JAIME TORRES TORRES
Jamás olvidaré la tarde en que, sorpresiva e inesperadamente, llegó al vestíbulo del diario en que trabajaba acompañado de su hijo Tito Jr.
“Jaime, aquí no está Tito Puente, el músico; sino tu amigo y vengo a pedirte un favor: a ver si podemos darle una ayudita a mi hijo”, dijo el maestro Puente, que llevó unos timbales para retratarse junto a su vástago para ilustrar la primera entrevista que un medio publicaría en Puerto Rico.
Físicamente Tito se nos fue la noche del 31 de mayo de 2000, tras una operación de corazón abierto. Un mes antes se había presentado con la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico y del Centro de Bellas Artes fue trasladado de emergencia al Hospital Pavía, donde convaleció durante varias semanas.
Una amiga enfermera me llamó a la redacción el día en que sería dado de alta. Compramos una cámara Kodak desechable y llegamos al hospital. Cuando nos disponíamos a subir a la unidad de cardiología se abrió la puerta del ascensor y salió Tito acompañado por su esposa Margie y su hija Audrey.
Tenía el pecho inflamado, pero aún así exhibía un abrigo, bastante ajustado, con la Monoestrellada en la espalda. Cuando nos vio, se emocionó y regaló su mejor sonrisa. Fueron sus últimas fotos en Puerto Rico. Quién diría que en fracción de segundos, de camino al taxi que lo esperaba para transportarlo al aeropuerto, una camarita desechable sería tan útil para unas fotos históricas que atesoro.
El amanecer del 1 de junio de 2000 fue triste. Recuerdo que ya había trascendido la noticia de la muerte de Tito. Confieso que lo lloré. Pero el mejor tributo debía ser la cobertura más completa para honrar su memoria. Y así se sucedieron, una por una, las entrevistas con Celia Cruz, Ralph Mercado, Johnny Pacheco, Eddie Palmieri, Ray Barretto, Mongo Santamaría, Gato Barbieri, Arturo Sandoval y muchos otros.
Me pasaron muchas imágenes por la mente. Desde el comercial para televisión de la pasta Crest, rodado en la playa con unos niños que tocaban percusión, hasta la memoria de los primeros discos que compré, “La leyenda” y los tres volúmenes dedicados a Beny Moré.
De momento, recordé la entrevista que le hice el 7 de enero de 2000 en que me insistía que, después de hacer de todo en la música, lo único que le restaba era viajar a la Luna y depositar sus timbales en su superficie.
Aquella tarde, después de revelar detalles de su disco con Eddie Palmieri, cuyo título “Masterpiece” fue sugerido por este periodista, me anunció que Steven Loza había publicado el libro “Tito Puente and The Making Of Latin Music”. Me prometió un ejemplar y el 10 de enero me lo envió dedicado y autografiado.
Dos meses después, en otro gesto de desprendimiento, me obsequió un ejemplar del libro “Tito Puente’s Drumming with The Mambo King” en el que explica en teoría y con ejemplos musicales en un cedé complementario los rudimentos del timbal y los pormenores de su técnica y ejecución.
Su primer concierto con la Orquesta Sinfónica coincidió con el de las Estrellas de Fania en el Hiram Bithorn, el sábado 15 de abril de 2000, en que abuchearon a Celia Cruz por unas declaraciones en contra de Andy Montañez por su visita a Cuba.
Aunque el concierto que produjo Rafo Muñiz no fue documentado para que el pueblo lo pudiera disfrutar, gracias a Joe Conzo, el amigo y biógrafo de Tito, escuchamos el mismo repertorio que semanas antes interpretó con la Sinfónica de Dallas.
El vacío de Tito Puente es inmenso.
Desde entonces se han celebrado tributos que exponen a las nuevas generaciones el legado del músico puertorriqueño más importante del Siglo XX.
Por algo el Servicio Postal de Estados Unidos canceló sellos a su honor y el año pasado Google le dedicó el logo de su página.
Aunque el cubano Vicentico Valdés logró un alto standing con Puente, fue el cantante mayagüezano Santitos Colón el que más discos vendió con Tito al igual que La Lupe.
“Dancemania”, de 1957, enloqueció a Killer Joe, Cuban Pete, Mike Ramos y otros bailadores del Palladium. Sus discos de descargas con Willie Bobo y Mongo Santamaría son épicos e indiscutiblemente obligados para los estudiosos de la percusión afrocubana. Su era con La Lupe, particularmente su trabajo en tributo a Rafael Hernández, es clase aparte. Poco más de media docena de álbumes con Celia Cruz fueron determinantes para que Fania la firmara y la catapultara junto a Johnny Pacheco, Willie Colón y otras estrellas del género.
Tito cerró la década de 1970 con sus tributos a El Bárbaro del Ritmo, Beny Moré. Entrados los 80 se acercó nuevamente al jazz, su otro amor en la música, pues se recordarán sus grabaciones “Night Beat”, de 1957, “Puente Goes Jazz” y “Puente’s Beat/Herman’s Heat” con Woody Herman y Charlie Byrd, de 1958, entre otras.
Pero al firmar con Concord-Picante, un sello especializado en jazz latino que se establece con la contratación del vibrafonista Cal Tjader, debuta con su Latin Jazz Ensemble y aporta títulos obligados como “On Broadway”, “Sensación” y “Un poco loco”, entre otros.
En la década de 1990 fue decisivo y muy influyente en la creación de TropiJazz, división de la disquera RMM de Ralph Mercado. Allí hizo historia al encabezar los Golden Latin Jazz All Stars, con Mongo Santamaría, Hilton Ruiz, Dave Valentín y otros.
Vocal e indispensable en el documental “Calle 54” del cineasta español Fernando Trueba, dedicado la aportación de los exponentes del jazz latino a la cultura mundial, Puente se despidió de la música con su gran amor: el mambo.
En 1998 y 1999 RMM lanzó dos volúmenes conmemorativos del 40 aniversario de “Dancemania”, grabados en vivo en el club Birdland con el sonero Frankie Morales, quien cantó los éxitos inmortalizados por Santitos Colón y Frankie Figueroa.
Se despidió con “Masterpiece”, que alcanzó a concluir, pero no a mezclar como hubiera deseado. Su posterior concierto en Puerto Rico, celebrado en el anfiteatro que lleva su nombre en Hato Rey, será recordado por su presencia espiritual desde sus timbales iluminados toda la noche por un perseguidor.
Hoy Ernesto Antonio Puente cumpliría 100 años. El mejor tributo siempre será divulgar su obra e instituir una cátedra a su memoria en el Conservatorio de Música de Puerto Rico.
¡Qué viva Puente!

