El milagro de un niño que vuelve a sonreír: lea y se sorprenderá

Dra. Raquel Gauthier

Trabajadora Social Clínica

Hace poco tuve ante mí uno de los más grandes retos profesionales que he enfrentado, y a su vez, uno de los milagros de sanidad más hermosos del que he sido participante y testigo.

Como profesional del comportamiento humano he dedicado muchos años de mi vida a aprender cómo sanar gente usando una combinación de teorías y modelos científicos junto a perspectivas espirituales. He desarrollado mi propio método y me he especializado para trabajar con traumas, fobias, ansiedades y condiciones mentales, emocionales y del alma. Aunque no hago práctica privada, me dedico a enseñar esto a mis estudiantes y de vez en cuando doy talleres profesionales y enseño a gente interesada en el tema.

Sabiendo esto, me contactó esta joven madre, visiblemente desesperada, cuyo niño de apenas 9 años estaba mostrando un comportamiento extremadamente peligroso. Me narró que su niño se levantaba en las noches, entraba al baño y se mutilaba de una manera particular. El chiquillo esperaba que todos se durmieran, se encerraba y se arrancaba una a una sus muelas sanas. Ya para cuando su madre lo descubría tenía toda su carita ensangrentada. Había ocurrido ya en dos dos ocasiones y su familia estaba dolorosamente abrumada.

Era verdaderamente una situación alarmante y seria. Obviamente la orienté sobre dónde tenia que llevar al niño para ayuda, evaluación y tratamiento. Me contestó que lo había llevado ya a una sala de emergencias especializada en salud mental para niños. La respuesta del médico especializado a la mamá fue que mientras el niño no intentara suicidarse no había problema. Así como lo leen… Luego se dirigió al niño y le preguntó: ¿verdad que tú no quieres quedarte aquí? Y así la despacharon, saliendo ambos peores de aquella sala de emergencias… Para agravar más el asunto la familia viajaba de regreso a EEUU en una semana.

Sin entrar aqui en argumentos ni en el coraje que sentí por lo que ocurrió en esa sala médica, yo sabía que ese chiquillo estaba en alto riesgo y que había que hacer algo de inmediato. De nuevo, me sé todos los protocolos y si fuera a atender casos no serían de estos tipos por el tiempo que ameritan y mis múltiples obligaciones profesionales pero, la madre se aferraba a mí desesperada. La mujer no me soltaba… ¿Ha leído sobre la mujer sirofenicia? Estaba frente a mi. Ella seguía, seguía e insistía. Me envió varias fotos del niño y su carita era de profunda tristeza. Me comprometí con ella en visitarlos, evaluarlo preliminarmente, trazar un plan de trabajo y referirla a un profesional que lo atendiera. No le di ninguna garantía de que yo lo haría.

Esa noche llegué a mi casa con la carita del niño en el alma… Con temor y temblor fui delante de Dios y rogué genuinamente por su Sabiduría y Misericordia. Siempre lo hago pero esta vez sentía que habían muchas más cosas en juego.

Temprano al otro día llegué a la casa. Puse cuidado en mi ropa, zapatos, los colores, mi tono de voz, mi estado anímico y todo eso que enfatizo en clases a mis estudiantes cuando atendemos niños.

Entonces nos encontramos. Vi a mi niño… Estaba sentado en el balcón con un muñequito en sus manos. Me estaba esperando. Se veía dulce, frágil, tierno y me miraba con confianza. Su mami lo había estado preparando. Ella se mantuvo todo el tiempo a nuestro lado y también su hermanita mayor de 11 años.

Y así comenzamos… Nos presentamos. Hablamos. Dejé que me llevara, que me enseñara, que me mostrara sus cosas, su cuarto, sus juguetes, conocí sus peluches por nombres, y me dio permiso para entrar a su mundo… Mientras, yo ya sabía que me tocaba atenderlo y que ya iba sanando.

Sin entrar en los detalles de todo lo que hicimos, lo que podría tomarme con un adulto entre 7 a 12 sesiones, lo hicimos aproximadamente en tres horas. No me pregunte cómo ni si podria volver a hacerlo. Solo le digo que, para que aumente nuestra fe y creencia en los milagros, aquel niño que me recibió cuando llegué no era para nada el mismo niño que al final me abrazaba. Yo lo sabía. Algo habia pasado, cambiado… Su mamá me decía que parecía otro. Pero, consciente de las prácticas basadas en evidencia, y a favor de los incrédulos, le di seguimiento al niño en una semana. Ya estaban en EEUU y su mamá me confirmó que seguía bien y me envió un video donde me saludaba alegre y una foto del chiquillo con una sonrisa que no le cabía en la cara.

Pero, de nuevo, siguiendo con el crédito a los escépticos, hace unos días me comuniqué con la mamá de nuevo. Ya ha pasado aproximadamente un año desde nuestro encuentro. Me volvió a confirmar que el niño sigue bien y que su médico, (habia estado en otros tratamientos previos), le estaba quitando medicamentos. En general, está sano y sigue feliz y pleno. Su mami, hermanita y abuela también lo están. Le pedí permiso para compartir su historia, sin mencionar nombres ni ningún detalle que los identificara. Me lo dio agradecida y con cariño.

¿En conclusión? Dios sigue siendo maravillosamente bueno. Reconozco también que el método de tratamiento que usé es uno realmente bueno pero, le he añadido mi toque. Ninguna intervención que llevo a cabo deja fuera mi fe en Dios. Ninguna. Y es a Él a quien le doy toda la Gloria. Creo y creeré siempre que es posible sanar. Yo creo. Si usted también cree, seremos testigos juntos de algo maravilloso. No pierda jamás la fe. No deje que el mundo y sus circunstancias lo arrastren a la desesperanza. Y mientras mis fuerzas y vida sigan, seguiré haciendo y enseñando aquello para lo cual fui escogida y llamada: dar buenas nuevas a los pobres, sanar a los quebrantados de corazón, pregonar libertad a los cautivos, vista a los ciegos y poner en libertad a los oprimidos. Así me ayude Dios.

Le puede escribir a la autora a: raquel123@gmail.com

Foto/Freepik

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