Fe-Espiritualidad
JAIME TORRES TORRES
Prensa Sin Censura
La sangre derramada por Jesús durante su pasión y crucifixión fue la de su madre María.
Es una verdad teológica fácilmente comprensible: Jesús se encarnó en María por obra y gracia del Espíritu Santo y ella le impartió vida con toda su genética.
En Lucas 2:35 leemos, durante la presentación de Jesús en el templo, un fragmento del encuentro del anciano Simeón con María. Le dice: “Y a ti una espada te atravesará el alma”.
Del pesebre al calvario, la profecía de la espada que le atravesaría el corazón [prefiguración de sus Siete Dolores] en el plan de la salvación proyectan y establecen a María indiscutiblemente como Corredentora.
El Vaticano retiró ese reconocimiento y aunque los argumentos son lógicos desde la praxis de la Fe, la veneración a María es una experiencia muy personal.
Se debe decir que no pocos protestantes blasfeman contra el Espíritu Santo cuando dicen que María fue una pecadora que estuvo activa sexualmente tras concebir luego de que el Paráclito descendiera sobre ella y el Poder del Altísimo la cobijara con su Sombra.
Repiten que tuvo otros hijos, ignorando lo que profetizó Ezequiel en términos de que “la puerta por la que ha pasado el Señor permanecerá cerrada” y también la propia alabanza de la Virgen cuando en el Magnificat afirma que “todas las generaciones la llamarán bienaventurada porque el Todopoderoso ha hecho grandes obras en su vida”.
Los Siete Dolores de María atemperados al Puerto Rico de 2025
La profecía de Simeón
¿Cómo podría sentirse la madre a la que le dicen que su hijo será motivo de caída de muchos, que será una contradicción y que desenmascarará la mentira? [Revelará los pensamientos de muchos corazones].
¿Cómo reaccionaría si le anticipan que lo verá morir? Sólo la madre que pierde un hijo puede comprender el dolor que el profeta compara con la espada que le atraviesa alma y corazón. A juicio de este periodista, con la profecía de Simeón comienza la misión de María como corredentora.
La huida a Egipto
No encontró donde parir a Jesús y terminó haciéndolo en un humilde portal o establo para mulas y bueyes, expuestos el Niño, su padre José y María a un foco de contaminación y bacterias. El Emanuel, el Dios con Nosotros que profetizó Isaías, nació en cuna de pobreza. Fueron emigrantes porque tuvieron que huir a Egipto para que Jesús saliera ileso de la matanza ordenada por Herodes a los niños recién nacidos hasta dos años de edad. María, como Corredentora, sabe muy bien lo que sufre la madre emigrante con las detenciones y extradiciones de ICE y la madre desplazada, como sucede en Puerto Rico durante la presente gentrificación, incluso lo que sufren las mujeres desterradas de su natal Palestina.
El Niño Jesús perdido en el templo
Tres días perdido en el templo de Jerusalén, a donde desesperados regresaron cuando a su llegada a Galilea vieron que el Niño no los acompañaba. María conoce muy bien la desesperación de las madres cuyos hijos salen de sus hogares y nunca regresan. La estadística de desaparecidos documentada por las comandancias de la Policía de Puerto Rico es elevada. Hay casos, como el de Rolandito, que conmovieron no solo a su familia, sino a todo el Pueblo. Las desapariciones son frecuentes en tiempos de la trata de niñas para fines de explotación sexual y del trasiego de órganos vitales. María sabe muy bien lo que sufren los padres de una criatura perdida.
Jesús encuentra a su Madre
De camino al Gólgota con la cruz a cuesta, horriblemente descuartizado, María lo encuentra. Bastó una mirada. Un abrazo en que lágrimas y sangre se fundieron. María comparte los sentimientos de la madre que visita a su hijo enfermo en el hospital, preso en la cárcel o que deambula por su adicción a las drogas y el licor. Las palabras sobran, los abrazos y besos abundan. Y las miradas nubladas de lágrimas de amor también.
La crucifixión
Jesús es asesinado en la cruz. María lo vio morir, como lo profetizó Simeón. La espada de su pasión y muerte le perforó el alma y le atravesó el corazón. María experimentó la angustia de las madres cuyos hijos son asesinados en las calles, por sobredosis de fentanilo o que en años recientes de la vacuna experimental compulsoria como requisitos de trabajo y estudios mueren de súbitos infartos al miocardio o flagelados por turbos cánceres, cuando eran personas saludables. María sabe muy bien los sufrimientos de los crucificados del 2025 por la corrupción política que no garantiza servicios esenciales, vivienda propia, empleo y que condiciona la calidad de vida al capital.
Jesús es bajado de la Cruz
En Belén lo cargó y mimó en su regazo. En Belén gozó con la sonrisa y la mirada del Divino Niño. En el Gólgota su cuerpo traspasado y muerto estremeció su humanidad. La Virgen comprende a las madres cuyos hijos son ninguneados y privados de oportunidades de empleo por la claque política que se reparte el botín. Entiende, ampara e intercede por sus hijos. Como en Caná de Galilea, quiere interceder en los milagros de la cotidianidad, recordando: “Haced lo que Él os diga”.
Jesús es colocado en el sepulcro
La séptima espada de dolor que experimentó María fue la sepultura de su hijo Jesús. 30 años a su lado y 3 de ministerio, anunciando el Reino. Pasó haciendo el bien; sanando leprosos, ciegos, endemoniados y mudos de cuerpo y alma. Pero todo lo guardó en su corazón. Nunca se quejó; nunca renegó; nunca reclamó. Se entregó al extremo como Corredentora de la humanidad. Y en noviembre de 2025, luego de que el Vaticano dejara de reconocerla como Corredentora, la eterna María anima en la esperanza a las madres que sepultan a sus hijos por distintas razones; con su silencio las fortalece y con su Sí radical las anima a confiar en su hijo Jesús, la Luz que venció las tinieblas.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo. Bendita eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre Jesús…

