El fracaso de la estrategia de la industrialización como camino al desarrollo para ‘alcanzar’ al Norte

Nota del Editor: Segundo artículo en que Isabel Rauber analiza los desafíos de los BRICS tras la XVI cumbre celebrada en Kazán: el desarrollo como horizonte y la importancia de la desconexión y la cooperación para alcanzarlo.

ISABEL RAUBER

Hasta la Segunda Guerra Mundial el contraste centro-periferia fue prácticamente sinónimo del contraste entre países industrializados (centro) versus países no industrializados (periferia).

Sin embargo, en algunos países periféricos como Argentina y Brasil la  industrialización ya había comenzado.

Los movimientos de liberación nacional, tanto los que buscaban reconquistar la independencia nacional en Asia y África, como también los movimientos que buscaban la renovación y modernización en América latina —fueran burgueses, populares o una mezcla de ambos—, aspiraron a la industrialización para poder “alcanzar” a los países desarrollados.

La visión se desprendía de la definición que clasificaba a tales países como subdesarrollados los cuales, supuestamente, vía industrialización, podrían, por un lado, “alcanzar” a los países industrializados y posicionarse en el sistema mundial como un par respetado y respetable que devendría con el tiempo, cada vez más “igual”.

Por otro lado, con la industrialización y modernización, aspiraban a construir simultáneamente una organización social diferente, con un mejoramiento de las condiciones de vida para todos, aunque conservando una cierta jerarquía social.

Eso ocurrió después de la Segunda Guerra Mundial. En algunos países mediante revoluciones socialistas: como China, Vietnam y Cuba; en otros, sin revolución, a través de procesos de liberación nacional, obligados a hacer la guerra al viejo imperialismo colonialista. Aquí vemos los procesos de las colonias portuguesas en África, como Argelia. También se dieron en países de Asia y África, cambios sociales más o menos revolucionarios, más o menos radicales de Asia, África.

Mientras tanto en América Latina, el populismo o el nacional-populismo, impuso al imperialismo la industrialización (al menos temporalmente). Estos procesos evidencian que “no fue el capitalismo desarrollado quien condujo a la industrialización de los países del Sur. Fue la lucha de los países del Sur por su independencia la que obligó al imperialismo a ajustarse —y ciertamente se ajustó bien—, a las reivindicaciones de los procesos burgueses o nacional populistas o populistas de los países del Sur.” (Amín: 2009)

Los duros aprendizajes de los países emergentes que emprendieron el camino de la industrialización

Los contraataques del imperio a los países atrevidos del Sur lograron aplastar muchos procesos, incluso anular la industrialización iniciada, particularmente en América Latina.

Sin embargo, algunos países y regiones del Sur han entrado realmente en la industrialización en el sentido pleno del término. Esto ocurrió porque el desarrollo de las industrias, relativamente complementarias unas con otras, constituyeron un tejido industrial local integrado y relativamente capaz de devenir competitivo en el mercado mundial, sobre todo en el curso de los últimos 40 años.

De inicio, esos fueron los países asiáticos como Corea y Taiwán, China, luego Brasil y algunos países de acá o de allá, como México, Turquía, o África del Sur. Estos son algunos de los países emergentes hoy visibles.

¿Qué caracteriza hoy a un país como emergente?

“Primero, un crecimiento económico muy fuerte, muy superior a la media mundial. Segundo, el crecimiento de las exportaciones modernas: los productos industriales, no agrícolas ni primarios, que se traduce en su capacidad de competencia en el mercado mundial. Tercero, el hecho de que eso se ha realizado sin apoyarse totalmente en el aporte del capital exterior, sino que es el resultado de una política combinada de una política local nacional con la asociación —en algunos casos— con el capital financiero internacional.” (Amín: 2009)

En el caso de los pueblos de los países marginalizados la amenaza es muy grande porque en la estrategia actual del imperialismo, esos pueblos han devenido inútiles. Y, por tanto, la mejor solución —desde el punto de vista del capitalismo—, es su destrucción. Como preclaramente señala Samir Amín, el genocidio está al orden del día, de manera directa o indirecta.

La autora es una destacada intelectual y militante social latinoamericana. Doctora en Filosofía, Investigadora social y profesora universitaria.

Foto/Dossier Geopolítico

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