El ponchador de la discordia

Ibelle Ayala Rosado

Profesora Universitaria

Para Prensa sin censura

Duele profundamente ver limitado a la imagen del ponchador el tema por el derecho a un salario justo y retiro digno para el magisterio puertorriqueño. Libre de apasionamientos, duele, porque los argumentos deberían estar a la altura de lo que representan ambas cosas para una clase trabajadora olvidada hace mucho tiempo.

El tema es el ponchador, pero no es el único. Es la suma de muchos elementos que se han ido arrastrando con el tiempo. Es el manejo de la información a medias, por parte de todos los sectores, sumado a las acciones e inacciones de los gremios magisteriales y sus representantes.

Los maestros no tienen una voz que los represente. Lo pueden debatir, pero este es el gran y único problema trascendental, en medio de todos los que los afectan. La ausencia de esa voz se remonta a décadas pasadas y viejas rivalidades entre grupos sindicales y esa incapacidad por cerrar filas juntos ha diluido un esfuerzo que necesitaba ser más fuerte que nunca, frente a este escenario.

En medio de todo eso ha quedado atrapado el magisterio, sumando el descrédito en la calle y los ataques de los que sin entender lo que pasa, repiten disparates e insultos a mansalva.

Por mucho tiempo se ha querido silenciar la lucha del maestro por un salario digno. Se les ha acusado de que no piensan ni entienden la crisis que atraviesa el país, sin que esa misma exigencia y ese ataque se vierta contra otros funcionarios gubernamentales que tienen sueldos de ensueño y no aportan nada. Lo curioso y sarcástico a la vez es que quienes tienen opiniones como esa jamás podrían sobrevivir una quincena con el salario que tan cínicamente creen adecuado para otros.

Esta semana, entre el universo de disparates que han salido a la luz en las redes sociales, alguien señaló como decisión personal del maestro el pago de hipoteca, celular, luz, compra, vacaciones, etc. Otros han expresado que, si el maestro no puede vivir con el sueldo de su vocación, debe renunciar. Parece que muchas de esas personas viven en otro planeta. Quizás no se han enterado de que hace años que los maestros han elegido la renuncia como alternativa ante esta situación. Que la emigración viene sucediendo desde hace mucho. Pero, más allá de esa realidad, lo que no entienden es que tener una vocación no es hacer un voto de pobreza y que el precio que pagará el país en unos cuántos años ante el escenario del magisterio lo pagaremos todos.

¡El problema es el ponchador! Lo es porque no refleja el trabajo que han venido haciendo. No ha registrado los años de vivir suspirando entre quincena y quincena. El ponchador no ha enviado el mensaje de que el código de pago no es el correcto, para que el departamento ajuste.

Ya es tiempo de que el magisterio le devuelva la D14 al gobierno, no sin antes exigirle a sus líderes que hagan a un lado sus diferencias y cierren filas.

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