El pontificado de Francisco y su impacto en Puerto Rico 

Fe-Editorial

JAIME TORRES TORRES 

Prensa sin censura

Fue el papa que públicamente preguntó, de forma retórica, quién era él para juzgar a un gay.

Fue el Sucesor de Pedro que, al inicio de su pontificado, en la cuaresma de 2013, dijo que acompañar a un enfermo era tocar el cuerpo de Cristo.

En Laudate Si, la encíclica verde, se pronunció sobre los recursos hídricos como patrimonio de la humanidad que no debían someterse a las especulaciones de los mercados de valores.

Poco a poco, conquistó corazones, sobre todo en América con la beatificación y posterior canonización del martirizado arzobispo de El Salvador Oscar Romero, cuya causa Juan Pablo II y Benedicto XVI mantuvieron engavetada por años.

Mas Francisco irritó a los sectores más conservadores y ortodoxos de la Iglesia por sus posturas de acogida e inclusión a los marginados de hoy: los homosexuales, lesbianas, transexuales, bisexuales, etc.

Pronto otros entendieron que, tristemente, Francisco era arrastrado por la ola de la publicidad hasta convertirse en un fenómeno mediático.

La diplomacia es lo último que puede perder un papa, pero a través de Francisco no siempre necesariamente se escuchó la voz de Cristo. Particularmente cuando tras su visita a Cuba continuó hacia Estados Unidos para disertar ante el Congreso y la ONU, pero sin mencionar nadita de Haití, la dolorosa mueca caribeña que interpela al continente y al Planeta que él invisibilizó, incluso en el último año de sanguinarias revueltas y caos social.

En el camino una pandemia; la del COVID-19, sobre cuya vacunación compulsoria Francisco fue vocal, instando a la cristiandad a vacunarse como “un acto de amor”. Hoy, la vacuna lamentablemente también le pasó factura porque tras las tres dosis que recibió su salud desmejoró considerablemente.

La destitución del obispo de Arecibo

Tras tres años de la destitución del Obispo de Arecibo, Daniel Fernández Torres, el Talón de Aquiles de la Iglesia que peregrina en Puerto Rico y otros países tuvo un nombre: el Papa Francisco.

No es la falta de coherencia pastoral, las contradicciones, disidencias y pluralidad ideológica que hubo en la Provincia Eclesiástica de Puerto Rico; tampoco el Arzobispo de San Juan Roberto González Nieves ni sus homólogos en la renovada Conferencia Episcopal Puertorriqueña.

El problema tampoco lo fue Álvaro Corrada del Río, que en su retiro por mayoría de edad, aterrizó en Arecibo como Administrador Apostólico, puesto que ocupó hasta que Francisco nombró al franciscano Alberto Arturo Figueroa Morales.

La gran dificultad, tras tres años de la destitución de Monseñor Daniel, era el Papa Francisco y si se quiere, la Santa Sede, el Estado del Vaticano, Roma…

El propio ex obispo publicó que el documento Fiducia supplicans, que promueve acogida a las parejas homosexuales y su bendición en la liturgia, es una contradicción a la doctrina católica.

La condición colonial de Puerto Rico

La Doctrina Social de la Iglesia postula el derecho inalienable de los pueblos a su libre determinación.

No obstante, Francisco, sus delegados apostólicos y la Conferencia Episcopal Puertorriqueña no supieron articular una respuesta pastoral a las intrigas del drama colonial de Puerto Rico, pecando socialmente de omisión ante el lastre del colonialismo que entraña desplazamientos y gentrificación, explotación, divisiones, luchas de poder, antagonismos e hipocresías con un efecto terrible: la erosión de la credibilidad de la Iglesia Católica jerárquica en Puerto Rico.

La Iglesia Católica en Puerto Rico, como sucede en otras instancias, es reflejo del pecado social de la colonia.

La historia es reveladora y muy elocuente: al obispo jesuita Antulio Parrilla Bonilla lo marginaron por su visión nacionalista, que nada simpática resultó al Cardenal y arzobispo metropolitano de San Juan Luis Aponte Martínez, un estadolibrista nato que no admitía disidencias en su episcopado.

No fue suficiente que Antulio fuera precursor del movimiento cooperativista en Puerto Rico y que denunciara proféticamente los daños de la Marina de Guerra de Estados Unidos a Culebra y Vieques.

Otro episodio triste fue el del obispo de Caguas, Monseñor Enrique Hernández, sustituido por la controversia en la Montaña Santa en San Lorenzo y la leyenda de la aparición de la Virgen María.

