Reseña-Cultura
JAIME TORRES TORRES
Prensa Sin Censura
En 40 años de cobertura de conciertos, poquísimos reseñamos de la envergadura artística y emocional de “Gerardo Rivas y que lo digan Los Rivas”, celebrado anoche en la Sala Pablo Casals del Centro de Bellas Artes de Puerto Rico.
Un espectáculo concebido desde el Amor, la Amistad y la Unión Familiar debía, de principio a fin, resultar del agrado del público presente en la Sala Casals, en vísperas del Día de los Padres.
Y aunque el concepto gravitó en torno a la carrera de Gerardo Rivas, en síntesis fue un homenaje al tronco de las tres generaciones: el señor Jerry Rivas.
Si algo se demostró anoche es que Gerardo Rivas es un exponente auténtico y muy original de la salsa. Desde sus inicios con Los Rockolos, su estrella ha sido y es la salsa. Este joven, en su cuarta década de vida, es un tesoro; un exponente genuino del género, merecedor de oportunidades y divulgación. Es lo más completo de la presente generación de artistas: compone, canta, sonea, baila y toca toda la percusión salsera, con arrolladora energía, como irresistible dínamo de adrenalina que inevitablemente invitó, durante dos horas, a marcar la clave y bailar desde las butacas.
Con el respaldo de SalSoul y con un montaje audiovisual que incluyó videos como el del debut de su padre Jerry con El Gran Combo en el programa de Luis Vigoreux en 1977 y gráficas para presentar cada selección, Gerardo Rivas demostró con altos honores que es uno de los indispensables de la nueva generación salsera.
Hubo reminiscencias de su trabajo con Los Rockolos, con Víctor Manuelle y NG2 junto a Norberto Vélez, pero también segmentos familiares sabrosamente conmovedores que ratifican la trillada frase: quien lo hereda no lo hurta.
Con la orquesta dirigida por Juan Picorelli, ensayada y aceitada a la perfección, con una sólida ecuación de coristas/bailarinas, metales y percusión, Gerardo hizo galas de su tabla y ángel como anfitrión, estrella y ‘entertainer’, demostrando previo al desfile de sus invitados que debutó en Bellas Artes por derecho propio.
Con su dominio de letras románticas y sensuales [“A derretir el hielo” y “Quitémonos la ropa”]; de selecciones orientadas a la sonoridad urbana [“Ella es loca con mi salsa”] y obras tradicionales popularizadas por Justo Betancourt con Fania y Celia Cruz con la Sonora Matancera [“Yo sin ti” (interpretación a partir de la cual Jerry Rivas Jr. se une como trombonista a la banda) y “Dile que por mí no tema”], Gerardito Rivas dictó cátedra de su conocimiento de la tradición del género y su evolución.
Su feliz padre, Sr. Jerry Rivas, entró a escena con “Que falta de respeto”, de su primer disco con El Gran Combo, en sincronía con un video histórico, dando paso a la interpretación a dúo con Gerardo del bolero “A mí manera” que Andy Montañez y Pellín Rodríguez grabaron con los Mulatos del Sabor.
El desfile de invitados continuó con su tío Nicolás Vivas, director del Conjunto Chaney y con su primo Samuel Rivas al piano en “Que ganas tengo”.
La entrada de su hijo Gerardo Gabriel para cantar y tocar el timbal “En el futuro de la salsa” y en el nuevo sencillo “Padre e hijo”, en que cantan los cuatro, fue el punto culminante de la noche por su fuerte carga emocional-familiar-sentimental.
La intensidad del espectáculo, digno de reposición en otra sala, quizá con espacio para el bailador, fue in crescendo con la presentación del pianista Franky Suárez, el guitarrista Jorge Laboy y el veteranísimo intérprete Glenn Monroig. Gerardo se anotó una emotiva versión de “Por siempre” de Kenny Loggins y ambos sonearon en “Una vez más” del repertorio de Glenn.
El éxito “Ella menea” con Juan José Hernández elevó la adrenalina a mil y –como colofón- con humildad Gerardo Rivas redondeó con la composición de Alberto Cortez “Que suerte he tenido de nacer”, una celebración de la vida que Carlos Santos grabó en salsa con el Apollo Sound de Roberto Roena.
Tras la función sospechamos que Jerry Rivas celebra el Día de los Padres más feliz de su vida: el milagro de la música lo llevó a Bellas Artes junto a sus hijos Jerry Jr., Gerardo y su nieto Gerardo Gabriel.
Hace una semana Jerry Rivas Jr. (Bebo) demostró su virtuosismo clásico interpretando la Sinfonía num. 5 de Mahler. Anoche en la misma sala disfrutó por igual salseando porque solo hay una música sin fronteras: la buena.
Anoche Gerardo Gabriel escaló un peldaño más en su desarrollo artístico; su padre demostró su caudal de talento que lo legitima como imprescindible de la salsa; el señor Jerry Rivas durmió feliz porque sabe muy bien que ha cumplido su misión con creces y altos honores y -acá entre nos- en algún lugar gozoso Casals marcó la clave con el arco de su violonchelo.
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