El Rey Melchor y la identidad boricua

Tercero de una serie.

Nota del Editor: Ensayo histórico y crítico sobre la tradición de los Santos Reyes y la nacionalización del Rey negro Melchor que aparece en el libro “El Movimiento de los Reyes Magos hacia la Estrella Sola” del fenecido historiador, antropólogo, investigador y artesano Ramón López, que lo compartió con este periodista seis años antes de su fallecimiento en 2020.

Por Ramón López

Volvamos a las tallas de los Reyes Magos. 

Las variaciones de sus configuraciones básicas refuerzan lo que aquí discuto. La pluralidad étnica de la colonia está en un santo de tres personas distintas y la unidad de esa gente está en la unidad de los Santos Reyes que no reciben culto individual sino siempre en colectivo. La solidaridad como habilitación de la supervivencia está simbolizada en la generosidad de los Reyes Magos portadores de regalos variados.

Cuando los santeros tallaban caballos con la pata alzada acentuaban la imagen del movimiento. Lo mismo cuando animaban las expresiones faciales, colocaban a los jinetes de lado, les alzaban la mano en dirección a la estrella, dejaban las bridas sueltas y -de manera tan acertada y vital- cuando prestaban tanta atención a los caballos mismos, cuya individualidad trinitaria era más específica que la de dos reyes claros y uno oscuro.

Incluso cuando abandonaban la centralidad de Melchor y lo colocaban en otro lado, o tallaban los Reyes en bulto o los colocaban en el Nacimiento, le daban a la imagen nuevas posibilidades y transformaciones que insistían en su movimiento visual. No en balde dice Teodoro Vidal: “Ningún personaje sagrado se representa en Puerto Rico de modos tan diversos como los Reyes: de ellos hay imágenes pictóricas, de bulto completo y en relieve. Figuran a caballo, de pie, hincados en el momento de hacer su ofrenda al Niño Dios, en el Nacimiento y acompañando a las Tres Marías camino al Portal de Belén. También aparecen en la representación de Nuestra Señora de los Reyes perteneciente a la tradicion puertorriqueña, colocados delante de la Virgen en pequeñas figuras en una perpectiva jerárquica o labrados en su falda. Los Reyes tallados a caballo tienen a veces en nuestro país la particularidad de que las monturas imitan caballos de paso fino. En algunos casos, uno de los Reyes señala a la estrella de Belén o la lleva en una varita.

La identificación con los Reyes Magos nos llevó a crear una imagen exclusivamente puertorriqueña en la Virgen de los Reyes, en la que Melchor asume su centralidad distiguida la mayoría de las veces. El rey portador de la estrella en una varita es con más frecuencia Melchor. Como se ve en la constatación de Teodoro Vidal, en los Reyes Magos la gente puertorriqueña encontró el ámbito más libre, creativo y móvil de todo el culto a los santos.

No es extraño que la talla de los Reyes fuera producida masivamente en tiempos pasados y sea la talla que más se produce en tiempos actuales. No es extraño que en una sociedad esclavista donde la libertad de movimiento era la seña más evidente de la esclavitud, donde los soldados y los jornaleros carecían de libertad de movimiento, donde las instalaciones militares eran presidios y los trabajos forzados abundaban más que los voluntarios, la movilidad celestial y trascendente de los Reyes Magos fuera una esperanza sagrada y una identificación con la cimarronería y el contrabando como alternativas al sedentarismo forzado de la vida urbana y la propiedad latifundista.

Poco a poco, la distinción visual de Melchor fue asumiendo sentido en la narrativa misma. El pueblo quiso explicar su propia decisión de identificarse con el oscuro. Otra vez se mezclaron las herencias coloniales con las contestaciones populares. Para comprender esto, debemos recordar que la imagen de los Reyes Magos a caballo por lo general incluye de manera protagónica pero invisible la estrella que les guía. Es como la síncopa de los golpes de la percusión africana: hay golpes que no se tocan pero sí se cuentan y son parte del ritmo que se ejecuta.

La leyenda de Melchor 

La literatura oral recoge la leyenda de la negrura de Melchor. Se dice que Melchor era blanco pero muy orgulloso y pretendía adelantarse a los otros Reyes, de manera que la estrella lo quemó como castigo. La leyenda puede tener una lectura colonial y racista: ser negro es un castigo divino, por lo tanto inevitable y justificado. Lo venturoso es ser blanco.

