Mi Maestra de Primer Grado

Crónica dedicada al Magisterio que se desvive por sus alumnos…

JAIME TORRES TORRES

Periodista y Editor

PRENSA SIN CENSURA

Aquel lunes de 1966 llegué contento al salón, pero la maestra estaba de espaldas, cabizbaja y sollozando.

Siempre me recibía con un abrazo y me sentaba en su falda para que le contara lo que hice durante el fin de semana.

La toqué por la espalda y le pregunté qué le sucedía. Miss Rodríguez lloraba desconsolada. No pudo dar la clase. Necesitó marcharse a su casa.

Desde la inocencia de un niño de 6 años, por la tarde supe el motivo de su llanto: mi amigo Jorgito, también del grupo de primer grado de Miss Rodríguez, había muerto el domingo al mediodía atropellado por un camión mientras corría bicicleta.

La mañana de la desgracia me llevaban a la misa en la Parroquia San Fernando en el casco del pueblo de Carolina y me saludó mientras pedaleaba feliz. Lo vi por última vez al pasar por las inmediaciones de la estación de gasolina, localizada en la esquina de la Funeraria Rodríguez Osorio, donde ocurrió el accidente.

Ella decía que nosotros éramos sus hijos. Yo lo creía porque me sentía así. La miraba cómo a la madre que no tuve en esa etapa de mi vida. Me enseñó a leer con la Cartilla Fonética y, aunque mi caligrafía hoy no es la mejor, con paciencia y ternura ayudó a que superara mi dislexia.

Parece que fue ayer cuando por escrito descifraba las sílabas y articulaba palabras, con fonemas y pronunciaciones difíciles pero gracias a Miss Rodríguez no imposibles para mí como el ra-re-ri-ro-ru.

Después de la tragedia de Jorgito, nadie se sentó en su pupitre. Su espacio vacío, comprendí con el tiempo, era un tributo a su memoria.

Al siguiente año académico extrañé a mi maestra. Años después se retiró del Departamento de Educación y eventualmente aceptó una plaza como profesora en el Colegio Cervantes. 

Ella residía en el barrio José Severo Quiñones y por ahí pasaba todos los días de regreso a mi domicilio en Villa Carolina. A veces le dejaba papelitos en el buzón expresándole cuánto la amaba y extrañaba. En ocasiones estaba presente y salía a saludarme.

Los años transcurrieron y recuerdo que a mediados de la década del 80 visité su casa para invitarla a mi graduación de mi grado en Periodismo de la entonces Escuela Graduada de Comunicación Pública del Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico.

Por compromisos previos no pudo asistir. En años recientes la visité y conversamos un buen rato. ¡Hasta nos retratamos juntos! Aproveché la ocasión para obsequiarle un ejemplar de la fábula “La Aventura Ecológica de Camila”, sobre la protección de las abejas.

– Esta publicación es posible gracias a las semillas que usted plantó en mí. Mi carrera periodística también en cierto modo se la agradezco a usted porque, con la Cartilla Fonética y mucha paciencia, me enseñó a leer y escribir.

Sus ojos irradiaron alegría. La foto que acompaña esta crónica es elocuente.

No pude reprimir la memoria de Jorgito.

– Nunca olvidé verla aquel lunes llorando frente a la pizarra. Él era mi mejor amigo. Todavía hoy lo tengo presente.

Ella me abrazó y susurró, como tiernamente me decía en 1966 en el salón de la Escuela Elemental José Severo Quiñones: ‘Jaimito, Jaimito…”

Meses atrás visité su casa y la llamé por su nombre. Nadie respondió. Regresé un jueves y no había nadie. Volví el pasado sábado 17 de febrero poco antes de las 4 p.m.

Llamé sin respuestas. Insistí y desde el interior una voz femenina preguntó: “¿Quién es usted?”

– Disculpe, soy Jaime Torres Torres y aquí me parece que reside Miss Rodríguez, mi Maestra de Primer Grado.

Yolanda, su hija mayor, salió y aproveché para mostrarle la foto que atesoro y que comparto en esta historia. Su semblante cambió. Le pregunté por sus hermanas Nereida y Gladys. Y por su madre: María Teresa Rodríguez Toledo, el nombre completo de mi maestra, según detalló.

“Ella murió el 18 de octubre de 2022 y tenía 91 años”, dijo Yolanda.

Supe que sufrió dos caídas que aceleraron su retiro, pero su apasionada vocación por la enseñanza de Español propició el ofrecimiento de tutorías en su casa.

Aun Yolanda conserva en la marquesina la mesa que usaba, obsequiada por la mamá de uno de sus alumnos, y las sillas donde se sentaban los niños.

María Teresa Rodríguez Toledo, con seis nietos y ocho biznietos, falleció durante la pandemia de Covid-19.

Ninguno de sus descendientes siguió los pasos de Miss Rodríguez en el magisterio, aunque Yolanda trabajó como secretaria en la Escuela José Severo Quiñones.

“Su vocación a la Educación fue excelente. Ella me enseñó a leer y escribir. En el mismo año en que murió le enseñaba a sus biznietas lo de las palabras agudas, llanas y esdrújulas”, sostuvo su hija Yolanda.

Los restos de mi Maestra de Primer Grado reposan en el Cementerio Nacional junto a los de su esposo Luis Felipe O’Farrill Álamo, veterano de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos.

En lo que para mí es un misterio espiritual, al momento de escribir esta crónica un tanto indescifrable para mí, allí está sepultado mi Padre.

“Su frase favorita era: Jesús, en vos confío”, porque mi madre era una mujer muy católica, que cuando podía caminar iba a las parroquias San Fernando y San Felipe aquí en Carolina”.

Me despedía cuando Yolanda me solicitó unos segundos. Fue a la cocina, específicamente a la nevera, y regresó con una foto en miniatura de Miss Rodríguez, de la época en la Escuela José Severo Quiñones.

“Esto es para usted”, dijo sobre la imagen que ya conservo en la palma de la mano de mi corazón.

Aún después de fallecida, a la casa de María Teresa, Mi Maestra de Primer Grado, llegan padres y abuelos gestionando tutorías de todas las materias para sus hijos y nietos.

Allí están la mesa y las sillas. 

También la huella espiritual de la comprensión y el respeto al obtuso mozalbete que fui y contribuyó a transformar en una persona de bien para la sociedad. Allí se perciben la alegría, empatía, el profesionalismo y el don maternal que forjaron su vocación magisterial.

¡Descanse en paz, Miss Rodríguez!

2 comentarios en “Mi Maestra de Primer Grado

  1. Muchisimas gracias por esta bello articulo sobre Miss Rodriguez. No tan solo fue ella una de mi maestras en tercer grado en la escuela Jose Severo Quiñones, sino que es mi tia. Tuve la dicha de recibir sus enseñansas dentro y fuera del aula escolar. Su legado vive en cada uno de nosotros que recibimos sus enseñansas que nos inspiro a ser responsables, amables, dedicados a nuestras profesiones, usar humor para servir a los demas. Estraño su sonrisa, su potente voz y cariño maternal. Solo pido que Dios la tenga en la gloria que tanto se lo merece. Bendiciones Tia Tete!!!

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