Historia-Patriotismo
Nota del Editor: Último de una serie.
Por Gian Carlo Berríos Gilormini
Para Prensa Sin Censura
Entonces la solución albizuista consiste en retornar a nuestras raíces más profundas: nuestra tradición hispanoamericana católica.
Nada de re-inventar la rueda como lo que pretenden hacer los liberales yanquificados de todo el espectro político artificial de nuestra isla ilegalmente ocupada ni tampoco lo que pretenden hacer los badbunnistas.
Esto requiere un profundo estudio de la apologética católica, de una tremenda rectificación y re-estudio de nuestra historia. Hay que volver a las fuentes primarias, leer y pensar y reflexionar sobre los escritos de los hispanoamericanistas que han defendido nuestra civilización contra toda oposición que pretende desvincularnos de nuestras raíces y colocarnos en un ambiente neutralizador igualitarista vacío sin ningún arraigo profundo histórico basado en la verdad y en el amor patrio.
Nuestra historia -tanto local en Puerto Rico como continental en toda Hispanoamérica- ha sido nefastamente tergiversada por nuestros enemigos, por ideólogos que reniegan de nuestra herencia milenaria.
Estas tergiversaciones debemos combatirlas con serios estudios sobre nuestra historia con base a la documentación, con buena precisión en entender el contexto de la época virreinal sin recurrir a anacronismos que oscurecen en vez de esclarecer. Recomiendo muchísimo, para iniciar, a esta generación colonizada sumergirse en los escritos de Julio Ycaza Tigerino, quien en mi estimación mejor describió la originalidad de nuestro continente (de hecho él escribió una obra titulada exactamente Originalidad de Hispanoamérica).
También será necesario sumergirnos en los estudios históricos por historiadores como Juan Bautista Olaechea que escribió varios artículos y libros sobre el fenómeno del mestizaje y nuestra sociedad virreinal. También son indispensables los trabajos de Pilar Gonzalbo Aizpuru y Joanne Rappaport sobre cómo funcionaba realmente la sociedad virreinal con respecto a las diferentes calidades (no castas).
La verdadera descolonización comienza en preferirnos a nosotros mismos y este pueblo no se prefiere a sí mismo, prefiere al yanqui, a Francia, a Alemania, a Rusia.
Gian Carlo Berríos Gilormini
En el ámbito de filosofía y teología, debemos dejar de alimentarnos de mucha chatarra alemana y francófila que nos vende el yanqui, heredero de tales pensamientos; abandonar a Hegel, a Marx, a Locke, a Adam Smith, abandonar a Rousseau y adentrarnos en los marcos de referencia de la Escuela de Salamanca (realmente escuelas como bien señala el erudito Miguel Anxo Pena González), de la cual don Pedro Albizu Campos se nutrió muchísimo al estudiar a Jaime Balmes, cuyos escritos introdujeron a nuestro Libertador a la escolástica hispánica.
Hace mucha falta estudiar a Aristóteles y Platón, a Santo Tomás de Aquino y el legendario Francisco de Vitoria, el verdadero padre del ius gentium y cuyos planteamientos en sus Relecciones son importantísimos para nuestra conciencia nacional (en algún futuro ilustraré cómo esto es así).
Si realmente queremos descolonizarnos del Eterno Yanqui, estos planteamientos son la única vía coherente para una absoluta y fiel descolonización contra el yanqui u otra potencia colonizadora extranjera. Seguir consumiendo las filosofías que el yanqui y sus instituciones académicas promueven y propulsan en nuestras tierras lo que hace es justificar su coloniaje contra nosotros, no nos ayuda a descolonizarnos de ellos.
La verdadera descolonización comienza en preferirnos a nosotros mismos y este pueblo no se prefiere a sí mismo, prefiere al yanqui, a Francia, a Alemania, a Rusia. Preferir lo hispanoamericano es preferirse a sí mismo y preferir a los planteamientos hispanoamericanistas.
Es común en las mentes colonizadas justificar su estado colonial ideológico insistiendo que leer a Marx y Schopenhauer, por ejemplo, es “simplemente por curiosidad y aprendizaje”, pero realmente nadie funciona así, mucho menos a nivel institucional, pues estos autores son promovidos no como gesta de curiosidad intelectual sino que son promovidos como marco teórico interpretativo de nuestra cultura. Lo que esto ha provocado es un desastre y más agonía moral porque se ha entrenado este pueblo a pensar, no acorde a sus estructuras intelectuales, no acorde a la personalidad histórica de su pueblo nutrido de sus tradiciones, sino acorde a una potencia extranjera que desea conducir su pueblo a la muerte. Estos colonizados querrán señalar con dedos que España hizo exactamente lo mismo con los pueblos indígenas, pero esta objeción es incoherente porque los pueblos que somete el yanqui no son los indígenas de Borikén meramente, son los descendientes producto del mestizaje entre el español, indio y africano y por tanto nuestra nación se ha conformado acorde a esa realidad.
