Cuando una pareja de ancianos decide dejar de vivir

Nota del Editor: El siguiente relato fue remitido por una pareja de ancianos a su entrañable amigo, el Lcdo. Luis F. Abreu Elías. La pareja optó por el suicidio.

Por Lcdo. Luis F. Abreu Elías

He recibido una carta. Y para mi sorpresa, es del único amigo de infancia que me quedaba. Al principio, al leerla, sentí coraje por su decisión y de su compañera, y la quemé. Después, confieso, mirándome en su espejo, que hizo lo que tenía que hacer. Como la quemé, resumo, a base de recuerdo, lo que leí.

“Estimado amigo y más que amigo hermano de la vida.

Mi compañera y yo, ante la inexistencia de una ley de suicidio asistido, decidimos dar por terminada nuestra existencia sobre la tierra, por nuestro propio esfuerzo. Ya viejos, entramos en un ciclo de enfermedades, dolamas, pérdida creciente de fuerzas para caminar y pérdida de capacidad para bregar con nuestra existencia.

La calidad de vida había desaparecido y solo quedaban dolores, limitaciones, y pero aún, soledad. Esa soledad que solo los viejos podemos comprender.

A veces, por unos minutos, algunos días de la semana, un familiar venía para ayudarnos a llevarnos en un carrito al baño. Ya mis salidas a la cafetería cercana, a la farmacia, o gasolinera eran más difíciles.

No había médico que viniera a la casa. El mundo seguía su rumbo y lo seguirá sin nosotros. El mundo mejor que soñamos en nuestra juventud, está más lejos que el Carajo. Así que de tanto pedir la muerte, decidimos por la eutanasia no asistida.

Teníamos, acumuladas, suficientes pastillas para acabar con nuestra miserable existencia. Firmamos esta carta ante cómo una ceremonia que anhelamos. Cada cual tomará un pote de pastillas que nos sumirán en un profundo y eterno dormir.

Adiós amigo, cuando te llegue esta, ya no habrá dolor, soledad ni tristeza”.

Cuando pueda contestaré esta carta. Estoy, aunque parezca raro, contento por mis amigos.

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