Editorial
Yo soy Rey. Para esto he nacido y he venido al mundo: para dar testimonio de la Verdad.
Juan 18,36-37
JAIME TORRES TORRES
Prensa Sin Censura
Hoy, según lo instituyó en 1969 el Papa Pablo VI, se celebra la Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo Rey del Universo o Fiesta de Cristo Rey, pero más allá de lo folclórico, cultural y convencional de la efeméride litúrgica, la Iglesia ratifica o no que Cristo es su Rey con su testimonio.
Y sus obras distan del modelo y paradigma de Jesús Rey, quien NUNCA se calló y su Verbo revolucionario interpeló y desnudó conciencias con la Verdad [¿Qué es la Verdad?, preguntó Pilato a Jesús] del AMOR.
La Solemnidad de Cristo Rey sorprende a no pocas comunidades de la cristiandad católica en la apariencia de una falsa, cosmética y banal piedad.
No se puede honrar a Cristo Rey sin sintonizar con su contundente magisterio: su Reino no es de este mundo. (Juan 18, 36).
¿Cuál es la exégesis? Que el Reino de Cristo, como se promulgó en Puebla, tiene una opción preferencial por los pobres; que denuncias las injusticias sociales; que reprueba a los que oprimen a los trabajadores; al sistema que destruye a la Familia; que critica al poder político y corporativo que asfixia a la gente y que desenmascara, como con los fariseos y escribas de su época, la hipocresía de los religiosos.
Y Cristo Rey, que nació en un pesebre de Belén en Palestina, escenario hoy de un pecado político y social imperdonable, no encontró donde reclinar su cabeza (Mateo 8, 20) y siendo Rey se hizo servidor de todos (Marcos 9, 35).
La Solemnidad de Cristo Rey, que precede el inicio del Adviento el próximo domingo 1 de diciembre, interpela a la cristiandad. El laico promedio, un día como hoy, debe reflexionar CÓMO vive su Bautismo porque con la unción sacramental es consagrado como Profeta, Sacerdote y REY.
Profeta que renuncia al pecado, anuncia la Buena Noticia y denuncia las injusticias. Sacerdote que ama y sirve a Dios sobre todas las cosas [“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente”, Mateo 22, 37]. Rey porque, siguiendo el modelo de Jesús [quien al ser de condición divina se hizo el más pequeño (Filipenses 2, 6-11)], se consagra al servicio del prójimo, particularmente del enfermo y el pobre.
Ahora bien, ¿a quién servimos; quién es nuestro Rey? La respuesta la encontramos en la cotidianidad eclesial. A nivel individual, hay laicos que, a tiempo y destiempo, se consagran al servicio de los Pobres [Jesús los menciona en Mateo 25]
Pero, ¿quién reina cuándo nos desatendemos del prójimo y lo abandonamos a su suerte?
La Solemnidad de Cristo Rey es oportuna para reflexionar cómo los laicos viven su Bautismo y profundizar conciencia adentro la autenticidad de su conversión.
En la fiesta en honor de Cristo Rey, tristemente, en la institución eclesial reina el dinero. Se observa cómo en no pocos casos la fe se promueve como una mercancía. Se olvidaron que más que “el oro y la plata” la prioridad es el AMOR que se traduce en servicio y acogida cristiana (Hechos 3, 6-8).
De la pandemia del COVID 19 al presente las finanzas de las conferencias episcopales han mermado. También han disminuido las feligresías. No poca gente ha despertado al observar la incoherencia entre lo que la iglesia jerárquica predica y lo que practica.
Mantener el andamiaje eclesial es muy costoso. Administrar las arcas de las conferencias episcopales supone promover todo aquello que pueda generar ingresos: privilegios políticos, diezmos, donativos por ATH Móvil y PayPal, ventas, bingos, rifas, etcétera.
Ciertamente, el Reino del Señor no es de este mundo.
Cuando colapse el sistema y la institución eclesial venga a menos, para los que perseveren bastará la Iglesia forjada y reconstruida con piedras vivas [“Ustedes son piedras vivas que Dios está usando para construir un templo espiritual”. 1 Pedro 2, 4] que sean testigos de la Verdad. (Proverbios 12, 17).
La mejor ofrenda a Cristo Rey es la entrega al prójimo. Adorémoslo conscientes de nuestro llamado, por el bautismo, a ser sus manos, corazón y palabra como auténticos sacerdotes, profetas y reyes.
¡Qué viva Cristo Rey!

