Cultura-Salud
Dra. Edna J. Carlo
Presidenta
Alianza Puertorriqueña de Tartamudez y Tartajeo (APTTA)
Cuando pensábamos que estábamos adelantando, llega la canción «No dejen que cante el gago», de Víctor Manuelle y nos exige una reflexión sobre estigma y representación.
Desde la Alianza Puertorriqueña de Tartamudez y Tartajeo (APTTA), organización que representa a personas que tartamudean, sus familias, profesionales y amigos, nos vemos en la necesidad de expresar públicamente nuestra profunda decepción y preocupación ante el reciente lanzamiento de la canción «No dejen que cante el gago» del reconocido artista puertorriqueño Victor Manuelle.
No escribimos desde la censura, sino desde el desaliento de estar, en pleno 2025, lidiando con la perpetuación de estigmas que hieren, invisibilizan y trivializan la experiencia de miles de puertorriqueños que tartamudean. El inicio de la grabación: «Cualquier parecido co-co-con la realidad es pura coincidencia…» no lo es. Está dicho con toda la intención. ¿De qué?
El contraste que duele: de Tavín Pumarejo hasta hoy
Puerto Rico conoció y amó a Gustavo Octavio «Tavín» Pumarejo, comediante y cantante de música típica que vivió con tartamudez toda su vida. Tavín no escondía su condición; al contrario, la integraba con dignidad en su persona pública. Cuando su tartamudez le impedía hablar, cantaba, porque esa es precisamente la realidad neurológica de la tartamudez: al cantar, las disfluencias desaparecen debido a la forma en que el cerebro procesa el lenguaje cantado versus el habla conversacional.
Tavín reía con el pueblo, no era el pueblo riéndose de su tartamudez. Había respeto. Había dignidad. Había humanidad completa.
Sin embargo, es importante reconocer que el uso del canto -aunque efectivo- era también una estrategia de evasión similar a las muchas técnicas que personas que tartamudean desarrollan para disfrazar su condición. Cambiar palabras, evitar situaciones de habla, usar muletillas, o en el caso de Tavín, cantar en lugar de hablar: todas son estrategias que permiten «pasar desapercibidos», pero que también limitan la participación plena y auténtica en la comunicación.
Tavín grabó con «Los Gagos Parranderos» música navideña que celebraba la tradición puertorriqueña. Y, aunque el nombre del grupo hacía referencia coloquial a la tartamudez, la música misma no convertía la condición en objeto de burla. Tavín reía con el pueblo, no era el pueblo riéndose de su tartamudez. Había respeto. Había dignidad. Había humanidad completa.
Lo que diferenciaba a Tavín era que él, como persona que tartamudeaba, decidía cómo representar su propia experiencia. Tenía agencia sobre su narrativa. No era otro quien lo convertía en caricatura.
Hoy, décadas después de Tavín, luchamos por una sociedad más inclusiva y de mayor aceptación a la diversidad, una sociedad en la que una persona pueda tartamudear sin miedo a ser objeto de burla y sin que su mensaje sea malinterpretado. Aspiramos a un Puerto Rico donde las personas que tartamudean no tengan que recurrir a estrategias de evasión para ser escuchadas, donde puedan hablar con sus propias voces, con disfluencias y todo, y aún así ser respetadas, comprendidas y valoradas.
El ejemplo presentado en la canción de Victor Manuelle obstaculiza directamente esta aspiración al presentar exactamente lo contrario:
* Burla ante la tartamudez evidente
* Malinterpretación del mensaje de la persona que tartamudea (con tonos de obscenidad)
* Rechazo a la participación plena de alguien por su manera de hablar
* Validación de que el canto es «aceptable», pero el habla con tartamudez no
Esto no es entretenimiento inocente. Es un retroceso cultural que refuerza precisamente los comportamientos discriminatorios que estamos trabajando arduamente por erradicar. Envía el mensaje de que está bien burlarse, está bien excluir, y está bien preferir el silencio o la evasión sobre la autenticidad.
La canción de Victor Manuelle, lamentablemente, construye su narrativa de manera muy diferente a lo que aspiramos como sociedad. Aunque sabemos que el artista trabajó con Jasond Calderón, un actor, comediante y cantante que, según ha compartido, tuvo experiencias con tartamudez en la infancia, escudarse en una experiencia personal pasada no otorga automáticamente la autoridad para representar a toda una comunidad diversa.
La realidad es que Calderón no tartamudea en el presente. Su experiencia, aunque válida y respetable, no refleja la vivencia diaria de las miles de personas que actualmente viven con tartamudez crónica en Puerto Rico, adultos cuyas decisiones cotidianas dependen de si tendrán que hablar, con quién y dónde; adolescentes que sufren bullying implacable; niños desarrollando traumas.
