La Vida es Bonita: La estremecedora versión del verdadero Héctor Lavoe

Salsa-Teatro

Nota del Autor: El 30 de septiembre de 2026 se conmemorarán 80 años del nacimiento de Héctor Juan Pérez Martínez, ‘Héctor Lavoe’. “La Vida es Bonita”, basado en el libro “Cada Cabeza es un Mundo: La Historia de Héctor Lavoe”, es un monólogo en cuatro actos que publicaremos a inicios del 2026, con la idea de que se pueda representar en escenarios teatrales de Puerto Rico, Nueva York, Perú, México y Colombia. La intención es revelar el perfil de El Cantante, sus luchas, alegrías y contribución a la cultura popular. Hoy en que se conmemoran 79 años de su natalicio compartimos extractos del tercer acto.

Se escucha “Para Ochún” del disco El Sabio

(Escenario casi a oscuras. Un faro ilumina el altar santero de su habitación. Se escucha, muy bajito, la canción “Para Ochún”. Héctor Lavoe aparece desde la oscuridad caminando lentamente, sin camisa, encorvado, sin sus espejuelos, con un cigarrillo en la mano derecha que fuma y un ramo de rosas rojas y blancas en la mano izquierda mientras tararea los soneos de “Para Ochún”. 

Intenta arrodillarse como un acto de reverencia, pero se cae… Deja de cantar. Con dificultad intenta levantarse y cae nuevamente. Se apoya en el gavetero en cuya superficie conserva las imágenes de los santos de su devoción y todo se cae, excepto un cuadro del Sagrado Corazón de Jesús que queda inmóvil. La música desaparece.)

 Héctor Lavoe:

“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

No puedo más con mi vida, coño. Mi existencia ha sido un caos. Lo más que he amado lo he perdido… 

You know, brother, perdí a mi mai, más adelante a mi pai; a mi hijo Héctor Lavoe Jr., el Hectito de mi corazón… Perdí a mi suegra Gina… Mi vida es una tragedia… Se me quemó el apartamento y tratando de salvarme me fracturé una pierna… Me enfermé de Sida por la maldita manteca…

(Sollozando y entre lágrimas toma en sus manos la imagen del Sagrado Corazón de Jesús) 

¿Por qué? Dime, ¿por qué a mí? Me siento como muerto en vida. Ay, bendito… No puedo… No quiero vivir… Me tiré del balcón de mi habitación en el Regency deprimido… El concierto había sido un fracaso… Lo suspendieron y yo quería cantarle a mi gente, aunque no pasaran de cien, pero a los que me fueron a ver a mí… Le dije a Puchi: ‘no jodas más, que me voy a tirar’ y me tiré del noveno piso pa’ matarme y, como la yerba mala nunca muere, sobreviví y mírame aquí trastornao, prendiendo velas a los santos de mi devoción…

(Héctor busca su cajetilla de cigarrillos y descubre que se le terminaron. Con dificultad se pone una camisa de manga corta que abotona mal, echa mano a una gorra, unas sandalias y camina con dificultad para salir del apartamento en Queens Boulevard Tower…)

Necesito un taxi que me lleve a comprar unos cigarrillos… Un taxi, un taxi…

(Se escucha ‘Taxi’ y en una pantalla se proyectan videos de taxis recorriendo las calles y avenidas de Nueva York)

Lléveme al número 13, de la Calle Tristeza, esquina Agonía, que allí moriré… Yo no tengo nada que valga la pena, todo, todo lo perdí…

(El escenario se oscurece y entre sombras aparece Héctor Lavoe sentado en la mesa del comedor de su apartamento, cabizbajo y fumando, con el cuadro del Sagrado Corazón de Jesús en sus manos. En la pared hay una imagen de Jesús Crucificado. Hay varios velones blancos y rojos encendidos. En la escena se observa mucho humo. En la pantalla se proyecta la imagen del Sagrado Corazón y la silueta de Héctor en contraluz. Se escuchan con poco volumen fragmentos de “Rompe Saragüey”. Héctor sigue el monólogo entusiasmado por los recuerdos y la música se deja de escuchar.)

Héctor Lavoe:

Nunca he jugado con los santos… Yo respeto a Ochún y Yemayá… Con los santos no se juega… Cuando llegué a los Niuyores, y comencé a cantar, rápido vi que en el ambiente había dos cosas seguras pa’ los jíbaros que como yo buscaban la fama… Había que tocarse (gesticula hacia su antebrazo izquierdo), quemar (gesticula como si fumara un pitillo) y subir a cantar con una nota que desde El Corso llegaba a Bélgica en Ponce… A Willie no le gustaba que yo cantara arrebatado…. Yo comencé con Ismael, tú sabes, pero él se quito y yo me volví un trastornao porque cuando te arrebatas te patina el coco, sobre todo, You Know, cuando usas manteca brother… La otra moda era iniciarse en la santería… Para protegerte de la envidia, del mal de ojo, prendías velas, te vestías de blanco, venteabas frutas y consultabas al padrino…  

Pero, man, en el fondo yo creía en Cristo… Yo vengo de la tradición católica… Yo cantaba en rosarios y promesas a los reyes y en las fiestas a la santa cruz…

Por su dolorosa pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero…

En Ponce, Fidela y su esposo Ramón me bautizaron en la catedral… Yo de chamaquito iba a misa con mi madrina Fidela y comulgaba…

(Héctor se entristece)  

A veces pienso que toda la mala suerte que he tenido, you know, es resultado de un trabajo; de una maldición… Y eso no es relajo Man… Mi vida no ha sido fácil, pero entre tanto revolú de mierda, cuando pienso en Fidela, en mi sister mayor Priscilla, en mi viejo Luis Pérez, en Lilly, en José y Carmen, en Willie, Richie Bonilla, Maisonave y Johnny no puedo evitar llorar porque es gente que yo quiero de gratis y me aman un montón…

Esa gente me revela al Señor… A Cristo, el crucificado, al Todopoderoso, que algún propósito he comprendido, quizás un poco tarde, tiene con mi vida…

Se escucha un estruendo que estremece el escenario. Héctor cae de rodillas. Una luz brillante e intensa cubre el comedor. Y se escucha una Voz:

Yo siempre te acompañé…

(Héctor Lavoe canta “El Todopoderoso”)

Ay. como lo escupieron, como lo empujaron, como lo llevaron a crucificar…

(Texto: Jaime Torres Torres, La Vida es Bonita, Monólogo en Cuatro Actos, basado en el libro “Cada Cabeza es un Mundo: La Historia de Héctor Lavoe”.)