Es fácil culpar a la izquierda del mal de la derecha en el poder…

ImperialismoOpinión

Por Norman Ramírez Talavera

Para Prensa Sin Censura

En 1959, Salvador Agrón, un joven puertorriqueño de apenas 16 años, cometió un asesinato en Manhattan que lo convirtió en demonio mediático. La prensa lo llamó “el Vampiro de la Noche” y lo usó para estigmatizar a toda una comunidad.

Aunque la mayoría de los boricuas eran familias trabajadoras, su figura alimentó un estereotipo duradero: el puertorriqueño como criminal, violento, amenaza social.

Ese estigma cultural también se reflejó en el arte. West Side Story, estrenada ese mismo año en cine, dio rostro humano a los puertorriqueños, pero también fijó en el imaginario colectivo la idea de que estaban atrapados en pandillas y violencia callejera. La ficción y la prensa caminaban juntas en la tarea de sembrar miedo.

El patrón de criminalizar a comunidades enteras no era nuevo. En 1919, durante el Red Summer, decenas de ciudades fueron escenario de masacres y linchamientos contra afroamericanos. En Chicago, una simple acusación contra un joven que “había cruzado” a la zona de la playa de blancos desató una ola de violencia. En Elaine, Arkansas, el rumor falso de que campesinos negros planeaban una rebelión sirvió de pretexto para asesinar a cientos de hombres, mujeres y niños. Una acusación aislada —muchas veces inventada— se convertía en sentencia colectiva.

En Utah, ese eco volvió a sentirse. Tras el asesinato de un hombre, circularon rumores de que el responsable podía ser hispano. La sola sospecha bastó para que muchos puertorriqueños y latinoamericanos prefirieran no salir de sus casas, temerosos de represalias y de la estigmatización que tantas veces ha caído sobre los nuestros.

La sorpresa llegó con el arresto: el sospechoso resultó ser Tyler Robinson, un joven anglosajón, hijo de una familia republicana conservadora, autodefinida como cristiana. La narrativa de los prejuicios no se derrumba, de eso se encargarán los demagogos de MAGA. El miedo sembrado en la comunidad hispana reveló su raíz histórica: la facilidad con que en Estados Unidos se convierte la excepción en regla y la sospecha en castigo colectivo.

Del Red Summer de 1919 a los titulares sobre Salvador Agrón, de West Side Story a Utah, la historia nos enseña un patrón inquietante: los prejuicios convierten acusaciones en linchamientos, crímenes individuales en culpa colectiva. La lección es clara: un crimen puede ser juzgado, pero nunca puede definir a un pueblo.

A la derecha Donald Trump. Foto/Casa Blanca

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