Editorial
JAIME TORRES TORRES
Prensa Sin Censura
El campamento más reciente es el Cemí en Rincón.
Posiblemente se organice el Yuquiyú o Tinglar en Luquillo, además de por lo que viene para Punta Bandera, por lo que eventualmente ocurrirá con el Corredor Ecológico del Noreste, luego de que el presidente cameral Carlos ‘Johnny’ Méndez apruebe el proyecto de las enmiendas a la ley de la zona marítimo terrestre.
Y eso que no se menciona a Cayo Largo en Quebrada Vueltas en Fajardo ni lo que se pretende hacer en Vacia Talega en Piñones, Loíza.
Este medio ha perdido la cuenta de cuantos campamentos se han creado en defensa de nuestros recursos naturales: Carey, Erizo, Pelícano, Silla de Oro, Picúa, Cangrejo, Cemí, Las Golondrinas y los que faltan.
Es un SOS ambiental; la violencia de un arrollador y acelerado neocolonialismo ecológico a fuerza de capital foráneo favorecido con exenciones contributivas, leyes e incentivos.
En solo casi tres meses de la llegada de Jenniffer González a la Fortaleza; de la reciente confirmación de Waldemar Quiles como secretario del Departamento de Recursos Naturales y de las instrucciones a la uniformada sobre uso de mano dura y fuerza bruta, incluso hacia la prensa independiente, en el manejo de los piquetes y la resistencia en los perímetros, Puerto Rico atraviesa por un SOS ambiental; la violencia de un arrollador y acelerado neocolonialismo ecológico a fuerza de capital foráneo favorecido con exenciones contributivas, leyes e incentivos.
Los campamentos son buenos, pero falta logística y cohesión. Es imposible estar en todos los lugares a la misma vez. Supe de personas que asistieron a las vistas públicas sobre Esencia en Cabo Rojo y luego se trasladaron a Rincón en respaldo al Cemí.
Es momento de organización, consenso y coordinación de una estrategia de lucha por los recursos naturales, amparada en los derechos constitucionales a la libertad de prensa, expresión y desobediencia civil pacífica.
Puerto Rico no solo pierde sus recursos naturales, sino se pierde a sí mismo porque hace rato perdió la capacidad de indignación hacia los atropellos de los tecnócratas del capitalismo.
La agenda del gobierno es clara: privatizar los bienes de dominio público y terminar el proceso de gentrificación que condena a los boricuas a ser extranjeros en su propia tierra.
Se deben establecer prioridades.
En semanas recientes sectores del País y el exilio boricua en Estados Unidos han sido distraídos por el borrador de una supuesta orden ejecutiva del presidente Donald Trump para independizar a Puerto Rico, que ahora resulta ser un ardid de personalidades del independentismo para forjar opinión pública a favor de la causa.
La prioridad, en la presente coyuntura, pudiera ser la garantía de acceso a servicios de salud decentes para el Pueblo; específicamente para los adultos mayores y las mujeres; bajar la factura de LUMA, salvar la Universidad, crear empleos, gestionar vivienda propia para la familia puertorriqueña, promover esterilización de animales realengos y rescatar los recursos naturales.
Desde que se organizó el primer campamento, este medio independiente ha resaltado en sus editoriales la urgencia de uno que los aglutine a todos: el Campamento Patria, Borikén o como lo quieran llamar. El nombre es lo menos importante.
La presencia de tantos grupos de lucha revela la polarización del Pueblo. Si no hay consenso entre los políticos de la oposición bipartita, por ejemplo entre Juan Dalmau y Eliezer Molina, imagínese a nivel de la ciudadanía.
Urge una asamblea nacional con todos los sectores [civil, académico, político, ambiental, cultural, religioso, etc.] para planificar la lucha.
No es utópico pensar que mientras se resiste en La Parguera se pueda hacer lo propio en Rincón, Punta Bandera, Cayo Largo, La Marea, Playuela y La Esperanza en Vieques.
O, acaso, ¿será imposible en un País con rostro de anciana y anciano enfermos, en el que a un gran sector de la juventud no le interesa porque estudia y sobrevive con dos trabajos y a otro gran número de la población le resulta indiferente porque vive de la partidocracia?
Pregunta que exige una reflexión seria y responsable porque sospecho que el espíritu de resistencia de no pocos se ha quebrantado.
¿Cómo haremos cuando la maquinaria arrase Punta Bandera, como arrasó a espaldas del Pueblo y con el aval del alcalde de Río Grande Angel González Damudt, del entonces gobernador Ricardo Rosselló y del ex gobernador Alejandro García Padilla la Reserva Natural del Río Espíritu Santo en St Regis Bahía Beach Resort?
Lea bien, porque este también es un mayúsculo crimen ambiental, que pasó inadvertido [bastante lo documentamos] pero al tratarse de John Paulson, el verdadero dueño de Puerto Rico [miren lo que planifica en el Condado], la prensa lo manejó con manos de seda mientras Tania Vázquez, ex secretaria del DRNA, trivializaba el asunto con el argumento de que las miles de cuerdas no pertenecían a la reserva.
¿Qué haremos cuando metan ‘bulldozers y diggers’ en Cabo Rojo? Porque ya arrasan en Cayo Largo y pocos se dan por enterados.
Quisiera finalizar este editorial con un tono más optimista, pero no es posible. Puerto Rico, con la excepción de pocos, no solo pierde sus recursos naturales, sino se pierde a sí mismo porque hace rato perdió la capacidad de indignación hacia los atropellos de los tecnócratas del capitalismo.
¿Lo entenderemos?


DIVIDE ET IMPERA. Sigue siendo útil para los poderosos.
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