Historia
Pablo Francisco Cruz-Azize
Para Prensa Sin Censura
Me pareció muy vergonzoso que el 25 de julio de este año, aniversario de la invasión de los Estados Unidos, el Partido Popular Democrático celebró desde Mayagüez la farsa colonial del Estado Libre Asociado.
Creo sin embargo que lo ocurrido puede servir para concientizar sobre la importancia de Mayagüez durante la Guerra Hispano-estadounidense: si bien la ciudad debió resignarse ante las adversas circunstancias y acabó recibiendo a los invasores, otros de sus valientes hijos dieron un combate que, si bien poco logró a corto plazo, ayudó a romper el mito colonialista de que los puertorriqueños aceptaron la invasión.
Recuerdo cuando en mi último año de escuela superior se discutió la invasión de los Estados Unidos. Fue motivo de desmoralización, desilusión y vergüenza tener que oír al maestro explicar que no hubo resistencia a la invasión de parte de los puertorriqueños y que se dio el fenómeno de la colaboración con el invasor.
El maestro, quien era bueno en su trabajo y simpatizaba con la independencia, acabó lamentando cómo en Puerto Rico ocurrió este fenómeno, junto al de las partidas sediciosas anti-españolas, en vez de una lucha común contra el enemigo.
El libro que utilizábamos, que era del historiador Francisco Scarano, nos explicaba además que los líderes políticos puertorriqueños de aquel momento acabaron dándole el visto bueno a la cesión de Puerto Rico a los EE.UU. tras la guerra solo porque traería las “garantías y bendiciones” del gobierno “democrático” estadounidense que exaltó Nelson Miles, líder de las fuerzas invasoras.
El libro para colmo llegó a decir que según el punto de vista compartido por los estadounidenses de aquella época Puerto Rico merecía ser colonia solo por no haber luchado contra la invasión.
Esta y otras concepciones falsas sobre lo que era Puerto Rico contribuyeron a desarrollar en mí una inmensa dificultad para valorar positivamente a nuestro país y a la historia de nuestra patria.
La apertura a las enseñanzas del Maestro Albizu Campos sin embargo me fue ayudando a ver lo que nuestros libros de historia escritos bajo la influencia del colonialismo no me podían mostrar.
Tuve la oportunidad de asistir al funeral de Rafael Cancel Miranda en Mayagüez, celebrado una semana antes del encierro del COVID-19 en el 2020. Ahí escuché decir a uno de los oradores que don Rafael se sentía muy orgulloso de ser mayagüezano por haber Mayagüez sido el pueblo de Juancho Bascarán, quien luchó por la independencia de Puerto Rico contra la invasión de los EE.UU. en 1898.
Otro de los asistentes me informó privadamente que Juancho Bascarán realmente había combatido como parte de las tropas de España.
Descubrí a finales de aquel mismo año el libro La Guerra de 1898 y Mayagüez, escrito por Federico Cedó Alzamora, quien llegó a ser historiador oficial de Mayagüez. Esta obra histórica narra los hechos de la Guerra Hispano-estadounidense en relación a Mayagüez, aunque resume de manera general lo ocurrido durante el conflicto a lo largo del País.
Desmiente Cedó Alzamora a los adictos al régimen colonialista, quienes reclaman que no hubo invasión sino “invitación”. El historiador mayagüezano demuestra en cambio cómo el pueblo a inicios de la guerra apoyó a España y acusa a aquellos puertorriqueños que le abrieron la puerta al enemigo de buscar satisfacer solamente sus propios intereses. El posterior recibimiento de los invasores por parte del pueblo es contextualizado por el autor, quien argumenta que la incapacidad de España para ganar la guerra desmoralizó a los puertorriqueños, quiénes tan solo se resignaron a aceptar con mínima resistencia la ocupación nueva de los EE.UU.
