Por Rhina M. Jiménez M.S.
Para Prensa sin censura
Al fin llegó el día tan esperado por muchos: el fin de la emergencia pandémica. Hace tres años muchas personas ni siquiera sabían el significado de la palabra “pandemia”. Básicamente, una pandemia es la prevalencia de una enfermedad infecciosa en un país o en el mundo entero, durante un periodo de tiempo determinado.
Algo que la mayoría de nosotros nunca pensamos vivir y que solo visualizábamos en películas de ciencia ficción. Pero nos tocó vivirlo, sin aviso, sin planes de contingencia, desinformados y ahogados en incertidumbre y miedo.
Nos dijeron que duraría unas semanas quizás par de meses y que, con la cooperación de todos, volveríamos a la normalidad. Bastaba tener algo de conocimiento científico e histórico para entender y aceptar que no saldríamos de esta situación en par de años.
Nos pidieron encerrarnos y distanciarnos socialmente cuando debieron especificar que el distanciamiento debía ser físico, no social. Dijeron que la salvación era colectiva, sin ninguna base científica, legal o ética para sustentarlo. Recurrieron al utilitarismo extremo y a medidas draconianas para someternos y cumplir con reglas que violaban nuestros derechos humanos adquiridos y reconocidos a nivel mundial.
Consistentemente nos desinformaron, utilizaron los medios de comunicación para perpetuar una campaña de miedo y control, característica de cualquier novela distópica. Nos dijeron que nada iba a ser como antes, que habría “un nuevo normal” y que el no cumplir con las órdenes ejecutivas o administrativas no era una opción.
Rápidamente tuvimos más información sobre el virus y pruebas bastante efectivas para poder detectar a los infectados. Sin embargo, en vez de utilizarlas para detectar la infección y diagnosticar la enfermedad, las empezaron a usar como condición para recibir servicios de salud, viajar, trabajar, estudiar, etc. Luego llegaron las vacunas y en vez de vacunar primero a las poblaciones más vulnerables (ancianos y enfermos crónicos), las utilizaron para “evitar infecciones” entre los trabajadores “esenciales”.
Muchas muertes se pudieron haber evitado entendiendo dos conceptos simples: la diferencia entre estar infectado versus tener la enfermedad y la forma en que funcionan las vacunas.
El Departamento de Salud (DS) falló gravemente al igualar los conceptos de “infección” versus “enfermedad” e insistir en que las vacunas evitaban la transmisión del virus. Para tenerlo claro: el virus SARS-CoV-2 es el causante de la infección, pero la enfermedad COVID-19 solo se desarrolla si el paciente infectado tiene los síntomas de la enfermedad.
No todos los infectados con el virus desarrollan la enfermedad. Tal y como pasa con el virus del VIH, uno puede estar infectado, pero no tener la enfermedad del SIDA. No es lo mismo morir por causa de la enfermedad COVID-19 que morir por otra causa y estar infectado con el virus. Nunca sabremos exactamente cuántas muertes se atribuyen a la enfermedad, ya que para efectos del DS, una prueba positiva al momento de la muerte es equivalente a tener la enfermedad.
Por otro lado, las vacunas al igual que todas las drogas, tienen una indicación para su uso. La indicación de estas vacunas según sus etiquetas, es la siguiente: “Para evitar la enfermedad COVID-19, causada por el virus SARS-CoV-2”. En ningún momento estas vacunas han tenido una indicación que sea “para evitar la transmisión y propagación del virus”. Por lo tanto, el DS mal informó al Pueblo cada vez que publicaban anuncios con las siguientes frases: “Vacúnate por ti, por mí, por Puerto Rico”, “Las vacunas evitan la transmisión del virus”, “Protege a tus hijos, vacúnate”.
Para que un individuo ejerza su derecho de consentimiento informado y acceda o no a vacunarse, necesita tener la información correcta sobre la indicación, riesgos y beneficios de las vacunas.
No le bastó al gobierno con mantenernos mal informados y sin acceso a los servicios básicos (salud, educación, trabajo) también nos violaron nuestro derecho a la privacidad. No había ninguna razón para estar pidiendo tarjetas de vacunación como condición para tener acceso a servicios o movilidad. Si las vacunas nunca han evitado la transmisión del virus, es irracional que se nos pidiera evidencia de algo que no afecta en nada a otros individuos. El hecho de que yo haya decidido vacunarme, no afecta en nada a otra persona. Si yo me contagio con el virus la vacuna me protege, solo a mí, evitando que yo desarrolle la enfermedad. Aunque yo esté vacunada y con refuerzos, puedo infectarme y transmitir el virus a otros. Si una persona decide no vacunarse, igualmente puede infectarse y transmitir el virus a otros, pero acepta el riesgo individual de enfermarse.
Si algo debemos aprender de esta desagradable experiencia es que tenemos que educarnos en todos los temas que nos afectan. Necesitamos buscar información de fuentes confiables, conocer nuestros derechos, leer los sucesos históricos previos, no dejarnos llevar por nuestros prejuicios, por el miedo o la ignorancia.
Perdimos vidas, tuvimos un retroceso en la educación de nuestros niños y jóvenes, paralizamos la economía, abandonamos a nuestros abuelos y sacrificamos nuestra salud mental. Todo por confiar ciegamente en un gobierno irreverente que nos sometió y violó nuestros derechos bajo el pretexto de querer “salvarnos”.
Que la lección sea ésta: en la vida, la salvación siempre es individual.

Respetuosamente, no concurro con su análisis u opinión regionalista. Bastaba con ver las imágenes unas semanas antes lo que estaba pasando en España e Italia y de los miles de muertos que a diario tenían estos dos países, para saber que el COVID-19 era algo muy serio y había que contenerlo a como de lugar.
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Aviso si hubieron, nos catalogaron de conspiranoico, locos, inadaptados, fanáticos, esto se estaba anunciando desde 1984 por recuerdo haberlo leído una lastima que algunas de esas publicaciones no las guardé.
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Aunque no esté totalmente de acuerdo con la doctora, muy buen artículo.
Nota: Quien se vacuna (contra lo que sea) TRATA de protegerse y proteger al menos a su entorno. Quien no se vacuna ni se protege ni protege a otros. ¿No hay en esto un grado de irresponsabilidad, dejadez, insolidaridad?
Otra nota: ¿Cuándo van a meterle mano a los que se forraron con los fraudes con las vacunas (las que se compraron y no llegaron, las que se distribuyeron vencidas, las que no servían para nada, etc., etc.)?
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