La desventura es ser negro. Sin embargo, la narrativa de la Epifanía es tan abierta que permite otra lectura.

La estrella es la manifestación de la libertad y la salvación encarnadas en un Mesías. No tiene nada de perverso que uno quiera allegarse a ella. Pero la lucha por la libertad siempre conlleva la posibilidad de una derrota que es la esclavitud. Los creventes puertorriqueños bien pudieron entender que un Melchor castigado y quemado era como un africano capturado y esclavizado. 

El dios punitivo de los judíos puede ser semejante a dios conquistador de los cristianos. Hay un cuento infantil alemán-austriaco, titulado Donde se cuenta la alegría de Melchor, el rey negro, de intenso tono racista y donde leemos que lo habían hecho rey de su patria porque era menos negro que los otros negros negrísimos. Pero su orgullo de negro claro se vino abajo al llegar a Jerusalén, donde advirtió tristísimo que todo el mundo le miraba como si estuviera enfundado en la piel del diablo. 

Melchor llegó donde Jesús como negro disminuido y acomplejado pero el Niño le hizo el milagro de borrarle la negrura de las palmas de las manos y desde entonces todos los moros tienen blancas las palmas de las manos. El autor termina inculcando un poco de condescendencia racista a su niño lector: “Vete allí, al país de los negros, comprueba lo que te digo y míralos como a hermanos.»

A los puertorriqueños Melchor no les provoca pena sino orgullo y no hay que mirarlo como a un hermano porque es uno de nosotros, santo poderoso y bueno. En la novela española El Mártir del Gólgota, encontramos a Melchor siguiendo la estrella con Gaspar y Baltasar: “Negro como la noche es su semblante y su piel; su mirada es triste y melancólica, porque Melchor, rey peregrino, ha cometido un crimen horrendo y recorre el mundo implorando el perdón de los cielos”.

Melchor cometió incesto con su hermana pero consigue el perdón gracias al Niño Jesús y, años después, se salva del martirio que sufren Gaspar y Baltasar y logra regresar a su país donde, debidamente cristianizado, funda una ciudad y vive lleno de paz y riqueza.

Otra leyenda oral dice que la razón por la que Melchor debe colocarse en el medio es que, cuando los Reyes Magos iban para Belén, cada vez que Melchor se salía del medio la estrella desaparecía y no volvía a aparecer hasta que el negro ocupara su lugar. Esta idea de que Melchor tiene una especial relación con la estrella aparece en la tradición puertorriqueña de varias formas. 

Una es la inclusión de una estrella en una varita que suele portar Melchor. Otra es un regalo en sus manos en forma de estrella. Otra es la imagen pictórica de Melchor al frente señalando la estrella. 

El maestro trovador Ramito canta un aguinaldo que dice: Se ocultó la estrella/ su resplandor visto/ Herodes muy listo/ se guiaba por ella. /Al perder su huella/ ya Melchor de frente/ a Dios pide y siente/ auxilio sin par/ y volvió a brillar/ la estrella de Oriente.»

La estrella es lo que da trascendencia espiritual al viaje de los Reyes Magos. Como símbolo de salvación, es lo que da sentido a su movimiento. La gente puertorriqueña supo darle a la narrativa una dimensión mitológica universal: reconoció a los Reyes Magos en tres estrellas alineadas en la constelación de Orión. Así los Reves nos acompañan desde el cielo y pueden supervisar nuestro comportamiento sin lugar para el disimulo o la mentira.

Más adelante veremos que Melchor quemado es una metáfora universal del encuentro con lo divino.

Por ahora, resalto la invención que hace la gente puertorriqueña de las imposiciones simbólicas coloniales. Melchor no es humilde y sumiso como se espera de los negros y recibe un castigo pero el pueblo invierte el castigo y altera la narrativa de manera que el oscuro es el iluminado: la oscuridad de Melchor es la claridad en la ruta hacia la salvación.

Así Melchor se eleva a lo sobrenatural y, como santo-rey-negro, adquiere poder para proteger a su gente.

Mediante la inversión de la leyenda, Melchor es la sanación de la esclavitud y del racismo.