Y casi se repite la historia de intrigas y luchas de poder cuando bajo el pontificado de Benedicto XVI, su delegado apostólico, el polaco Josef Wesolowski, muerto misteriosamente en El Vaticano, inició una persecución contra Monseñor Roberto González Nieves ofm para desbancarlo de la silla arzobispal en la Arquidiócesis de San Juan.

El Cardenal se enfermó y murió en 2012. Incluso, entre 2012 y 2013 la presión incluyó la solicitud de renuncia, a la que Roberto no accedió.

La persecución comenzó en 2008 y entonces Roberto fue protegido acá por el Cardenal Luis Aponte Martínez, a quien sustituyó en la Arquidiócesis de San Juan.

Si el hoy difunto Benedicto XVI no hubiera renunciado el 28 de febrero de 2013 de seguro Roberto hubiera sido destituido por distintas razones, siendo la principal el establecimiento del Altar de la Patria y el Vientre de la Nación Puertorriqueña en la Catedral de San Juan, iniciativa que irritó al laicado, al clero y episcopado de tendencias anexionistas.

La elección de Bergoglio

El argentino Jorge Mario Bergoglio fue electo Papa en el cónclave posterior y seleccionó el nombre Francisco. Entonces estallaba en los medios el escándalo de pornografía infantil y abuso sexual de Wesolowski contra menores en la República Dominicana y el nuevo Pontífice lo degradó al estado laical y mientras aguardaba por juicio eclesial en la Santa Sede murió misteriosa y súbitamente de causas desconocidas.

El 28 de enero de 2014 la licenciada Agnes Poventud reveló a la prensa una denuncia contra el entonces obispo de Arecibo, Daniel Fernández Torres “por haber cometido un supuesto acto de índole sexual contra un hombre cuando éste era menor de edad”.

No se aplicó el canon de la “medida cautelar” y posteriormente la Congregación para la Doctrina de la Fe, que sí había solicitado la renuncia del Arzobispo Roberto, archivó el caso.

Daniel sobrevivió esa tormenta y salió más fortalecido como obispo. El más joven de los prelados de la Conferencia Episcopal Puertorriqueña gobernó la Diócesis de Arecibo con absoluta libertad, pero en poca comunión con sus homólogos, más por razones políticas e ideológicas, además de criterios fundamentalistas en torno a la ley natural y lo relacionado al aborto y la unión entre parejas del mismo sexo.

No firmó la carta de la Conferencia Episcopal Puertorriqueña en que en 2019 exigían la renuncia del gobernador Ricardo Rosselló y en 2021 fue el único obispo que declinó seguir las directrices del Papa Francisco respecto a la vacunación compulsoria contra el Covid-19.

El Arzobispo Roberto alegó que Francisco lo destituyó por “insubordinación”, pero era Vox populi que la mayor parte de sus homólogos en la Conferencia Episcopal hacía tiempo literalmente clamaban por su salida.

Entonces, contrario al pontificado de Benedicto XVI, le tocó estar en la rueda de abajo y ya conocemos el desenlace.

Un desenlace (su destitución) que debilitó una institución eclesial decadente. No faltaron prelados de otras latitudes, que sin ser presa del miedo, denunciaron la destitución, como lo hizo Monseñor Aguer de La Plata en Buenos Aires. Acá senadoras católicas como Joanne Rodríguez Veve lamentaron el despido de Daniel.

Esa fue la primera gran prueba de fuego para la imagen del pontificado de Francisco en Puerto Rico.

Finalmente el remanente de la Conferencia Episcopal Puertorriqueña de la época previa a la muerte del Cardenal Aponte Martínez se renovó. 

Por primera vez en su historia, la Conferencia era netamente puertorriqueña: Roberto en San Juan, Tomás González como su obispo auxiliar; Rubén González Medina en Ponce; Eusebio Ramos Morales en Caguas; Ángel Luis Ríos en Mayagüez, Alberto en Arecibo y el carmelita Luis Miranda en Fajardo-Humacao, obispo pro vacuna Covid que llegó a antagonizar con Daniel cuando éste invocó la objeción por conciencia contra la puya experimental que hoy causas estragos a los vacunados.

