Filosofía
(Tercero y último de una serie)
Néstor Díaz Valentín
Para Prensa Sin Censura
Intentamos sobrevivir en una forma de vida, pero nuestras acciones están poniendo en peligro nuestra propia existencia. La vida en la tierra es solo un momento fugaz para la humanidad. Somos creaciones eternas, esforzándonos por estar completamente interconectadas con la inteligencia que impregna toda la existencia, no solo en este planeta, sino en todo el cosmos.
Nuestra misión principal es crear un entorno próspero y sostenible para todos los seres, no solo para unos pocos. Cuando dañamos o destruimos un aspecto de la red de la vida, inevitablemente también nos perjudicamos a nosotros mismos. La distinción entre uno mismo y el otro es una ilusión; todos somos parte de un todo unificado e interconectado.
Nuestra existencia no se trata de propiedad o control individual; se trata de convertirnos en parte del conjunto más amplio, de reconocer nuestra interconexión con toda la existencia. No estamos separados; no somos superiores ni inferiores; todos somos parte de una red de vida unificada, eterna e infinita. ¿Somos realmente seres superiores o inferiores? ¿Deberían aquellos que reclaman superioridad sobre los demás tener dominio sobre todo el planeta? ¿Seguiremos actuando de la misma manera que lo hacemos en este planeta, pero en un planeta distante como Marte?
Estas preguntas exigen nuestra atención e introspección. Al examinar nuestras acciones y motivaciones, podemos descubrir la verdad sobre nuestra propia naturaleza y el mundo en el que habitamos.
La idea de vivir no es exclusiva de la humanidad; es un aspecto inherente del planeta y de todas sus creaciones. Nuestra existencia es una manifestación de la esencia o existencia a la que nuestros antepasados y creadores se han referido en varias formas, como Dios, Tao, Buda o Ala.
No somos individuos aislados, sino que somos parte de un todo más grande e interconectado. A medida que continuamos lidiando con las complejidades de nuestro mundo y nuestro lugar como parte suya, debemos enfrentar las preguntas fundamentales que se han planteado. ¿Somos realmente capaces de poseer todo este planeta, o somos simplemente habitantes temporales, atados a la tierra y al universo? ¿Cuál es la verdadera naturaleza de nuestra existencia y cuál es nuestro papel en el gran esquema de las cosas?
Al examinar nuestras acciones y motivaciones, podemos descubrir la verdad sobre nosotros mismos y el mundo en el que habitamos.
La lucha es real mientras navegamos por las complejidades de la naturaleza humana, donde el deseo de autoconservación y ganancia individual a veces puede eclipsar nuestra humanidad compartida. Es una batalla constante para mantener nuestros valores, especialmente cuando nos enfrentamos a acciones que son desagradecidas, insensibles y egoístas. Debemos permanecer vigilantes y comprometidos con nuestros principios, asegurando que nuestra comunidad global continúe prosperando y floreciendo a pesar de estas presiones externas. Esta interconexión también es evidente en nuestras interacciones diarias; por ejemplo, cuando te inflijo dolor, no solo te estoy causando sufrimiento, sino que también me estoy infligiendo daño a mí mismo en un sentido más amplio.
La energía que emitimos y las acciones que tomamos reverberan en todo el universo, dando forma a nuestra realidad e influyendo en el tejido de la existencia en su conjunto. Por lo tanto, es crucial reconocer que nuestro bienestar está entrelazado con el bienestar de los demás, tanto en nuestro planeta como definitivamente más allá.
Nuestra comunidad global, construida sobre los principios de humanidad, compasión y unidad, se esfuerza por encarnar virtudes como el cuidado, el amor y el apoyo. Nuestro objetivo es crear un mundo donde la cooperación y la armonía prosperen, donde respetemos las diferencias de los demás y fomentemos un sentido de unión.
Sin embargo, a pesar de nuestros esfuerzos colectivos por ser enriquecedores y empáticos, hay poderosas influencias externas que pueden distorsionar nuestras tendencias naturales. Estas fuerzas a menudo conducen a comportamientos que son opuestos a lo que buscamos, como la insensación, el resentimiento y el odio. Nos encontramos lidiando con el desafío de equilibrar nuestra capacidad innata de amabilidad con las influencias corruptoras que amenazan con separarnos. En este mundo complejo, nuestro desafío es reconocer y contrarrestar estas influencias negativas mientras continuamos definiendo los valores que nos hacen una sociedad solidaria y compasiva. Debemos abrazar nuestra fuerza y resiliencia colectivas, sabiendo que juntos podemos superar estos obstáculos y crear un mundo más armonioso y amoroso. Es a través de esta lucha continua y nuestra inquebrantable dedicación a nuestros valores fundamentales que realmente podemos definirnos a nosotros mismos como una cultura «humana» global de este espacio planetario, así como de otras dimensiones, frecuencias y creaciones espaciales.

