Reflexión
Por Ignacio Morales Borges
Haciendo lectura de un fragmento del libro “Pedagogía del Oprimido” del autor Pablo Freire, me topé con el asunto sobre las relaciones educador-educandos en la escuela actual, en cualquiera de sus niveles.
Interpretando la lectura, comentaba y manifestaba que, según lo experimentado y, en ocasiones, citando algunas de sus palabras, sí existen relaciones fundamentales en la narrativa que realizan algunos educadores y que, finalmente, concluyen como tema o material abandonado u olvidado. ¡Este asunto puede causar el estancamiento del alumno!
En la obra, Freire menciona a “el que narra” como educador y “pacientes oyentes” a los educandos. Cuando hacemos uso de la narrativa con argumentos insinuantes a la realidad, el oyente podría interpretarlo como “algo” verdadero e indiscutible. Considero que al recibir información a través de una narrativa vaga de los datos primordiales, que se requieren con el fin de adquirir algún tipo de conocimiento, se crean inquietudes e interrogantes que muchos educandos cargan en sus espaldas hasta el día justo que adquieren las respuestas a ellas.
En cantidad de ocasiones, el educando se abastece del contenido vacío de este tipo de narrativa. Esto es información que podría nombrar como “pedacitos o migajas de la realidad”. Es como transitar por una autopista en la madrugada; oscura, desolada e interminable. O peor aún, como caer en un abismo insondable. Para mí, este asunto es aterrador. En casos como este, el educando no despierta de ese sueño quimérico hasta después de terminado sus estudios, momento en que quizá entienda que fueron pocas las oportunidades que tuvo para forjar un pensamiento crítico e informado durante su estancia como “oyente”; es decir, un ente que solo recibió palabras huecas. Existe un refrán que dice: “La mejor palabra es la que no se dice”. ¡Así lo creo yo! La relación del educador-educando tiene que llevarse a cabo con base cimentada y enfocada en la educación transformadora. Encerrarme en una habitación y memorizarme la tabla periódica científica no indica que la conozca a detalle; únicamente tomé unos minutos para memorizarla. O, peor aún, ha ocupado espacio de mi “chip cerebral” con información inerte. Mejor dicho, es como cuando el disco duro de tu computadora se llena de “basura y cachés”.
La información que “el narrador” debe ocupar en sus narrativas debe ser precisa y dócil para que el estudiante pueda recibirla e internalizarla con todo su entendimiento.
Esto es alimentación intelectual. De este modo se transforma. Grandes archivos de “basura y cachés” son la primera práctica errónea de un sistema educativo estéril. ¡Sin creatividad no existe transformación!
El sistema educativo tiene que reinventarse hasta lograr objetivos que generen frutos al estudiantado. En fin, leído solo tres páginas del libro “Pedagogía del Oprimido” del autor, filósofo y pedagogo Paulo Freire, más expresando mi entendimiento sobre dicho texto, puedo decir que concuerdo con Freire cuando en el cuarto párrafo de la página 73 dice: “La educación debe comenzar por la superación de la contradicción educador-educando. Debe fundarse en la conciliación de sus polos, de tal manera que ambos se hagan simultáneamente, educadores y educandos”.
El Autor es un Hombre de Letras de Alma Libre que reside en el Instituto de Bellas Artes y Estudios Universitarios del Complejo Correccional de Bayamón.