Al Arzobispo Roberto, si analizamos bien, Francisco lo pudo remover de su posición por los escándalos de abuso sexual en la Arquidiócesis, la polarización entre sus feligreses, el fracaso de la pastoral juvenil, la paralización de la construcción del Santuario Nacional a María Madre de la Divina Providencia, el triste caso con las pensiones de los maestros católicos, la demanda que perdió, la bancarrota de la Arquidiócesis y la venta de parte del patrimonio eclesial, como el Palacio Arzobispal y la antigua sede del Seminario Conciliar a intereses financieros neoliberales.

En comparación, a juicio de este medio independiente, las razones para la destitución de Daniel, conforme al récord, eran de poca monta. Lo que no se dice es que las diferencias políticas e ideológicas sí, amén de posturas pastorales rígidas en una era en que evidentemente Francisco liberalizó bastante a la iglesia y la intentó atemperar a un nuevo orden mundial.

Francisco, Daniel y el Derecho Canónico

Conviene recordar que el canon 259 del Derecho Canónico no obliga a un obispo diocesano a trasladar a sus seminaristas a un Seminario Interdiocesano.

“Corresponde al Obispo diocesano, o a los Obispos interesados cuando se trate de un seminario interdiocesano, decidir lo que se refiere al superior régimen y administración del seminario”.

Sencillo: Monseñor Daniel optó por mantener a sus seminaristas en el Seminario de Pamplona, España, que entonces hacía poco más de 10 años fundó para la Diócesis de Arecibo.

No hay duda de que el problema en no pocas provincias eclesiásticas, tristemente, fue el Papa Francisco, cuyo pontificado originalmente resultó simpático pero que al final, salvo algunas excepciones, resultó más mediático que otra cosa, pareciendo alinearse en ocasiones a las agendas de lobbies laicistas, a la secularización y a estructuras globales neoliberales de gran poder financiero, como las farmacéuticas que compraron conciencias en gobiernos y medios de comunicación corporativos para propagar terror en torno al Covid y la solución de una vacuna experimental que ha comprometido la salud de millones y no garantiza que vacunados se enfermen y mueran.

Amparado en la objeción por conciencia, el Obispo Daniel relevó a los fieles de la Diócesis de Arecibo de la inoculación. Esa, a juicio de este periodista, es su mayor aportación desde su episcopado de diez años.

La Doctrina Social de la Iglesia, en el # 399, establece: “El ciudadano no está obligado en conciencia a seguir las prescripciones de las autoridades civiles si éstas son contrarias a las exigencias del orden moral, a los derechos fundamentales de las personas o las enseñanzas del Evangelio”.

Y añade: “Es un grave deber de conciencia no prestar colaboración, ni siquiera formal, a aquellas prácticas que, aún siendo admitidas por la legislación civil, están en contraste con la ley de Dios”.

Sin embargo, es indiscutible que aunque San Pedro, el Primer Papa, en Hechos de los Apóstoles 5; 29 advierte que “se debe obedecer a Dios antes que a los hombres”, el Papa Francisco hizo lo que quiso amparado en su poder supremo y sin rendirle cuentas a nadie porque como versa el canon 1404 del Código de Derecho Canónico “el Romano Pontífice no puede ser juzgado en la tierra por potestad alguna humana. El Papa en la Iglesia es juez supremo a quien sólo Dios puede juzgar”.

El obispo Daniel, como el destituido obispo de Tyler, Texas, Monseñor Joseph Strickland, desafió al Papa Francisco y su “poder divino” y pagó el alto precio de su gallardía dejando huérfanas a sus ovejas en la Diócesis de Arecibo.

Al igual que Juan Pablo II y Benedicto XVI, el Papa Francisco, por razones que solo él conoce, contrario a Pablo VI con la incorporación de Luis Aponte Martínez al colegio cardenalicio en 1973, no creó otro cardenal boricua. En cambio, la destitución de Daniel Fernández Torres es la mayor ofensa pontificia en Puerto Rico.

Añadió sal a la herida y los prelados puertorriqueños de la Conferencia Episcopal también lo hicieron por su falta de solidaridad y empatía con su hermano obispo.

Pero, como versa el Derecho Canónico, el magisterio del Papa es “infalible”, de manera que decisiones pontificias eventualmente pudieran validar los matrimonios entre personas del mismo sexo y la administración de sacramentos como el bautismo a los transexuales.

Sepan, contrario al canon 1404 del Derecho Canónico, que cualquier papa sí es falible y posiblemente tan o más pecador que usted y el periodista que suscribe este editorial.

¡Descanse en paz, Francisco!

Foto/ACI Prensa

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