Cultura–Opinión
José Alayón
Teólogo
Soy de la generación de los ‘Baby Boomers’ criollos, que crecimos escuchando salsa en las radiolas cuando los sábados hacían la limpieza general en la casa, en las fiestas de marquesina y la que teníamos en aquellos famosos discos de larga duración.
Durante mi servicio militar escuchaba música romántica de cantantes como Lionel Richie, como You are the Sun, You are the rain, la misma que traducía al español para enamorar a la que hoy es mi esposa, tal como lo hacen algunos jóvenes hoy, cuando le dedican canciones de YouTube a sus compañeros o compañeras sentimentales.
Con los merengues de los 80 comenzaron las canciones con doble sentido y ni hablar de la música navideña de Tavin Pumarejo o de Juan Manuel Lebrón.
El reguetón no lo acostumbro a escuchar, simplemente porque no es la música que me acostumbré a oír. Lo primero que escuché de música urbana fue Querido FBI, luego del asesinato de Filiberto Ojeda Ríos, que me indignada por la forma violenta e inhumana se realizó. Esto me hizo seguir escuchando la música de Residente como Latinoamérica o recientemente This is not América.
Sucede que su música exalta ese sentir patrio, cuya historia en esta colonia opaca la Patria Grande que nos han negado como pueblo.
Lo primero que escuché de Bad Bunny fue la canción que realizó junto a Residente que era Amolando los Machetes, una metáfora para luchar contra la nefasta gobernación de Ricardo Roselló.
Tiempo más tarde ví su video de El Apagón, porque el documental sobre la gentrificación en nuestro país fue algo impactante y con lo que hasta hoy continuamos luchando.
Me agrado su apoyo a la Alianza y su participación en aquel histórico cierre de campaña.
Pero ahora surgen múltiples voces desde el fundamentalismo cristiano condenando el concierto de Bad Bunny, molestos por el apoyo masivo a sus conciertos alegando que sus letras son obscenas y que alegadamente se trata de una manifestación satánica.
Voy a hablar de un poco de historia para entender porque apoyan este tipo de concierto.
Durante décadas muchas iglesias protestantes han desarrollado medidas para suprimir que independentistas formaran parte de ellas.
Jamás olvidaré la única vez que acudí a Clamor a Dios en 1982, cuando escuché del propio Jorge Rashcke que ninguna persona que se hiciera llamar cristiano podía decir que era independentista. Eso causó que yo y otros amigos independentistas y cristianos protestantes abandonáramos indignados el lugar inmediatamente.
Como olvidar a un buen amigo pastor de Dorado que fue forzado a abandonar el pastorado por ser independentista y socialista por su denominación, una que se expresa hoy sobre la tolerancia de lo no esencial. El no fue el único en aquella época.
Desde mis años de universitario, me acostumbré a comprar y leer el semanario Claridad cada semana. Un día fui a un pequeño colmado cerca de casa y compré uno, sin percatarme que detrás de mi estaba una amiga de mi madre, que me reprendía “los demonios” por comprar el semanario.
Para colmo, en la actualidad permea en el ambiente más conservador un sentimiento que poco a poco se fue expandiendo y es apoyado por sectores conservadores dentro de la Iglesia Católica. Recuerdo como primero se hacían listas de candidatos de los valores cristianos.
Pero con la llegada del ultraderechista Agustín Laje y la alegada Ideología de Género (patrañas para culpar al socialismo de utilizar la homosexualidad para destruir las sociedades capitalistas), han logrado esparcir miedos irracionales y perseguir todo lo que no se sujete a esa sicosis colectiva irracional del moviento fundamentalista cristiano. Por esa razón, atacan a todo cristiano que respaldó la Alianza como lo han hecho abiertamente algunas personas con programas en emisoras como Nueva Vida o en el partido Proyecto Dignidad. Esto ha sido como revivir todas esas construcciones creadas durante la Guerra Fría.
Pero esto no se limita a perseguir cristianos independentistas o socialistas, sino que se persiguen voces desde la academia, como los profesores del Seminario Evangélico de Puerto Rico o cualquier tipo de cristiano que le guste el quehacer teológico.
Si no hay lugar para socialistas e independentistas en las iglesias por la intolerancia creada, una versión moderna de la inquisición medieval, hace que muchos escapen de entornos religiosos y apoyen a artistas como Bad Bunny que busca un renacer de esa identidad puertorriqueña que el colonialismo ha arrancado del sistema educativo.