España, además, cuando conquistó, se rectificó ella misma a nivel jurídico y político mediante un proceso de legitimización donde fusiona su pensamiento hispanocatólico con las tradiciones indianas más compatibles con la fe católica durante la evangelización, cosa que nunca ocurrió durante el coloniaje yanqui porque el yanqui ni le interesa llevar a cabo un proceso de legitimización acorde al ius gentium vitoriano, porque el yanqui no cree en el ius sino en la pura fuerza militar colonizante. España era vitoriana, el yanqui solo se puede calificar como maquiavélico, pues el yanqui campeona el realismo político que plaga las mentes colonizadas, mientras que España, en un momento de error político durante la conquista, se rectificó con las Relecciones de Vitoria que más tarde fueron aplicadas por el rey emperador Carlos I de España y luego de forma más fuerte con Felipe II. La diferencia entre España y Tío Sam literalmente es como la del día y la noche.
Quiero, antes de terminar, resaltar un elemento importante de nuestra estirpe hispanoamericana, especialmente como puertorriqueños, y es la cuestión del mestizaje. En Hispanoamérica, el mestizaje es aquella característica que ha distinguido al hispanoamericano de todo pueblo del orbe, y el hispanoamericano lo ha tomado por dado como realidad diaria, pero en otras partes del mundo, el mestizaje todavía no ha sido una regla tan arraigada en las mentes de los ciudadanos: es un proceso que todavía no ha logrado incorporarse y madurar en sus conciencias, de ahí la variedad de reacciones, muchas veces repulsivas.
El mestizaje incluso es la razón de porqué el yanqui no se puede comparar con España porque el mestizaje no solamente implicó la mezcla biológica, implicó la fusión de dos mundos, de dos tradiciones en una sola tangible realidad viva, mientras el yanqui jamás se desarrolló con una conciencia mestiza pero con una conciencia darwiniana anglosajona. La conciencia imperialista de Tío Sam es indistinguible de la del señor británico liberal que desea subyugar el mundo bajo la ley inglesa liberal. Pero esta ley anglosajona e incluso francesa, ha evolucionado a un tiosamismo que dondequiera que pise, solo encontrará explotación y colonización rampante.
El hispanoamericano no sabe cuán privilegiado es él por vivir en una sociedad que ha inspirado hasta al mismo Papa Pío XI a decir que nuestra sociedad es el ejemplo supremo de una sociedad católica que ha derrotado las barreras raciales (Pío XI, Humani Generis Unitas párr.128), como Jesucristo derrotó las barreras entre el judío y el gentil. El mundo no sabe qué significa ser un mulato, mucho menos en EE.UU. donde es discriminado por negros y blancos como categoría en sí. El mundo no entiende qué es ser mestizo, para ellos, eso es cosa de nosotros, indicando la novedad de nuestra existencia y el exotismo que presentamos a ellos, cosa que el mismo Alberto Buela indaga en su obra Hispanoamérica Contra Occidente.
Somos “el otro” en América (Buela Lamas, Hispanoamérica Contra Occidente: Ensayos Iberoamericanos 102–03), somos “lo nuevo” porque eso es precisamente lo que significa ser de América (Ibidem 46, 49–51), y el yanqui, el chino, hasta el mismo judío, ve con repulsión nuestra novedad, el mestizaje para ellos es un privilegio imposible de adquirir por miedo de perderse. El hispanoamericano toma por dado el mestizaje, pero no el europeo continental, que no entiende como trabajar con esa realidad. Mientras en Yanquilandia el mestizo es “biracial”, además de que el ambiente de aquella tierra no permite que se arraigue tal categoría como pueblo, en Hispanoamérica estas barreras ya han sido derrumbadas bajo España. Esta realidad demuestra lo deshonesto y manipulador que es el supuesto “antirracista” liberal. El liberal “anti-racista” no es nada de anti-racista, él simplemente ha desplazado el discurso del nacionalista blanco de uno que desprecia al no-blanco, a uno que lo considera como un débil que el liberal le coge pena y proyecta un cierto sentido de complejo mesiánico. En ambos casos, el blanco es superior al no-blanco, pero el liberal ejerce cierta falsa piedad y arrogancia para asimilar al no-blanco a una sociedad en la que no puede encajar, y si no encaja, no es un “subhumano”, es un “ineducado” o incluso “nazi”: cambian los nombres pero el desprecio sigue.
