La herencia hispana de un Puerto Rico que resiste la transculturación y adoctrinamiento yanquis

Política-Opinión

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Por Gian Carlo Berríos Gilormini

Para Prensa Sin Censura

“Hoy se siente dondequiera una enorme zozobra, una inquietud terrible, una inquietud del alma; hay que ser insensible o morir de agonía moral.”

─Pedro Albizu Campos, conferencia pronunciada el 10 de octubre del 1935 en UPR-RP.

Esta cita la encontré en la obra Pedro Albizu Campos o la agonía moral por la Dra. Isabel Gutiérrez del Arroyo. El contexto de esta cita se encuentra en las páginas 6-9 cuando la Dra. Gutiérrez demuestra el sentido apostólico y martirial del líder nacionalista por su lucha por la libertad de su patria.

Gutiérrez demuestra que esas virtudes bíblicas las veía Albizu Campos ser anestesiadas, derrumbadas y desterradas en la colonia donde la educación le reniega al pueblo sus antepasados hispano católicos y con esto les desarraiga de un sentido de pertenencia que trasciende la geografía y las virtudes inherentes a ese sentido de ser trascendental. El sentimiento de que su pueblo está ante sus ojos siendo esclavizado con un materialismo-nihilista, el desarraigo y la renegación histórico-cultural que Albizu Campos observaba en su pueblo, y el presentimiento de una muerte espiritual en la prolongación de ese estado (Gutiérrez del Arroyo -Pedro Albizu Campos o la agonía moral 6-10), entrañan su agonía moral.

Donde Antonio S. Pedreira representa una escuela desesperanzadora ante la geografía del puertorriqueño y su tierra, Albizu Campos representa el grito despertador de un llamado al puertorriqueño a sentirse arraigado en una continuidad histórica que comparte con sus hermanos hispanoamericanos (Ibidem 11-12).

Entonces es claro lo que nos pide Gutiérrez en todo su análisis en su obra: o escoger a Pedro Albizu Campos y su mensaje y enseñanzas; o morir en la agonía moral. No hay otra opción. Pedro Albizu Campos entonces ha definido todo su programa en combatir el sentido de inferioridad que todavía siente el puertorriqueño hoy día por renegar de su historia como cultura mestiza y católica, sea por la ignorancia de conocer su historia, sea por programación institucional o sea por voluntad propia de negarse a estudiar su ethos. Así mismo lo afirmaba don Ramiro de Maeztu en su obra maestra, cito:

“Si nos creemos inferiores a otros pueblos, es por ignorancia de nuestra Historia. Cuando esta nos muestre la perspicacia de nuestros genios, el magnífico sentido de justicia de nuestras instituciones tradicionales, el espíritu moral de nuestra civilización, las mentes escogidas pensarán, con Menéndez y Pelayo, que la extranjerización de nuestras almas es la razón de nuestra decadencia.” (de Maeztu “Defensa de la Hispanidad” 203–04 cursivas y subrayos añadidos)

Nuevamente, el apreciado lector liberal progresista siempre discursando sobre progresar y cambiar, dirá que este discurso de Maeztu es xenófobo, pero está lejos de la realidad. En un encasillado anterior leemos:

“Durante dos siglos los escritores españoles han vivido en su patria como desterrados, leyendo todo el tiempo libros extranjeros. Y no es que busquen, como escribía “Fígaro” en La polémica literaria: “un buen original francés de donde poder robar aquellas ideas que buenamente no suelen ocurrírseme”, pero sí que los de más talento estaban persuadidos de que sus compatriotas no podían decirles nada de interés. Con ello nos cerrábamos al entendimiento de lo nuestro, con lo que cegábamos de paso nuestras propias fuentes creadoras, pero es que hemos estado secularmente persuadidos no tan sólo de que “no fue por estas tierras el bíblico jardín”, sino de que nunca fuimos una potencia civilizadora de primera categoría. El propio Donoso Cortés, cuando escribía su libro sobre La diplomacia, en 1833, colocaba sin reparos a Francia al frente de la civilización universal, y cuando un crítico le reprochaba los galicismos de su estilo respondía desenfadadamente que: “Nadie se puede elevar a la altura de la Metafísica con los auxilios de una lengua que no ha sido domada por ningún filósofo”. Entretanto Balmes, a quien no quiso el Cielo darle el menor talento para la poesía, cincelaba la prosa admirable con que escribió la Filosofía fundamental, y el mismo Donoso, unos años después, cuando se le cayeron las vendas de los ojos, escribía su Ensayo sobre el catolicismo, el liberalismo y el socialismo, no ya con don de lenguas, sino con lo que vale mucho más, según San Pablo, con espíritu de profecía: “Porque mayor es el que profetiza que el que habla lenguas” (Nam major est qui prophetat, quam qui loquitur linguis, I Cor. XIV, 5).” (Ibidem 156–57; cursivas en obra original, otros énfasis añadidos.)

La extranjerización entonces es este fenómeno de un pueblo o civilización que siempre busca definir su ethos, su identidad o su propio destino en virtud de otra potencia extranjera y siempre internaliza todo lo extranjero y menosprecia lo propio de su tradición. En Puerto Rico esto lo diagnosticaría como algo patológicamente común, porque es que todo discurso de los liberales en esta isla, toda retórica que emana en las lenguas de estas personas, es reflejo de los yanquis que ellos leen y de los que aprenden. El puertorriqueño actual piensa que el yanqui ha ‘descubierto’ la “cura” del racismo, de la xenofobia, de todo mal social que ellos piensan que el yanqui ha descubierto en nosotros como pueblo, e imponen sus programas aquí esperando que se den igual que en la tierra yanqui. Lo que ha ocurrido es un desastre y ha creado un pueblo más esquizofrénico todavía. Ha propulsado la agonía moral, puertorriqueños renegando de su herencia hispanocatólica, imitación de los iconoclastismos del yanqui contra estatuas europeas y todo el discurso de la teoría crítica de raza contra nuestro pueblo al dividir nuestra patria e identidad en sus grupismos artificiales.

