Nuestra común indiferencia en complicidad con la criminal y ratera corrupción

Licenciada Yolanda Rodríguez Torres

Ex Jueza

El más reciente caso de corrupción que involucra al ex alcalde de Trujillo Alto, José Luis Cruz, su admisión de culpabilidad ante las autoridades federales y su manejo es digno de analizar.

Este ex alcalde tan pronto se mencionó o rumoró que estaba señalado por las autoridades federales, hizo acto de desaparición por meses. Los funcionarios de su Partido, el Partido Popular Democrático, no le pidieron cuentas, tomaron el caso liviana y tímidamente. Optaron por esperar qué rumbo tomaría el caso, sin rendición de cuentas a sus votantes y al País.

Mi preocupación es que la tragedia de la corrupción gubernamental que ahoga al País llegue a tal extremo que la demos por normal y las asumamos desde la resignación, pensando que merecemos ese tipo de funcionario público. Eso jamás debe pasar, pues si nos convertimos en un Pais donde la corrupción y el inversionismo político se institucionalizan, hemos perdido la batalla.

De otra parte, es indignante que siempre sean las autoridades federales quienes investiguen, acusen y condenen a estos personajes nefastos de la política contemporánea.

No es excusa que las autoridades federales cuenten con mayores recursos para sus investigaciones. Aunque de alguna manera es cierto, creo que el Secretario del Departamento de Justicia arrastra los pies en estos casos y no hay una voluntad para combatir este problema.

La Oficina de Ética Gubernamental continúa silente ante lo que ocurre y sigue siendo fantasmagórica.

Además, si el modus operandi de las autoridades federales es darle inmunidad al inversionista político para atrapar a los funcionarios públicos y que no haya consecuencias severas contra ellos, creo que continuará el problema porque crea o da la impresión de que en Puerto Rico impera la impunidad.

Si nos limitamos a contemplar simbólicamente a los miembros que hoy ocupan el salón de la fama de la corrupción, esperando quién será el próximo nominado (acusado) por los federales, en la espera de que digan “and the indictment goes to’ … en cierta manera somos cómplices al mantenernos silentes.

Los partidos políticos tienen un grado de responsabilidad pues son estos quienes escogen los candidatos políticos que eventualmente se convertirán en funcionarios públicos. No basta con decir la retórica de que estos casos son lamentables pues le fallan a la confianza que el pueblo depositó en ellos. Eso no es suficiente.

Mientras en Puerto Rico el inversionismo político y la existencia de un alto grado de impunidad ante estos casos, existan, seguiremos contemplando el desfile abominable de estos personajes que son rateros y saqueadores de los bienes públicos.

La falta de ética pública, el honor, la decencia, la honestidad, necesarios para conducirse como servidor público, sin difíciles de identificar en los candidatos que ostenten un cargo público, pues esos valores son inculcados en el entorno familiar y en la escuela.

Sin embargo, la rendición de cuentas, la transparencia en las transacciones gubernamentales y el control de las mismas, sí son identificables. No hay excusa.

Los puertorriqueños no merecemos convivir con la corrupción pública y privada como si fuera parte de nuestra idiosincrasia. Hay que tomar acción y eventualmente rendirle cuentas a los responsables que creen la idea equivocada de que no pasa nada y todo está bien. Eso sería complicidad.

La decadencia de los dos principales partidos políticos de Puerto Rico, el alegado asunto de acoso laboral que hoy enfrentan parte de los miembros del Partido Independentista Puertorriqueño y que querían ocultar, según trascendió en los medios públicos, refleja un desgaste de los partidos políticos tradicionales.

Creo que la política puertorriqueña está pasando por el peor momento de su historia.

Definitivamente, esto tendrá un efecto en las elecciones de 2024. No sé si los líderes de este país están al tanto de lo que ocurre en el mundo como consecuencia del hastío de la gente de sentirse desplazada e indignada por el comportamiento de sus lideres. Ejemplo reciente: la victoria de Gustavo Petro, líder de centro izquierda en las elecciones en Colombia.

Así que esa pérdida de valores en el entorno político y la vergonzosa conducta de nuestros líderes al quedar silentes, tendrá sus implicaciones a largo o corto plazo.

Sin embargo somos responsables de recuperar nuestros valores éticos y democráticos para que las futuras generaciones puedan gozar de un país gobernable, decente y que no se sientan desmoralizadas por las consecuencias de los que nos han traído hasta aquí.

Nunca contemplemos la corrupción con conformismo ni modelo de vida.

Alcemos la voz y digamos ¡basta!

Piénselo.

Ilustración/FB

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