Esta tendencia a la inversión simbólica tiene otras manifestaciones en nuestra cultura popular. Si la santidad europea se manifiesta en la blancura, Melchor es un santo negro puertorriqueño. Si la santa pureza de la Virgen es también una blancura, la gente puertorriqueña concentra sus devociones en una Virgen negra de Monserrate. Si la guerra de moros y cristianos se expresa como la de caballeros blancos y vejigantes negros, el pueblo toma partido con los vejigantes y los hace más suyos mediante la creatividad de las máscaras artesanales. Si las muñecas europeas son blancas, delicadas y lujosas, la muñeca de trapo del pueblo se vuelve madama negra, cariñosa y misteriosa. A diferencia de los sectores dominantes, los sectores populares no viven obsesionados con la clara limpieza de la sangre sino solidarios con su oscuro mestizaje.

Como toda realidad sagrada, los Reyes Magos no tienen que limitarse a los ámbitos humanos del tiempo y el espacio. Pueden viajar, visitar y regresar a sus tierras lejanas y a la vez permanecer con sus creyentes todo el año, resolviendo urgencias y haciendo milagros. Su fiesta se asocia con abundancia y alegría porque se celebra en tiempo de cosecha pero ellos permanecen cerca en el otro tiempo de estrechez y pobreza. Así atienden peticiones cotidianas según el esquema general de necesidad, petición, promesa, favor y pago.

Al igual que las imágenes de otros santos, los Reyes Magos acumulaban pagos por sus ayudas en la forma de milagros de metal colgados o enlazados en sus altares. De Europa habían traído la fama de ser buenos protectores contra temporales y hechicerías, además de facilitar la buena muerte y, por supuesto, proteger a viajeros y peregrinos.

Sin embargo, Melchor y los otros dos no se limitaban a esas especialidades. Los Reyes -a diferencia de otros santos- eran buenos para atender cualquier problema. Como atestiguan las formas de sus milagros de metal, curaban animales, aliviaban la miseria, eliminaban dolencias de brazos, piernas y ojos, y lo mismo respondían a hombres que a mujeres.

Al juntar en sus personas sagradas la familiaridad de los santos, el exotismo de los extranjeros y la presencia de los africanos, los Reves Magos tenían cabida para una amalgama de intenciones y posibilidades según sus creyentes. Esa gente que ponía su fe en los Reyes Magos con Melchor en el medio, ladinos y bozales ambos, retenían sus creencias y las expresaban tarde o temprano. Con el tiempo, la incidencia de casos envolviendo a “hechiceros» y «brujos», como el clero católico llamaba al clero abricano e indio, fue en aumento…

Es posible que, dada la variedad de etnias, no sobreviviera un cuerpo religioso específico, pero dado el sometimiento de todas las etnias, parece haber surgido un modo o un estilo africano de resistencia religiosa, unos medios de defender el fuero interno, el espacio inviolable del ser humano que a la larga sería el reducto criollo, afroantillano en nuestro caso, desde el cual se le daría forma a las inquietudes espirituales. 

Sea cual fuere el carácter de esa resistencia religiosa de los oprimidos, los opresores estaban muy concientes de ella, la acusaron y la persiguieron. Esa resistencia religiosa, que no tenía un espacio aceptable en la colonia, encontró espacio en unos Reyes Magos con un rey negro dotado de la distinción central. En las culturas de África el rey provee el mayor enlace entre la gente, los antepasados y los dioses.

Los Reyes y la religiosidad popular 

Ángel López Cantos documenta la situación de la religiosidad popular en el siglo 18. El nivel de conocimientos profundos de la doctrina católica era muy escaso, porque entre los mismos sacerdotes su preparación no pasaba de ser muy elemental. 

Según un miembro del clero de la época, la abundancia de negros fugitivos producía «los graves daños y graves perjuicios que resultan así en lo espiritual, volviéndose a su primera ignorancia de los misterios de nuestra santa fe y sembrando algunas supersticiones entre la gente rústica y vulgar». 

La moral pública era escandalosa para el clero y los gobernantes. La violencia, el racismo y el machismo eran los principios integradores del orden público.

El incumplimiento sacramental era la norma en la vida religiosa. La falta de vestidos era tan generalizada que un obispo se veía en la obligación de regular la asistencia al templo de las esclavas semidesnudas: Y que quizás por la pobreza y servidumbre no pueden practicar ésto, mandamos se lleguen a tan santa acción con la mayor honestidad y decencia cubriéndose los pechos con las manos… antes de la luz del día. 

El pueblo reaccionaba a todo ésto concentrando su atención en las vísperas de los días festivos, que se festejaban con bailes, comidas y abundante alcohol y como se prolongaban hasta altas horas de la madrugada no estaban en la mejor disposición para acudir a los templos. 

