Opinión
Por ABIMAEL ACOSTA
Primero el patético podcast y ahora una imagen donde se le ve destruyendo una escuela. ¿Es que acaso a su equipo de relaciones públicas no se les pasó por la mente el símbolo tan potente y negativo que representa una figura pública demoliendo la educación pública?
En tiempos donde la educación sufre recortes, abandono institucional y falta de visión a largo plazo, una imagen así no es simplemente un error de forma: es una declaración de guerra simbólica contra una de las instituciones más sagradas para el desarrollo de un país.
Los peores enemigos de esta señora no son sus opositores políticos, ni los medios, ni las redes sociales. Sus peores enemigos son su propio juicio y el equipo que la rodea. ¿Dónde estaban los asesores? ¿Dónde estaba el filtro crítico antes de publicar algo así?
No es la primera vez que su estrategia de comunicación fracasa. El reciente podcast fue una exhibición de superficialidad, desconexión con la realidad, vulgaridad y falta de carisma. Pero esta imagen va más allá del mal gusto. Es un golpe simbólico, brutal, a millones de personas que han pasado por las aulas del sistema público y que aún luchan por mantenerlo vivo.
¿O quizás no fue simplemente un error de juicio, sino una revelación simbólica de su agenda contra la educación pública, una agenda que empieza a parecerse peligrosamente a la de figuras como Trump?
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