No fue este el proceder de todos: destaca Cedó Alzamora cómo los puertorriqueños y españoles lucharon contra las fuerzas invasoras en el oeste de Puerto Rico, donde sobresalieron dos batallas: la Batalla de Hormigueros del 10 de agosto y el Combate del Guasio del 13 de agosto. Nos muestra cómo primero en Hormigueros los defensores de Puerto Rico detuvieron el avance del enemigo hasta verse forzados a retroceder por falta de municiones. Siguiendo órdenes de arriba, los soldados al servicio de España se retiraron de Mayagüez y emprendieron camino hacia Arecibo, donde se agrupaban fuerzas aliadas dirigidas a preparar la anticipada defensa de San Juan que nunca llegó a ocurrir.
Las tropas estadounidenses alcanzaron a los defensores mientras cruzaban el río Guasio, pero el valor guerrero de los soldados de Puerto Rico frenó a los estadounidenses y permitió que la mayoría de las tropas cruzaran el río.
En ambos combates, los soldados de Puerto Rico y de España lucharon tan y tan bien, que los estadounidenses creyeron equivocadamente que se enfrentaban a fuerzas superiores en número.
Los pobres prisioneros de guerra capturados por los EE.UU. recibieron el reproche del pueblo una vez fueron llevados de vuelta a Mayagüez. Este rechazo popular a los capturados es interpretado por Cedó Alzamora como un medio para congraciarse con el invasor.
No fue así el caso del Capitán Juan Ignacio Bascarán Quintero, quien logró evitar la captura y al regresar a Mayagüez fue vitoreado por el pueblo, demostrando así tal vez con quiénes estaban sus simpatías.
Este capitán y aristócrata mayagüezano había recibido la encomienda de seleccionar a los mejores jóvenes de todo Mayagüez y prepararlos para resistir la invasión, formando unidades de guerrillas armadas por él mismo y que fueron conocidas como “los Sucios” por su falta de uniformes.
Lucharon en Hormigueros y luego en el Guasio, donde lograron cubrir la retirada de la mayoría de sus compañeros de lucha y escapar del enemigo sin ser vistos. Los estadounidenses, impresionados por la habilidad del Capitán Bascarán, le ofrecieron unirse a su ejército cuando acabó la guerra, pero él rechazó honrosamente la oferta.
Acabó muriendo luego en la cárcel en extrañas circunstancias, supuestamente por suicidarse.
Lamentablemente, la figura de Juancho Bascarán ha quedado relegada en nuestra historia. Cedó Alzamora considera a este mayagüezano “el más grande héroe puertorriqueño de la Guerra Hispano-americana en la campaña de Puerto Rico”, pero no se enseña sobre él en nuestras escuelas y universidades.
El heroísmo de Bascarán y otros como él podrá cuestionarse. Algunos podrán impugnar legítimamente que hayan combatido en una guerra que ya se consideraba perdida y que en efecto no fue ganada, haciendo vano su sacrificio: el liderato español, como consta del libro, sabía que tras sus derrotas en Cuba y en las Filipinas ya no podría ganar la guerra, pero ante la invasión siguió luchando en Puerto Rico para salvar lo poco que quedaba.
Puede argumentarse también que Bascarán y los suyos representan otro colonialismo, ya que luchó bajo bandera de España y no de Puerto Rico.
Conviene recordar, como demuestra el autor, que la invasión estadounidense de nuestra patria careció de todo título justo y que debía, de algún modo, hacérsele frente… y más cuando conocemos que EE.UU. convirtió a Puerto Rico (que ya bajo España había finalmente alcanzado una respetable autonomía) en una colonia que, hasta el día de hoy, todavía carece de los poderes necesarios para gobernarse a sí misma.
Juancho Bascarán y otros mayagüezanos y puertorriqueños como él nos demuestran que la resistencia a la invasión estadounidense, contrario a lo que quieren hacernos creer desde el oficialismo colonialista, sí existió y que por tanto no se debe invocar nuestra falta de lucha como justificación del colonialismo.
Representan, además, una disposición virtuosa a defender la patria que debemos fomentar si queremos organizarnos para descolonizar a Puerto Rico hoy.
Puerto Rico, al pensar en Mayagüez, no debe recordar solamente la refundación del PPD, sino también, y más todavía, que desde Mayagüez se luchó contra aquellos invasores que impusieron el régimen colonial vigente.
Confío que este artículo contribuya a crear más conciencia en Puerto Rico sobre la historia de resistencia que el colonialismo se ha empeñado en desconocer.

