo encontré sospechoso y al observar la unión de parte de los políticos a nivel mundial, decidí bajarme de la guagua de la locura.

Llegué a pensar: si se unieran como en esto por la hambruna mundial, ésta podría ser cosa del pasado. Pero esa no es la situación. A mi entender, quieren acabar con la humanidad.

Mi esposa se dejó vacunar; tiene dos dosis. Desde el principio le dije mi pensar, pero ella se dejó convencer en el trabajo por amenazas de que no podía continuar trabajando si no se vacunaba. Le indiqué en varias ocasiones: ‘mándalos a freír papas’, pero no me hizo caso y ya hace seis meses la despidieron del trabajo por no tener la tercera dosis. Hoy, está peleando esa decisión, veremos.

Mi hija menor, que estudia Ingeniería en Mayagüez, también la obligaron a vacunarse. Ella semanalmente toma aspirinas para evitar algún coágulo.

Estoy pendiente de si surge alguna demanda de clase para unirme, ya sea contra algunos de estos funcionarios de pacotillas del gobierno de Puerto Rico o hasta de los Estados Unidos, que han tronchado la vida de mi Madre, de mi Familia y de tantos hermanos puertorriqueños.

Esta semana supe de sobre nueve muertes cerca de donde residía mi mamá, relacionadas a la maldita puya.

Estoy convencido de que este material inyectado te saca las enfermedades de las que posiblemente nunca padecerías en la vida y que han estado ahí dormidas. Te las despierta y en tiempo récord aniquilan a los seres humanos; unos primeros que otros. Es como tener un código de barras para control de calidad.

Esta es mi realidad familiar. Y vivo con coraje con este maldito gobierno y todos aquellos que se creen superiores a Dios. Entonces es que mis emociones se equilibran pues hay que ser más inteligentes que esos ‘artefactos mundanos con patas’. Confío que caerán de sus propias andadas.

No me he vacunado y gracias a Dios, no me ha dado ni un catarro.

Aunque sí pienso que hay muchos más que están en aprietos. Es terrible, pero hay que luchar con la frente en alto. Mi Pais necesita llevar su nombre en alto, con honor patriótico y con mayúsculas: PUERTO RICO.

Foto/OMS

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