Contrario a esto, Pedro Albizu Campos se nutrió del pensamiento hispanocatólico, de Salamanca; Vitoria, Suárez y Juan de Mariana. Fue gracias a leer El Protestantismo comparado con el Catolicismo de Jaime Balmes que Albizu Campos pensó como pensó en su tiempo. Él nunca vio a España como una comunidad extranjera fuera de nuestro ser sino como origen de nuestro ser. Salamanca no se quedó en España, se disgregó por todo el orbe católico como bien señalan los estudios de Miguel Anxo Pena González.

Rechazar a don Pedro literalmente es cometer identicidio porque él es la piedra fundacional que despertó y diseño todo el panorama de nuestra identidad.

Hispanoamérica es un continente profundamente ecuménico y lo ha analizado Alberto Buela en su obra Hispanoamérica Contra Occidente (Buela Lamas, Hispanoamérica Contra Occidente: Ensayos Iberoamericanos 45–74). Incluso ha hablado sobre el problema de la filosofía en Iberoamérica, hablando sobre un tipo de extranjerización filosófica (Ibidem 75–86). Especialmente, Buela describe que la filosofía en Iberoamérica está caracterizada por un “sentido imitativo” a lo centroeuropeo, al iluminismo francés y de esto ve que con la falta de cierta originalidad que aporte cierta vertiente única de parte del iberoamericano ocurre cierto ‘entreguismo’ filosófico (Ibidem 76–77).

Esta vertiente descolonizadora es de una vía más positiva porque es donde podemos conocer quiénes somos y cómo pensamos como comunidad arraigada en una tradición viva. No es una lucha inútil de definirnos como un “anti-“ frente a un enemigo ni definirnos con respecto al mismo, pues sobre esto, Alberto Buela mismo en Observatorio Malvinas afirma lo siguiente sobre esta línea de pensar:

“[…] Pero esto es fundamental, esto puedo decir. Esto se aplica, y es la crítica que yo le he hecho a los que decían que hacían filosofía de la liberación. ¿Pero cómo podréis hacer filosofía en contra de? Bueno uno tiene que hacer filosofía sin más. Uno tiene que hacer filosofía sin prejuicio, sin preconceptos y no filosofía para luchar contra fulano de tal. No, no, yo tengo que hacer como decía Leibniz: no me interesan los que me critican, no me interesan los que piensan distintos; yo pienso como pienso. Me prefiero a mí mismo. Ese es el primer principio del pensamiento genuino: preferirse a uno mismo. Y cuando se prefiere a uno mismo, prefiere a su ethos, a su tradición. A su tradición cultural, lingüística, de todo tipo… Antropocultural.” (Buela Lamas, “Iberoamérica contra Occidente – Conversaciones con Alberto Buela. Metafísica de la Cruz del Sur”, secs.11:02-12:04 énfasis añadido)

Albizu Campos en el 19 de noviembre del 1933 proclama esto (sacado del libro Pedro Albizu Campos o la agonía moral de la Dra Gutiérrez): 

“Sois una nación. España fundó naciones y aquí en el 1898 había uno de los pueblos más civilizados del planeta. No era esto una manada de puertorriqueños cabizbajos, tristes, muertos de hambre, con los hombros caídos, como los árboles que se le secan las raíces y son nidos de la sierpe, del lagarto, que son pasto de las aves de rapiña y de todos los insectos…” (citado en Gutiérrez del Arroyo 14)

Compara esto con el discurso “descolonizador” de los liberales que “educan” a la gente enseñando que España era retrógrada, abusadora, explotadora y enemiga del “progreso.” Compara lo que dijo Albizu Campos sobre nosotros al discurso que pretende desligarnos de nuestra herencia española para “darle justicia al indio y al negro”. Pedro Albizu Campos no veía a España así. Él incluso supo diferenciar entre la España política nacional o la metrópolis, aquella que traicionó su ideario católico como indicaba Maeztu en su obra (ver de Maeztu 25–27), de la Madre Patria España (ver Gutiérrez del Arroyo 63–64“Las aspiraciones del Partido Nacionalista” por Albizu Campos y el discurso en Isabela del 1935), donde otros hispanoamericanistas la identificaban como la España de espíritu, o la España imperial, aquella misma que cantaba Luis de Camões en sus Os Lusiadas.

Esa es la España que heredamos nosotros y que nos hizo incluso fuertes en combate contra el yanqui en la fecha de la invasión. Esa es la España que hizo todo puertorriqueño combatiente en la invasión para sacarlo de nuestras tierras. Negarle crédito intelectual a don Pedro y rechazar sus posturas sobre nuestro ethos es inducir en la agonía moral, en el destierro de nuestro pueblo porque es continuar la política imperialista de borrar nuestra identidad patria. Rechazar a don Pedro literalmente es cometer identicidio porque él es la piedra fundacional que despertó y diseño todo el panorama de nuestra identidad. Elegir a don Pedro, en cambio, es adoptar el hispanoamericanismo puertorriqueño.

Sobre la ilustración:

Ilustración editada representando la agonía moral (corrosión del yanqui mediante sus colonizaciones ideológicas) contra el ideario albizuista y la obra de Maeztu representando la Hispanidad que defendía don Pedro en sus discursos y escritos.

Imagen/suministrada

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