Prensa sin Censura
Hoy, 22 de diciembre, es el Día de la Bandera de la Nación Puertorriqueña.
Por enarbolarla no pocos pagaron prisión y fueron carpeteados como nacionalistas.
Hubo una época en que exhibir la Monoestrellada era de heroínas y héroes de la Patria: de valientes como Albizu, Lolita Lebrón, Heriberto Marín Torres y Filiberto.
Hoy, hasta los anexionistas, la llevan en la solapa; los artistas la despliegan en sus conciertos y los jóvenes la exhiben en sus camisetas.
A la ofensiva mueca de Madonna pasándola por su pelvis en el estadio Juan Ramón Loubriel en Bayamón, abundan decenas de anécdotas en que se defendió el honor de la insignia patria.
Hay una de Don Heriberto Marín divulgada en Prensa Sin Censura. Narra que en la jornada de lucha para sacar a Ricky Rosselló de la gobernación miles de jóvenes enarbolaron la Bandera en las calles del Viejo San Juan. Caminando vio a un muchacho en la acera de la Calle Fortaleza sentado sobre la Monoestrellada. Se le acercó y con ternura paternal le susurró: “Por favor, no te sientes sobre la Bandera porque por defenderla estuve preso en La Princesa”.
En palabras simples: la Monoestrellada es el signo inequívoco de que Puerto Rico es una Nación con dignidad y con derecho a su libre determinación.
Con la estadidad, la Monoestrellada será erradicada de nuestro lar, aunque seguirá flotando sonriente en el Alma de la Patria.
Bandera (2009)
(Oda a la Monoestrellada de la Nación Boricua)
Seca mi sudor en las jornadas
de lucha por la liberación
de la Nación Puertorriqueña…
Confórtame en la hora en que
el cansancio doble mis rodillas…
Arrópame en las madrugadas
en que la cobardía petrifique
la osamenta de mi conciencia…
Enjuga mis lágrimas cuando la soledad,
la oscuridad, el olvido, la persecución
y la prisión debiliten mi espíritu…
Redime mi alma cuando el anhelado clímax
de la soberanía exija mi sangre…
Bandera, Confidente de mis cuitas con la
libertad…
Aliada de la emancipación de mi corazón
rebelde y revolucionario…
Sagrario de la Estrella Solitaria
que guía mis pasos hacia el amanecer
de la gran victoria, en que tu crisol
incandescente
derretirá las cadenas del yugo tirano y opresor…
Entonces, con la ternura maternal
con que cobijaste a Betances, de Hostos y Albizu,
cubre mi cuerpo desnudo en su abrazo
con el perfumado vientre
de la tierra borincana que lo vio nacer…
Diez canciones

