La humanidad a merced de una hecatombe

Jaime Torres Torres

Prensa sin censura

La guerra entre Rusia y Ucrania, sin dejar de reconocer su crueldad, ha desembocado más en una batalla sin cuartel entre los medios de comunicación corporativos de cada bando, con el agravante de un escenario de desinformación, medias verdades y noticias falsas que confunden a grandes sectores de la población mundial.

Occidente divulga sobre las sanciones punitivas de carácter financiero contra Rusia, intentando aislar económicamente a la nación europea presidida por Vladimir Putin, que según medios internacionales ha continuado desplegando su poderío militar sobre Ucrania.

Las imágenes de jóvenes, en su mayor parte muchachas, con escopetas en brazos, y los vídeos del presidente ucraniano Volodymyr Zelensky uniformado y dictando instrucciones a sus soldados se sospecha son parte de la propaganda en contra de Rusia.

No se niega que se han perdido miles de vidas. Medios europeos, como la BBC Mundo, aseguran que tras dos semanas y media de ofensiva bélica han muerto alrededor de 1,300 soldados ucranianos mientras medios occidentales, en informaciones extraoficiales, apuntan que 6, 000 militares rusos han perdido su vida, sobre todo desde antes de la guerra en las nuevas repúblicas Donetsk y Luhansk, áreas de la zona del Donbás al este de Ucrania, habitadas por separatistas prorrusos.

También la pérdida de miles de civiles, en su mayor parte mujeres y niños, además del daño a la infraestructura, con la destrucción de comunidades enteras, edificios de servicios esenciales, escuelas, puentes y aeropuertos, sin olvidar el ataque a instalaciones nucleares como Chernobyl, que representan una amenaza muy peligrosa a los vecinos de Rusia y Ucrania en Europa del Norte.

Como dijo el Papa Pío XII, “todo se pierde con la guerra, todo se gana con la paz”. Ahora mismo hay hambre porque escasean alimentos; hay sed, porque no hay agua; se vive a oscuras, porque se interrumpe el servicio eléctrico.

Las pérdidas de vida y propiedad son inestimables e inimaginables tanto en Rusia como en Ucrania. Las comunidades externas han perdido la paz; la sensación de seguridad; la calma.

Mientras el ejército ruso avanza en la capital Kiev, pintando de luto a Ucrania, el efecto colateral internacional es evidente en los altos precios de la gasolina, la escasez de productos esenciales y, sobre todo, en una nube oscura de incertidumbre porque se sabe que lo peor aún está por ocurrir.

El presidente ruso Vladimir Putin ha advertido que si Estados Unidos y los países miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) intervienen en defensa de Ucrania desplegará toda su ofensiva nuclear.

El presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky ha reprochado a Estados Unidos y a la OTAN que lo han dejado solo. Previo a la guerra, hubo gestiones para incorporarse al ente internacional que garantiza a sus países miembros defensa común.

Si la OTAN (Estados Unidos, Alemania, Bélgica, Albania, Bulgaria, Canadá, Croacia, Dinamarca, Eslovaquia, Eslovenia, España, Estonia, Francia, Grecia, Hungría, Islandia, Italia, Letonia, Lituania, Luxemburgo, Macedonia del Norte, Montenegro, Noruega, Países Bajos, Polonia, Portugal, Reino Unido, República Checa, Rumanía y Turquía) ataca a Rusia, Putin apretará los botones de sus cohetes y misiles nucleares.

La humanidad será testigo de la Tercera Guerra Mundial y, en primera fila, de la extinción de toda una civilización, con la negación, la ira, los esfuerzos de negociación, la depresión inherentes al duelo, hasta la aceptación de los mortales que pudieran alcanzar sobrevivir la hecatombe.

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