Opinión
Por Pablo Francisco Cruz Azize
Para Prensa Sin Censura
Pablo José Hernández Rivera, Comisionado Residente de Puerto Rico en Washington, D.C., utilizó su voz (sin voto) en el Congreso de los Estados Unidos para denunciar las declaraciones del Presidente de Venezuela Nicolás Maduro respecto a una invasión para liberar a Puerto Rico.
Hernández Rivera afirmó la existencia de una “mayoría abrumadora” de puertorriqueños a favor de la unión o asociación a los Estados Unidos y declaró que el futuro de Puerto Rico debía ser decidido por los puertorriqueños de manera pacífica y democrática. Comunica implícitamente de este modo que según su parecer el asunto del estatus de Puerto Rico debe resolverse mediante la libre elección de la mayoría de la gente sin que medie el uso de la coacción a través de la fuerza física.
La declaración del comisionado fue aplaudida y celebrada por algunos en Puerto Rico, viéndolo como una defensa de la libre decisión y como un tapabocas a un líder descrito como un “dictador”.
Naturalmente las palabras del comisionado agradarán a los sectores que más favorecen la “unión” o “asociación” entre Puerto Rico y los Estados Unidos, pero creo que este fenómeno debe ser motivo de profunda agonía moral pues, al modo de decir de Ramón Emeterio Betances, reconocido como el Padre de la Patria, refleja un pueblo celebrando libertades que cree tener y no tiene.
No quiero atacar el carácter personal de Hernández Rivera y tampoco debemos juzgar injustamente a los compatriotas que celebraron sus palabras, pero me parece incomprensible (a no ser por nuestra condición colonial) cómo se habla insinuando la libre elección pacífica del pueblo cuando una elección libre y pacífica del pueblo no ocurrió en Puerto Rico.
El futuro de Puerto Rico no fue decidido por una libre elección pacífica, sino por la violenta fuerza de una guerra, durante la cual se invadió a Puerto Rico injustamente. Fueron los Estados Unidos de América la nación invasora, la misma en cuyo Congreso el comisionado con voz pero sin voto habló de paz y libre decisión. Fueron los Estados Unidos los que bombardearon el Viejo San Juan, desembarcaron sus ejércitos por Guánica y avanzaron armados por los suelos de la patria siendo resistidos en combate tanto por españoles como por puertorriqueños, contrario a todo lo que nos han querido hacer creer algunos colonialistas, hasta que la Madre España se rindió.
Estados Unidos forzó a España a entregar a Puerto Rico y esta cesión fue formalizada en el Tratado de París, que representa el origen del gobierno de los EE.UU. en Puerto Rico. Esta cesión fue sin embargo, como demostró el Maestro Pedro Albizu Campos, una acción contraria a la ley vigente de la Carta Autonómica que regía las relaciones entre Puerto Rico y España: cualquier cambio en la relación entre Puerto Rico y la Madre España debía realizarse a petición y con permiso de Puerto Rico, cosa que nunca ocurrió al momento de la cesión. Invocando la Carta Autonómica para impugnar la legalidad del Tratado de París, Albizu Campos pudo desacatar o negarle derecho de autoridad al gobierno estadounidense colonial en Puerto Rico.
La tesis de la ilegalidad y nulidad del Tratado de París, en un país que tanto se jacta de “la ley y orden”, sirve para demostrar que el gobierno que tanto se defiende en nombre de “la ley y el orden” se formó rompiendo toda ley y todo orden. Demuestra también, más allá de la cuestión legal (cosa que creo que debe ser más importante, ya que no todo lo legal es moral y hay quién podría decir que la propia Carta Autonómica fue ilegal, según al menos me comentó, sin que yo haya podido corroborarlo todavía, un profesor de política cuyo nombre omitiré), la ilegitimidad de origen del gobierno estadounidense en nuestra patria, porque un gobierno formado tras una invasión injustificada y que disfraza la sola fuerza con el manto del legalismo no puede tener legitimidad de origen.
No se conformó el gobierno de los EE.UU. en Puerto Rico con solo invadir a Puerto Rico, sino que mantuvo a nuestra patria como una colonia de manera permanente y nunca impulsó un proceso serio de transición a la independencia o a alguna otra forma de autogobierno. Dirán los apologistas del mal llamado orden vigente que bastantes plebiscitos ha habido para que el pueblo elija libremente un nuevo estatus sin la oposición de los EE.UU., pero diré en respuesta que tampoco han tenido su aprobación.
La vez que se intentó impulsar un proceso descolonizador utilizando las vías oficiales se fracasó por la falta de apoyo de la nación que maneja verdaderamente el poder político en Puerto Rico: los Estados Unidos de América. Me refiero al llamado Proyecto Tydings-Piñero, que según Marisa Rosado (biógrafa de Albizu Campos y autora del libro “Las llamas de la aurora”) fue un proyecto de ley de la legislatura de Puerto Rico aprobado en 1945 para cambiar el estatus a través de las elecciones plebiscitarias con el apoyo del Congreso de EE.UU., pero no tuvo éxito: se presentó allí, pero nada ocurrió.
Habiendo fracasado este intento de conseguir a través de los medios formales una resolución del estatus mediante elecciones, ¿debe sorprendernos que en 1950 Albizu Campos y el Partido Nacionalista hayan recurrido a una rebelión armada contra la potencia extranjera que ocupó nuestra Isla por la fuerza de las armas?
No creo que hoy se den las condiciones para justificar la lucha armada por la independencia (pero creo que es y sigue siendo un derecho al cual pueden recurrir los pueblos en casos extremos) y todavía creo que pueden haber modos pacíficos para, como decía Albizu Campos, “organizar la patria para el rescate de su soberanía”.
No podemos sin embargo pretender, en nombre de una falsa idea de paz y libre elección, que Puerto Rico ha sido y sigue siendo libre para decidir su futuro cuando nuestra historia y los límites políticos del momento actual demuestran en mi opinión que no es así.


Me encantó el artículo de Pablo Cruz Azize! Bien documentado y buen análisis de nuestra realidad política.
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