El liberal yanqui y su antítesis del nacionalista blanco son meras ilusiones cuando se presenta el mestizo, el zambo, el mulato y el mismo criollo español. Nosotros rompemos con la farsa del anti-racismo yanqui porque lo que parece ser una estrategia de reconciliar al negro allá, es en nuestras tierras lo siguiente: el anti-racista lo que pretende hacer es imponernos un discurso “descolonizador” contra nuestra herencia hispana y dividir nuestra raza en paquetes fáciles de controlar por la élite liberal yanqui. En este caso, prefiero combatir al nacionalista blanco, quien es más sincero en su desprecio hacia nosotros y fácil de distinguir, mientras que el anti-racista liberal yanqui es sutil, doble-cara e irritantemente soberbio ante nosotros.
El racialismo es un mal que debemos combatir, pero no con las prerrogativas del yanqui. Ya nosotros por constitución propia como civilización la hemos combatido a través de nuestra etnogénesis y el mismo Ángel Rosenblat lo ha señalado (La población indígena y el mestizaje en América-Tomo II 13).
Por eso pienso que la solución hispanocatólica es la solución a los problemas de raza donde se hayan y también nuestro ethos hispanocatólico es la única vía coherente para resolver todo problema social, político, espiritual y hasta económico en nuestros pueblos. Nuestro mestizaje, como muy bien señaló José Vasconcelos en Raza Cósmica, se fundamenta en el gusto, el amor y en la belleza; y que el yanqui u otra nación que rechace ese mestizaje fundamentado en tales elementos estará destinado al entierro y a un achicamiento de irrelevancia, pues fue Vasconcelos quien dijo que las futuras civilizaciones serán precisamente las mestizas y no las de “raza pura.”
Por eso dijo don Pedro en su discurso del Día de La Raza en el 1933: “Puerto Rico es la primera nación del mundo donde se forma la unidad del espíritu con la unidad biológica del cuerpo.” (Albizu Campos, “Discurso Por El Dr. Pedro Albizu Campos: Pronunciado Con Motivo de La Celebración Del ‘Día de La Raza’ En La Noche Del 12 de Octubre Del 1933” 32)
Entonces rechazamos toda filosofía o programa que intente que abandonemos este marco que compartimos como pueblo y que reniegue nuestra historia. No necesitamos definirnos con base a un enemigo común. Lo dijo Maeztu: las naciones no nacen negativamente si no de afirmar una realidad que los ha enmarcado en un nicho particular y real a ese grupo que lo distingue de otro de alguna forma (de Maeztu Defensa de La Hispanidad 23), es el espíritu y sentido de ser, su cultura típica y su forma de constituirse como civilización, su ethos, que da origen a su nacionalidad y distinción. Al retornar y redescubrir esas raíces que nos ha legado Dios como civilización, podemos apropiadamente concebir ciertos proyectos intelectuales y/o espirituales que nos ayuden a resolver los problemas de hoy, cuales sean que sean.
No quiero odiar a nadie ni a ninguna comunidad, de eso no se trata. Quiero que el puertorriqueño vea que no está condenado al coloniaje, que tiene la capacidad de gobernarse como así encaje según sus factores étnicos, sociales y espirituales. No necesita ser mimado del estatismo yanqui, y con estos planteamientos arguyo que Puerto Rico no necesita ser otro territorio liberalizado por el yanqui.
Tenemos una tradición y forma de ser que queremos defender porque creemos firmemente y sinceramente que es lo mejor para nosotros, y francamente, para toda la Tierra, pero no requerimos imponer a la fuerza nuestras ideas al mundo como lo requiere el yanqui.
Pedro Albizu Campos, inspirado seguramente en las enseñanzas de Jesucristo y la doctrina social católica, vivió mediante el ejemplo. Así, pues, haremos: mediante el ejemplo, construiremos nuestras organizaciones políticas acorde a nuestro ethos y demostraremos al mundo que la Hispanidad puede y podrá porque la médula que la reafirma es el Catolicismo.
Nosotros creemos que esta médula ósea espiritual es la verdadera fe de la Humanidad que requiere conocer todo para reconciliarse con Dios Padre Todopoderoso y ayudar también a los otros pueblos a redescubrir sus raíces. Esperamos igualmente, por ejemplo, no necesitar medir cada año nuestra constitución genética para ver si se nos coló un extranjero e inculcar un miedo puritano racialista: basta solamente para la unidad familiar regir la casa por principios católicos que fomenten la estabilidad, el honor, la hidalguía y sentido de nobleza. Nuestra identidad está en el Catolicismo, en Jesucristo:
“En él vivimos, nos movemos y somos”. Como también han dicho algunos de sus poetas: “Porque también somos linaje de él”” (Hechos 17:28), como bien expresa San Pablo en sus sagrados escritos.
Nuestro carácter hispano es cómo llevamos a cabo ese mensaje en nuestro ser profundo del alma, nuestra personalidad espiritual o metafísica, por decir así. La unidad de esto mismo es nuestro ser y valer como imperio o ecúmene como prefiere Alberto Buela: somos católicos, somos hispanoamericanos, somos mestizos, pero somos lo que somos y no queremos ser otra cosa.

