Soluciones a la crisis de credibilidad de las iglesias

Nota del Editor: segundo de dos artículos de opinión.

Autor: Laico y Teólogo Enrique Rivera Zambrana

Especial para Prensa sin censura

Hace unos meses, una buena parte del país fue testigo de cómo se regalaban cantidades obscenas de dinero a cierto pastor en un acto público protagonizado por el actual gobernador Pedro Pierluisi.

Se trata de concordatos entre el poder del estado y el poder de caciques religiosos cuyas influencias les aseguran dinero, poder y muchos privilegios.

En ese mismo contexto, muchos sacerdotes, pastoras y pastores hacen todo lo que está a su alcance para convertirse en celebridades. Sus instituciones religiosas no son otra cosa que clubes exclusivos en los cuales estos caciques se hacen rodear de un halo de glamur que les hace en la mayoría de los casos, inaccesibles a sus feligreses.

Sus charlas motivacionales están cargadas de chistes más o menos amenos cuya sutileza persigue entretener y a un mismo tiempo manipular con el fin de lograr ciega lealtad. En tales auditorios se refleja lo anterior a través de la música particular de cuyos efectos en el cerebro humano conocemos muy bien. Se induce a la congregación, que de por sí se encuentra vulnerable como consecuencia de numerosos y complejos problemas, a un estado extático que doblega su pensamiento crítico.

Adicionalmente, con gran frecuencia y de manera pública, pastoras, pastores y sacerdotes se sienten con la suficiente autoridad como para dictarle a sus congregaciones, además del resto del pueblo por quiénes votar en las próximas elecciones. Sus agendas son fundamentalistas y sus intenciones no disimulan cierta actitud represiva y discriminatoria en contra de las comunidades LGBTQ. Su discurso no parece basarse en otras cosas que no sean la sexualidad ajena. Se autoproclaman defensores de la familia tradicional, así como sus valores. En cambio, pasan por alto otros problemas morales que amenazan seriamente a las familias puertorriqueñas como son, la corrupción política encadenada a nuestra situación colonial, la falta de empleo, problemas en servicios de salud; aumentos en el costo de la energía eléctrica con los cuales nos amenaza constantemente LUMA; el narcotráfico; los feminicidios que dejan a muchos niños y niñas en la orfandad año tras año sin mencionar los terribles traumas que sufrirán por el resto de sus vidas; entre otros graves problemas que atraviesan las familias puertorriqueñas.

En efecto, no hace falta enfatizar que el problema de fondo es la falta de credibilidad que padece la iglesia en nuestros días. Es necesario que el liderato de las diferentes denominaciones cristianas realice un serio y profundo ejercicio de contrición. Dentro de este examen de consciencia debe reconocerse la gravedad de la crisis de credibilidad que hemos generado. Como parte de este ejercicio es urgente una reforma de toda la iglesia. Parece un proyecto excesivamente ambicioso, incluso iluso; pero desde una fuerte base ecuménica se hace imperativo reestructurar la iglesia y romper con el poder mediante la creación de acuerdos que separen, como debe ser, la iglesia del estado.

Pueden ponerse como ejemplo que ilustra esto muy bien,“los cuarenta días de ayuno y oración” que se llevan a cabo en todos los pueblos. Superficialmente considerado, parece una buena iniciativa, pero no lo es. Este tipo de actividad representa la oportunidad de oro para que políticos corruptos puedan comprar el voto y la lealtad de los ilusos cristianos junto a sus dirigentes. Es inaplazable un retorno a los valores propios del Evangelio del Reino de Dios proclamados por Jesucristo. Estos valores enfatizaban el servicio sin ese poder coercitivo que busca de algún modo sojuzgar. Resaltan la justicia, el amor y la paz. A propósito, Jesús no hacia componendas con reyes, sumos sacerdotes corruptos del templo de Jerusalén o con gobernantes del imperio romano. Jesús siempre estaba acompañado por la gente más pobre y marginada. Tampoco pedía dinero a cambio de sus servicios. La Iglesia debe recobrar esos valores que no excluyen a nadie por situaciones sexuales, sencillamente porque Jesús no lo hacía.

Por eso, la iglesia debe ser creativa en el modo en que recauda fondos y ser más intencional en el modo en como invierte sus fondos. Porque las instituciones religiosas en Puerto Rico deben estar en sintonía con las apremiantes necesidades del pueblo y de esa manera crear acuerdos ecuménicos con el fin de levantar cooperativas de diversos tipos las cuales ofrezcan empleo a nuestros jóvenes. Tiene que utilizarse el dinero de las iglesias con el objetivo de crear refugios para mujeres en peligro. Los recursos financieros de las diversas instituciones religiosas en conjunto tienen el potencial de lograr mejores seguros o planes de salud para nuestros hermanos y hermanas médico indigentes. En cualquier caso, estos y otros proyectos tienen que concretarse con la finalidad de hacer que la iglesia sea pertinente a nuestra realidad como pueblo. La iglesia tiene la obligación de salir y abrirse a las comunidades con el propósito de evangelizar, que no es lo mismo que proselitar. Evangelizar entraña un diálogo abierto y serio con las comunidades marginadas de nuestro país de tal modo que, conjuntamente puedan llevarse a cabo planes que le devuelvan las esperanzas a este pueblo. De ese modo, se comienza a salir de la grave crisis de credibilidad por la que atraviesa la iglesia. Todo esto es muy ambicioso, sí. El ministerio proclamado y vivido por Jesús de Nazaret es siempre ambicioso en beneficio de la gente que más necesita. Porque, de mayor importancia que la recuperación de la credibilidad de la iglesia ante el pueblo es que el pueblo recupere la esperanza por una sociedad mejor.

Foto/Religión Digital

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