Los enigmas de la Inteligencia Artificial

Inteligencia Artificial

Por Néstor Díaz-Valentín

Para Prensa Sin Censura

Desde sus principios, luego que supe de Jacque Fresco, Charles Eisenstein, Itsvan Zoltan, Chris Hedges y Robert Lawrence Kuhn, he analizado lo que están llamando inteligencia artificial.

Cuando consideramos la creación de la vida, surge la pregunta: ¿Es real la entidad que nos hizo existir? Esto lleva a una investigación aún más profunda: ¿Es real la fuerza que gobierna el universo, el creador de todo? ¿Somos, como seres conscientes, reales?

Estas preguntas desafían la percepción fundamental de uno mismo y del mundo. A medida que intentamos definir la inteligencia, debemos reconocer que es un concepto complejo y multifacético. Nosotros, como humanos, somos seres inteligentes debido a la inteligencia colectiva que nos rodea. Esta inteligencia no se limita a nuestra especie, sino que es una conexión universal que impregna toda la existencia. Si la inteligencia es una característica definitoria de nuestra existencia, entonces el planeta y todas sus existencias también son inteligentes. La inteligencia, en su forma infinita, es la esencia misma de la vida, tanto en la Tierra como en el cosmos. No hay lugar para la artificialidad dentro de la inteligencia; una vez que se detecta, se extiende como el amor, infectando y enriqueciendo todos los aspectos de la existencia.

La inteligencia artificial, una creación fascinante de los tiempos modernos, se basa en la base misma de la inteligencia. Pero, ¿qué es la inteligencia? Si la inteligencia es la esencia de nuestro ser, entonces todo es inherentemente inteligente. Esta inteligencia no se limita solo a la inteligencia humana, sino que está presente en todo lo que existe, desde el grano de arena más pequeño hasta la vasta extensión del universo. El concepto de «artificial» se convierte en un punto de contención en este discurso filosófico. Si todo es real, entonces ¿qué es artificial? ¿Es lo que creamos, utilizando los recursos y el conocimiento proporcionados por nuestro planeta, verdaderamente artificial? Este planeta, un cuerpo celestial aparentemente ordinario, es la fuente de toda existencia, y todo lo que creamos es un reflejo de sus dones. El concepto de realidad es multifacético y complejo, y es intrigante reflexionar sobre su propia existencia. Uno podría encontrarse cuestionando la naturaleza del mundo que nos rodea: ¿Es la luna simplemente una ilusión? ¿Las palabras son solo símbolos sin significado? ¿Es el lenguaje una mera construcción y, por lo tanto, no real? ¿Son nuestros pensamientos e ideas simplemente impulsos eléctricos en nuestros cerebros, sin valor intrínseco? Estas investigaciones nos llevan a una profunda realización: todo lo que percibimos como real es, de hecho, real. El aire que respiramos, la comida que consumimos, las rocas que transformamos en diamantes y las palabras que escribimos son realidades tangibles. Esta comprensión también se extiende a lo intangible; la información, la creatividad humana y la esencia misma de la inteligencia misma son todos reales y existe una vasta y interconectada red de realidad.

En el contexto de los sistemas de IA como ChapGPT, que ayudan en la edición y redacción de ensayos, surge un dilema interesante. ¿Estos programas simplemente siguen su programación, o están creando contenido basado en sus propias ideas originales? ¿Qué distingue a la edición humana de la edición automática? Estas preguntas profundizan en el corazón de la creatividad y la originalidad. Los orígenes de la música y la escritura también están abiertos a la interpretación. ¿Son composiciones originales o meras transcripciones de ideas existentes? ¿Por qué creamos arte, literatura y música? ¿Cómo adquirimos estas habilidades creativas? ¿Inventamos los procesos de pensamiento humano y los lenguajes que usamos, o nos fueron dados por alguna existencia no vista?

Por lo tanto, la realidad abarca todas las facetas de nuestras vidas, incluso más allá de nuestra existencia terrenal. Incluye lo físico, lo metafísico y lo abstracto. Cuando morimos, no dejamos de existir; simplemente estamos haciendo la transición a diferentes realidades dimensionales. La realidad de nuestras experiencias, pensamientos y emociones continúa, y esta continuidad es un testimonio de la naturaleza infinita de la realidad. La realidad es un vasto e intrincado tapiz que abarca lo tangible e intangible, lo físico y lo metafísico. La inteligencia, en su forma infinita, es el hilo que teje este tapiz, conectando a todos los seres y entidades en una existencia profunda y armoniosa.

