Opinión
Por Jesús Delgado Burgos
Para Prensa Sin Censura
Respeto a los intelectuales aunque difiera de ellos porque su función es precisamente confrontar la realidad, las prácticas culturales y los procesos políticos y sociales que inciden sobre la sociedad.
Sus nociones discursivas y narrativas nos obligan a pensar.
Expresado lo anterior planteo también lo siguiente:
Una cosa es el análisis de la realidad desde la propia intelectualidad y otra la propia complejidad de esa realidad. ¿A qué viene esto? Al debate de ideas, unos de altura y rigurosos, otros pedestres como esas conversaciones de sobremesa en que la noria, da vueltas y vueltas sobre el mismo punto de siempre sin aportar ideas nuevas y otras que confunden la falta de respeto con la discusión y el debate.
El tema de discusión sobre Bad Bunny, su producción «Debí tirar más fotos (DTmF)», su importancia y objetivos para unos, o su marketing revestido de nacionalismo cultural o contracultura light para otros, ha sido intenso y extenuante. En ese aspecto, difiero con algunas o muchas de las idea planteadas por el profesor Ramos Perea, pero reclamo y observo para él el mayor de los respetos.
Podrá decirse también que «Debí tirar más fotos» tiene algo de parecido (en escala mínima o inferior, si prefieren) al discurso de añoranza de la generación de 1930, denominados como hijos de hacendados de un pasado español, con la diferencia que ahora son los hijos de la pobreza y parte de esa generación que sufrió los embates de María, el terremoto, la pandemia-confinamiento del Covid 19 y el verano 2019, la dictadura de Junta de Control Fiscal, pero sin las experiencias gratificantes de los Baby Boomers que evolucionaron del bolero, el tango y la ranchera a los hippies, los Beatles, la Nueva Ola, el Festival Mar y Sol, la Zalsa, la Nueva Trova, el Mayo Francés y las guerrillas universitarias…
Sobre Benito-Bad Buny, su nueva producción, su defensa de nuestra identidad, su llamado de alerta ante el proceso de saqueo de nuestro patrimonio nacional y gentrificación a que se nos está sometiendo, mucho se ha escrito en los pasados días y se seguirá escribiendo. No son ideas nuevas, cierto es, pero no puede negarse que a un sector bien amplio de la juventud, el discurso académico o intelectual no les llega en el sentido de que lo encuentran pesado o no lo asumen. A ese sector apela Bad Bunny, cosa innegable, ya sea marketing o nacionalismo cultural en el que “cualquier tiempo pasado fue mejor”.
Podrá decirse también, como tal vez pensarán algunos, que los versos “ Te lo dijo Matienzo y no quisiste /
oír del prócer el consejo sano / y poco a poco una extranjera mano / cayendo va en la tierra en que naciste” de Virgilio Dávila, lo expresa de mejor manera, pero ¿Cuántos jóvenes o trabajadores de principios del siglo XX o en los años 30 leyeron el poema de Virgilio Dávila o a Pedreira? Imposible imaginarlo con exactitud, de la misma manera que sectores amplios de esa juventud de hoy no ha leído el trabajo de Félix Córdoba sobre Pedreira y desconocen la importantísima obra en el campo de la comedia, el teatro, la poesía y el cine de Jacobo Morales, pero conocieron de ello por Benito-Bad Bunny.
¿Cuántas veces escuchamos la queja o crítica al sistema educativo de que no se enseña nuestra verdadera historia? Pues demos gracias a Benito por llenar ese vacío, sea marketing o simple nacionalismo cultural.
Podría seguir elucubrando, pero, con esto termino: el ser humano no es un ser estático. Su capacidad de evolucionar y transformarse es parte de su esencia corpórea, cognoscitiva e identitaria. El Bad Bunny de ayer no es el mismo de hoy. Se refleja y es parte de su trabajo, sea marketing o nacionalismo cultural dulcificado. De mi parte, aunque su género musical no es el mío así como su versión de la historia de Puerto Rico y su relación colonial no tiene la rigurosidad con que yo u otros la enseñaríamos, ha logrado llevar su versión de nuestra historia a sectores en y fuera de nuestras fronteras, sea marketing o lo que sea.
Finalmente, no me considero un intelectual en el sentido tradicional o académico del concepto y mucho menos orgánico, con la rigurosidad en que lo definió Gramsci, pero me identifico con Edward Said que, además de su rigurosidad intelectual, cuando tenía que tirar piedras contra tanques de invasores genocidas sionistas, lanzaba sus piedras.
Gracias Benito.

