Enfermarse en Puerto Rico es más un asunto de muerte que de vida

Crónica de Prensa sin censura tras la experiencia de cuatro horas y media en una sala de emergencias en Carolina.

JAIME TORRES TORRES

Periodista y Editor

PRENSA SIN CENSURA

Con su bata y una bolsa plástica con algunas pertenencias doña Olga recorría el pasillo de la sala de emergencias lamentando que ningún familiar la había ido a buscar después de ser dada de alta.

⁃ “No me han venido a buscar. Llevo tres horas aquí y me voy a tener que ir sola”, comentó a viva voz la anciana, posiblemente octogenaria, mientras varias personas intentaban disuadirla para que no saliera del hospital.

Este periodista observó la situación mientras esperaba a un familiar en el Doctor’s Center Hospital San Fernando de la Carolina, institución médica consideraba lo mejor en el área tanto por la celeridad de sus servicios como por su facultad médica y planta física.

⁃ “Usted no se va de aquí hasta que no la vengan a buscar. No la podemos dejar ir”, le increpó una enfermera.

Eso sucedía frente a la sala de espera en emergencias, que estaba atestada, en su mayor parte de jóvenes adultos con condiciones respiratorias, según observamos.

Una treintena esperaba por evaluaciones médicas, laboratorios, radiografías, diagnósticos y recetas. Todos con mascarillas, abrigados de pies a cabeza; algunos temblando de frío y otros tosiendo con dificultad. También observamos mujeres jóvenes, algunas con sobrepeso.

De repente, cinco paramédicos irrumpieron con un muchacho en un sillón de ruedas en cuyo rostro, a pesar de la mascarilla, se observaban muecas de un dolor insoportable.

Era una emergencia canalizada a través del sistema 911. El joven soportaba sentado con el torso inclinado, sin reprimir sus quejidos de dolor.

Su anciana madre había salido a llenar la documentación. Regresó y lo encontró casi desmayado. Incorporó su cabeza; secó su boca y lo acurrucó contra su pecho con triste resignación.

Preguntamos porqué su atención no era una prioridad y alguien murmuró que no estaba infartando. Su madre se sentó a su lado con varias mochilas y un bulto que sugerían que llegaba preparada para la hospitalización del joven.

Supimos que su nombre es Rubén porque su madre reaccionó y lo condujo al área de adultos cuando lo llamaron por intercom. Se detuvo para enderezar su corpulento cuerpo, faena de amor que de seguro es recurrente durante su cotidianidad.

Fueron cuatro horas y media en la sala de emergencias. Mi familiar salió y nos marchamos.

Acaricié la esperanza al imaginar que estabilizarían a Rubén y que llegarían a buscar a doña Olga luego del alta.

Al menos, no vi las escenas dantescas de enfermos en camillas en los pasillos de emergencias en el Centro Médico de Río Piedras o el Hospital Federico Trilla de la Universidad de Puerto Rico, también en Carolina.

Me marché comprendiendo lo importante que es cuidar la salud y prevenir enfermedades con ejercicios, buen descanso y óptima nutrición.

En tiempos de quiebras de hospitales y en medio de la ola migratoria de médicos especialistas a Estados Unidos enfermarse de emergencia en Puerto Rico es más un asunto de muerte que de vida.

Foto/Prensa sin censura

Deja un comentario