Maripily: de la burla al paroxismo

Por Gonzalo Cobo Londoño

Experto en Televisión

Faltando todavía el cierre de toda esta comedia macondiana nacional que algunos catalogan erróneamente de “gesta” y otros ponen casi a la par de una hazaña deportiva, resulta interesante analizar el fenómeno sociológico y mediático que ha despertado la participación de María del Pilar Rivera “Maripily” en el “reality” La Casa de los Famosos.

Por una parte, es cierto que buena parte del pueblo de Puerto Rico se unió en celebración. Eso es indudable. Anoche [el lunes] en Hato Rey se escucharon las explosiones de petardos y fuegos artificiales a la par que los motores de las motocicletas sin silenciador, recorriendo las avenidas circundantes.

Ahora bien, ¿qué celebraban?

Sé que mucha gente incauta, otras no tanto, prefieren pensar que se trata del “sentimiento de un pueblo” unido tras una causa común. Y puede ser que algo de eso haya. No obstante, lo que a mi modo de ver sucedió, es que vivimos en un país cuya condición colonial determina muchas cosas. Una de ellas, la resistencia casi heroica (esto si lo es) a abandonar una identidad de pueblo y una cultura arraigada en la genética de los boricuas. Ese orgullo que sale a relucir en la exclamación “yo soy boricua pa’ que tú lo sepas” surge como un grito de combate cada vez que se tiene oportunidad, bien sea en un fiesta patronal, en la celebración de un triunfo deportivo, en los conciertos de algún artista del patio o en instancias como los desfiles puertorriqueños a lo largo de las ciudades de EEUU que se llevan a cabo cada año. Eso me parece bonito y valioso.

Lo que me parece sacado de proporción es el interés que suscitó dicho programa y la atención mediática que ha recibido, evidenciando un hambre de “héroes” nacionales de un país que desde 2016 no tiene uno, cuando Mónica Puig ganó su medalla de oro en las Olimpiadas de Brasil.

Si, han aparecido por ahí los Bad Bunny de la vida o la boxeadora Serrano, pero ella no ha llegado a aglutinar al pueblo, quizás porque el boxeo ya no tiene el mismo arraigo de otros tiempos, y BB no compite en nada.

Entonces en un país necesitado de referentes que nos hagan olvidar un gobierno desastroso, una Junta de Supervisión Fiscal que apesta, y una crisis económica sin precedentes en las últimas décadas, “se vale” echar mano de cualquier cosa para disipar las penas.

Es así como la otrora vilipendiada, burlada y hasta ultrajada socialmente, Maripily emerge como “símbolo” de esa necesidad de algo que aglutine al pueblo tras un propósito, ya que lo último que lo logró fue el verano del 2019 cuando todos nos unimos para sacar del poder al nefasto Ricky.

Resulta ser que de la noche a la mañana todos olvidaron que Maripily fue por varios lustros el referente de la “brutalidad” la “ignorancia” y hasta la “vagabundería” en la isla. Olvidaron las cientos de horas que programas de chismes y farándula utilizaron para hablar de ella y sus escándalos.

Se olvidaron también de las burlas por sus fracasos sentimentales o por sus propias publicaciones en las redes sociales. De los memes, los chistes de doble sentido y hasta las críticas por su apariencia física o su manera de vestirse, maquillarse o por su manera de expresarse o interactuar con su hijo.

Y así un día de la noche a la mañana todo eso se hizo a un lado y gracias a una excelente estrategia de mercadeo tanto de parte de Telemundo como de ella misma y su “staff” pasó de ser el objeto de burla a una especia de heroína nacional. Pasó de ser la más “odiada” a ser la más “amada” y vaya uno a saber cuántos de los que hoy levantan carteles con su foto o escriben a su favor en sus redes sociales, en otros tiempos despotricaron contra ella.

¿Que Maripily debe tener algunos méritos? Claro que sí. Pero de ahí a exaltarla como una especie de modelo a seguir y ejemplo de lo que es “ser puertorriqueño” hay una total desproporción.

El paroxismo desatado a raíz de su triunfo bien merece un buen estudio sociológico.

Hace un rato escuchaba en la radio a alguien resaltar entre los valores de Maripily el haber “criado a su hijo desde cero” ¿en serio? Entonces deberíamos hacer un desfile por cada una de las cientos de miles de madres puertorriqueñas que lo han hecho siendo madres solteras para sacar adelante a su hijos y sin tener algunas de las oportunidades que Maripily ha tenido (y las que también se habrá forjado).

Por supuesto que María del Pilar aun cuando sea la más farandulera (lo cual no es un pecado) tendrá sus méritos como persona y como empresaria, pero de ahí a desatar todo esta apoteosis que se ha desatado, simplemente por participar en un programa que consiste en encerrar un bonche de gente en una casa por meses a sacarse los ojos unos a los otros y generar el mayor número de bochinches posible, para beneplácito de Telemundo y sus auspiciadores, deja mucho que pensar de nosotros como sociedad.

Yo sé que hay mucha gente que de buena fe defiende este tipo de bodrio televisivo. Pero para mí que he dedicado más de la mitad de mi vida a la televisión pública educativa, me parece cuando menos, preocupante.

Como diría un querido profesor y amigo «tema de simposio».

Maripily. Foto/Facebook

2 comentarios en “Maripily: de la burla al paroxismo

  1. Realmente leo esto y aunque hay mucha verdad entre tanta palabrería, me da un sentimiento agridulce. Es que nosotros somos, “palo si boga y palo si no boga”.

    La verdad es que nunca ví el show, ni creo que lo veré en ninguna temporada. Pero que mucho criticamos. Dios mío! Aunque nunca he sido fanática de nadie, debo decir que me alegró ver que aunque suene a “hipocresía”, la realidad es que nosotros los boricuas tenemos una manera de ser y tiene que ver con que podemos decir lo que sea hasta de nuestra propia familia (no es mi caso), pero si lo dice un extraño, ponemos la “alerta roja” y la línea. O sea, yo puedo decir lo que sea de los míos (que no debería ser así), pero no lo diga otro porque “hasta ahí”. Así somos, o así es nuestra formación boricua. Entonces, creo que es todo lo que ha pasado con este asunto del fenómeno (como algunos le llaman) de Maripily.

    Yo no defiendo a uno ni a otro, yo sólo invito a pensar en este punto que comparto y a que dejen la gente vivir.

    Me da vergüenza ajena pensar cuando veo a Maripily disfrutar su “gloria” en este momento, que muy pronto, a la primera que haga, tendrá a todos o al menos a muchos nuevamente llamándola como siempre la han llamado y tildado. Eso sí que debería ocuparnos y rectificarlo. Se llama hipocresía y no es una cualidad buena en ningún ser humano.

    En fin, si lo hicieron con el único hombre perfecto, intachable, bueno, santo, que un día lo recibieron con vítores y al otro día le gritaban “crucifíquenlo”, entonces que podemos esperar de este asunto con Maripily? Normal! Así es el ser humano. Así es nuestra naturaleza pecaminosa.

    Busquemos de Dios mientras nos sea permitido. Maripily, y todos nosotros algún día no muy lejano, tendremos que dar cuentas ante el Gran Tribunal de Dios y allí si que no hay doble vara, ni hipocresía.

    Esto sí, debería ocuparnos. Creamos o no creamos, pasará y como dicen en mi isla, “Pa’ investigarlo, mejor creerlo”. Después de todo, pensar así, eso sí es inteligencia!

    Dios nos ampare!

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