Ninguna experiencia individual, por más significativa que sea, puede ni debe representar la totalidad de experiencias de todas las personas que tartamudean. Y cuando esa representación viene de alguien que ya no vive esa realidad, se corre el riesgo peligroso de trivializar el dolor ajeno.
Recordemos:
• La tartamudez es una condición de comunicación que afecta aproximadamente a 1 de cada 20 niños (5%) y prevalece en 1 de cada 100 adultos (1%) en Puerto Rico. Muchas personas que tartamudean viven entre nosotros, pero no las vemos porque han desarrollado estrategias sofisticadas para ocultar su condición.
La tartamudez no es superada simplemente con «esfuerzo» o «actitud positiva». Es una condición neurológica compleja que requiere intervención especializada, apoyo continuo y, sobre todo, aceptación social.
Muchas personas que tartamudean desarrollan estrategias de evasión tan efectivas que su condición pasa desapercibida, pero el costo psicológico y emocional de ese ocultamiento es devastador.
El bullying y la burla no son «changuería», son formas de violencia que dejan marcas profundas y duraderas.
La representación importa. Cuando los medios perpetuan estereotipos, validan comportamientos discriminatorios en escuelas, lugares de trabajo y espacios públicos.
Cuando una canción convierte una condición de comunicación en el centro de la “gracia», cuando se minimiza el trauma real que muchos experimentan catalogándolo como “changuería» que no debe ofender, se valida la burla.
Esto no es un llamado a eliminar el humor de nuestras vidas. El humor puede ser sanador, liberador, transformador. Pero existe una diferencia abismal entre reír CON alguien y reírse DE alguien. Entre celebrar la humanidad compartida y reducir a una persona a su condición.
Por todo lo anterior, nos decepciona profundamente que en 2025, con todo el conocimiento disponible sobre diversidad, inclusión y el impacto del lenguaje estigmatizante, aún tengamos que explicar por qué esto importa.
Nos decepciona que artistas de la talla de Victor Manuelle, con una amplia plataforma de comunicación, ayude a perpetuar los estigmas que sufren a diario las personas con tartamudez (en las redes sociales ya hay videos y comentarios de personas cantando el tema en forma de burla).
Nos decepciona que se priorice la «comedia» sobre la dignidad humana.
No queremos que las personas que tartamudean tengan que cantar, cambiar palabras o evadir situaciones para ser aceptadas. Queremos que puedan hablar con tartamudez y aun así ser respetadas, comprendidas y valoradas.
Extendemos una invitación a Victor Manuelle y a su equipo: dialoguen con nosotros, conozcan a las personas reales que viven con tartamudez. Escuchen sus historias.
Comprendan el impacto de sus palabras.
Tavín Pumarejo nos enseñó que es posible celebrar la puertorriqueñidad, preservar nuestras tradiciones y mantener el humor SIN sacrificar la dignidad de nadie. Pero también nos dejó ver las limitaciones de tener que recurrir al canto como estrategia de evasión. Hoy, podemos aspirar a más: a una sociedad donde las personas no tengan que evadir su tartamudez para ser aceptadas.
A las familias: Si tienen un hijo, hermano o familiar que tartamudea, sepan que no están solos. Existen recursos, apoyo y una comunidad que comprende.
A los educadores: La tartamudez en el salón de clases requiere sensibilidad, acomodación y cero tolerancia al bullying.
A los medios de comunicación: Tienen el poder de transformar narrativas. Úsenlo responsablemente.
A las personas que tartamudean: Su voz importa, con disfluencias y todo. Merecen espacios donde puedan comunicarse sin miedo, sin vergüenza y sin tener que esconderse o usar estrategias de evasión para ser aceptados.
La tartamudez es parte de la diversidad humana en la comunicación. Merece respeto, comprensión y aceptación. La verdadera fortaleza de una comunidad se mide por cómo trata a todos sus miembros, especialmente a aquellos cuyas voces pueden sonar diferentes pero cuyas contribuciones son igualmente valiosas.
Invitamos a leer la Carta Abierta de un miembro de nuestra comunidad, el Dr. Rafael Ramos, escrito NO ‘por pura coincidencia’, sino con toda intención de expresar rechazo, desilusión, educar e invitar al diálogo y reflexión. Seguiremos luchando por un Puerto Rico donde todas las voces sean valoradas, donde las personas puedan tartamudear sin miedo, sin burla y sin tener que esconderse.
Únete a nuestra causa. Educa a otros. Y cuando escuches la próxima «broma» sobre la tartamudez, pregúntate: ¿estoy riendo CON alguien o riéndome DE alguien?
¿Estoy contribuyendo a una sociedad más inclusiva o perpetuando estigmas que hieren?
Con determinación renovada y compromiso inquebrantable hacia la inclusión.