La consecuencia fue un desplazamiento de la religiosidad hacia los ámbitos domésticos y comunitarios, donde se desplegaban los movimientos de iniciativa popular y florecían el culto a los santos, los altares caseros, los rosarios cantados, las Fiestas de Cruz y las peregrinaciones hacia el santuario de Hormigueros, la meca de la espiritualidad popular de la época. 

La unidad de lo sagrado y lo profano caracterizaba todas estas celebraciones. Esta era la vida religiosa de la gente que ofrecía especial reconocimiento a Melchor y convertía la Fiesta de Reyes en la más importante de su calendario.

La centralidad del rey negro también se relaciona con la imaginación de los esclavos de la época, para quienes «rey negro» era la realidad lejana de sus propios reyes del África occidental. En sus sociedades estatales y urbanas de gran desarrollo civilizatorio, los reyes eran considerados puntos de contacto de las mejores cualidades humanas y los poderes divinos. Además, estos esclavos alimentaban su rebeldía con otra imagen del ‘rey negro»: el monarca de Haití, el país donde una revolución de esclavos inició la conquista de la independencia política en el Caribe esclavista. La imaginación de Haití era de una tierra libre y sagrada, destino deseado de los esclavos que se organizaban y participaban en conspiraciones y sublevaciones en Puerto Rico. No me parece casualidad que la primera sublevación de esclavos que hubo en la ciudad capital -que se extendió por toda la Isla- surgiera precisamente el Día de Reyes en 1812. Con la llegada de un barco a San luan, se había propagado el rumor de que el gobierno español había decretado la libertad de los esclavos negros y que el gobierno de Puerto Rico lo ocultaba. 

Arrastrados por las buenas noticias, un grupo de esclavos del pueblo de El Roble, al sur de la capital, se reunió en la plaza durante la tarde de las festividades de los Santos Reyes… La contabulación se extendió rápidamente por toda la región noroeste de la Isla… En Aguadilla, un esclavo de nombre Juan Evangelista, declaró que su padrastro, Miguel Bilbao, le había comunicado haber recibido una orden de que todos los negros esclavos fuesen libres. La orden era del Rey Negro, Enrique Cristóbal, de la parte francesa de Santo Domingo (Haiti).

Estos eventos cobran mayor interés si se consideran en el contexto de las características de las celebraciones del Día de Reyes en el Caribe que ya presenté siguiendo a Fernando Ortiz y que también se daban en Puerto Rico. Casi un tercio de las conspiraciones y sublevaciones de esclavos en Puerto Rico durante la primera mitad del siglo 19, ocurrieron en enero, mes de Fiestas de Reyes. 

El trastoque imaginario del orden social que la fiesta permitía, junto a la atracción de la tierra liberada de Haití, podía estimular el deseo de una libertad permanente en vez de las limitadas transgresiones durante un sólo día.

En la imagen de los Reyes Magos con Melchor en el centro, hay una distinción racial de blancos y negros que expresa la realidad histórica de la lucha racial de la esclavitud. En 1848, el Bando contra la raza africana del gobernador Juan Prim mostró los extremos de intensa violencia racial de la colonia.

La Iglesia Católica condonaba la política esclavista. La libertad requería la sublevación o el cimarronaje.

Más fiel incluso, que algunos obispos al dictamen del evangelio, el pueblo acogió en solidaridad al africano recién liberado o cimarrón y conjugó con él formas devocionales y cúlticas. El sincretismo religioso resultante sorprende por su versatilidad en incorporar viejos mitos africanos dentro de la imaginería cristiana pero también ilustra por su creatividad al expresar viejas verdades cristianas en un nuevo y exhuberante lenguaje religioso. No tengo duda de que los Reyes Magos con Melchor en el centro son una expresión elocuente de ésto.

El movimiento de los Reyes Magos en la religiosidad popular puertorriqueña los hacía integrarse cada vez más a una identidad nueva en la que se fundían los componentes ancestrales de su procedencia. En otras palabras, los Reyes se hacían cada vez más boricuas y así dejaban de ser orientales, españoles o africanos. A la misma vez, el tráfico de esclavos continuaba y siempre había gente africana de reciente arribo forzoso que se fijaba en los Reyes en el proceso de adecuar su percepción al nuevo ambiente donde eran colocados. Eran estos recién llegados, esclavos «bozales» les llamaban, los que con más disposición acudían a la rebelión y el cimarronaje.

Talla de Tony Ayala/Colección Jaime Torres Torres

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