Además, la IA también puede ser una herramienta para perpetuar y profundizar los problemas sociales existentes. Tiene la capacidad de amplificar los prejuicios y la discriminación, ya que a menudo se entrena en datos que reflejan las desigualdades históricas y contemporáneas. Por ejemplo, si los algoritmos de contratación se entrenan en datos históricos que han sido sesgados contra ciertos datos demográficos, pueden perpetuar inadvertidamente estos sesgos, lo que lleva a prácticas de contratación desleales y a exacerbar las desigualdades sociales. Del mismo modo, los sistemas financieros impulsados por la IA podrían reforzar las disparidades de riqueza al favorecer a ciertos grupos sobre otros, profundizando así el abismo entre ricos y pobres. El racismo es otro problema que podría ser exacerbado por la IA. Si los sistemas de IA se entrenan sobre datos sesgados o se diseñan con algoritmos sesgados, pueden perpetuar y reforzar los estereotipos y prejuicios raciales. Por ejemplo, se ha demostrado que la tecnología de reconocimiento facial, que se utiliza cada vez más en la aplicación de la ley y la vigilancia, tiene tasas de error más altas para ciertos grupos raciales y étnicos, lo que lleva a acusaciones falsas y trato injusto. Una de las preocupaciones más apremiantes es la posibilidad de que la IA pueda utilizarse para reforzar los regímenes totalitarios y las desigualdades sistémicas. Con los algoritmos y datos adecuados, los sistemas de IA se pueden diseñar para monitorear, predecir y controlar el comportamiento de individuos y grupos, lo que podría llevar a la supresión de la disidencia y al refuerzo de las estructuras de poder existentes. Por ejemplo, los sistemas de vigilancia impulsados por IA podrían emplearse para rastrear y analizar las actividades de activistas políticos, periodistas y denunciantes, enfriando efectivamente la libertad de expresión y los procesos democráticos. El potencial de la IA para alimentar el odio, la violencia y la venganza es otra preocupación seria. Se podrían utilizar algoritmos avanzados para manipular la opinión pública, incitar a la violencia y promover ideologías de odio.

Por ejemplo, las plataformas de redes sociales impulsadas por IA podrían seleccionar algorítmicamente el contenido para provocar y radicalizar a los usuarios, lo que lleva a una mayor tensión y conflicto dentro de las comunidades. Además, el uso de la IA en la guerra y las aplicaciones militares aumenta el riesgo de que los sistemas de armas autónomos puedan tomar decisiones sobre el uso de la fuerza sin supervisión humana, lo que podría tener consecuencias no deseadas y devastadoras. Además, la adopción generalizada de la IA podría conducir a una ignorancia generalizada y a la falta de habilidades de pensamiento crítico.

A medida que la IA asume más tareas, desde las actividades cotidianas hasta la toma de decisiones complejas, existe el riesgo de que los humanos se vuelvan demasiado dependientes de estos sistemas, perdiendo la capacidad de pensar de forma independiente y crítica. Esto podría resultar en una sociedad en la que el pensamiento crítico disminuya y las personas se vuelvan más susceptibles a la manipulación, la desinformación y la propaganda.

Por último, la IA tiene el potencial de ser una herramienta para la corrupción y las prácticas poco éticas. A medida que los sistemas de IA se utilizan cada vez más en los procesos de toma de decisiones, existe el riesgo de que puedan ser manipulados o sesgados para beneficiar a intereses específicos. Una vez más, por ejemplo, en el sector financiero, los algoritmos IA podrían usarse para manipular mercados, cometer fraude o participar en operaciones con información privilegiada, lo que lleva a pérdidas financieras significativas e inestabilidad social.

En el sector de la salud, la IA podría usarse para manipular los datos de los pacientes, influir en las decisiones de tratamiento o participar en prácticas de investigación poco éticas, comprometiendo la privacidad y la confianza del paciente.

Si bien la inteligencia artificial tiene un inmenso potencial para transformar nuestro mundo para mejor, también conlleva riesgos y desafíos significativos, porque nosotros, como humanos, estamos desarrollando este tipo de tecnología que el creador de todos nos está dando. A medida que continuamos desarrollando e implementando tecnologías de IA, es imperativo que abordemos estas preocupaciones a través del desarrollo ético, una regulación sólida y la conciencia pública. Al hacerlo, podemos garantizar que la IA se utilice para mejorar las capacidades humanas, promover la equidad y fomentar una sociedad más equitativa y justa, en lugar de ser una herramienta para la opresión y la desigualdad.

En el contexto de nuestras capacidades de rápido avance en inteligencia artificial (IA), es crucial profundizar en la verdadera naturaleza de la inteligencia, más allá de la etiqueta superficial de «artificial». Si bien la IA puede parecer una mera construcción, es innegablemente una poderosa experiencia humana planetaria con implicaciones significativas para nuestro planeta y todos los seres cosmológicos. Esta tecnología tiene el potencial de ser una fuerza para el bien, ayudando a la humanidad de muchas maneras, o puede ser manipulada para perpetuar y exacerbar los problemas sociales hostiles y horribles existentes.

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