Reseña
JAIME TORRES TORRES
PRENSA SIN CENSURA
A menos de dos meses de que finalice el 2022, examinar lo más sobresaliente del año a nivel de lanzamientos discográficos producidos en Puerto Rico supone reconocer el álbum “Conspiramos” de Alí Tapia.
Este disco, el segundo de su carrera de casi dos décadas, no lo encontrará en las megatiendas, en todo caso sí mediante una llamada o un mensaje de texto a Alí, uno de los juglares indispensables de la canción de cantautor; de contenido y compromiso con la justicia social.
De un tratamiento acústico, con pinceladas literarias, “Conspiramos” confirma que en la sencillez se revelan las grandes obras de arte. Basta la primera audición sin prisa y distracciones para entender el compromiso de Alí con la excelencia.
Es un compendio de música revolucionaria que en el presente orden es un signo de que es posible, con la ternura de la canción que no se hipoteca, un mejor porvenir.
De entrada, escuchamos la trova “Hay una claridad”, oda a la esperanza con un solo de cuatro de Israel Santana y la declamación de parte de los versos de la poeta Isamar Anzalotta.
El bolero rítmico “Caminando hube” es una reflexión filosófica y existencial, de un fuerte matiz nostálgico; con metáforas a la soledad, en una interpretación a pura guitarra, con una melodía hermosa y varios compases para el despliegue instrumental del taller de Israel y los muchachos de Palo Santo.
La composición homónima, de un leve aire típico y un toque de bomba a veces que avanza al son, con una riqueza percusiva aportada por Charlie Pizarro, es otra de las obras obligadas del proyecto, cuya letra a este periodista independiente al menos invita a pensar en el paradigma de Don Pedro y sus discursos contra el coloniaje, la transculturación y asimilación norteamericanas.
En “El dolor de las naciones” escuchamos en la segunda voz a Tito Auger, enmarcado el arreglo en el rock con el sintetizador de Tato Santiago simulando un órgano y la guitarra de cuerdas de acero de Edgardo Delgado.
El tema de la gentrificación, abordado en “En mi barrio se puede”, es un réquiem caribeño a ritmo de bachata, con una crónica en versos compuestos por Alí y Jorge Díaz, otro de los integrantes de Palo Santo. La interpretación a dos voces con Chabela Rodríguez imparte una atmósfera luctuosa por el paisaje y los recursos que no pocas veces ceden al apetito insaciable arrollador e inmisericorde del capital.
Orientada a una canción de arte, lograda con el conjunto de cuerdas de Alfredo Luna (viola), Víctor Defilló (chelo) y Noelia Cruz (violín), “Oda al Maestro Cordero” es otra de las indiscutidas obras de arte de “Conspiramos”. Rinde honores a un patriota de la educación a los niños negros y pobres cuya causa de beatificación en El Vaticano aun no se atiende como corresponde.
El blues, con compases de guaracha jíbara a veces, “Ninguno gobernador”, grabada en vivo en 2008, es una crítica al germen del bipartidismo que perpetúa el estatus quo colonial mientras la Junta de Control Fiscal literalmente desangra al Pueblo, se pierden pensiones y se encarece con impuestos el costo de la vida.
La audición termina con la trova caribeña “Tan lejos y tan cerca”, un viaje imaginario al entorno amurallado y adoquinado del Viejo San Juan, como metáfora silente del País que parece fugarse y esfumarse en los bolsillos extranjeros que lo acaparan, muy bien representada la idea implícita por el solo de cuatro de Israel Santana.
Tras la audición de “Conspiramos”, al final, queda una inquietante sensación de urgencia por la perseverancia y la resistencia, evidente en cada trova que entone un cantautor o cantautora, cada verso que escriba un poeta, cada Monoestrellada enarbolada por un patriota y, por supuesto, en cada interpretación de Alí Tapia.
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