Opinión
RHINA M. JIMÉNEZ MS
Periodista independiente
Cuando le ocurre algún evento inesperado o difícil a una figura pública, muchas veces nos preguntamos qué haríamos nosotros en su lugar. Aunque pueda parecer un acto de empatía hacia el individuo, en el momento que tratamos de ponernos en su lugar, estamos inevitablemente juzgando sus decisiones.
Todos van a tener perspectivas distintas de lo que ese individuo debe o no hacer, porque los prejuicios y experiencias personales, van a afectar nuestra opinión respecto a la decisión tomada por ese individuo.
Recientemente, el candidato a la gobernación por la Alianza de País, Juan Dalmau Ramírez, compartió públicamente la delicada condición de salud de su esposa Griselle Morales. Muchas fueron las reacciones al respecto, particularmente en apoyo y solidaridad por la pronta recuperación de Griselle. Sin embargo, casi de inmediato comenzaron los “análisis” y “predicciones” de qué ocurriría con la candidatura de Juan Dalmau, debido a que lógicamente, se tomaría el tiempo necesario para poder apoyar a Griselle y al resto de su familia en esta situación difícil y delicada.
Desafortunadamente, esta no es la primera crisis de salud que aqueja a esta familia. En el 2016, el hijo de Juan y Griselle fue diagnosticado con cáncer y al igual que en esta ocasión, Juan tuvo que pausar sus actividades de campaña política para apoyar a su familia. Pero, el momento histórico que vivíamos como país en el 2016, no es el mismo que estamos viviendo en el 2024. De igual forma, el rol de Juan Dalmau en el 2016 como candidato del PIP, no se asemeja en nada al rol que tiene en la actual contienda electoral.
Desde el 2016 hasta ahora, el país ha pasado por varios eventos históricos neurálgicos: desastres naturales, pandemia, colapso de los sistemas de salud y educación, protesta masiva para sacar del poder a un gobernador electo, emigración incontrolable, colapso de las utilidades e infraestructura, apropiación de los bienes de dominio público, desplazamientos, gentrificación y una Universidad en decadencia. Siendo el evento más burdo, la crisis económica provocada por la corrupción, a pesar de haber recibido billones de dólares en fondos federales para la reconstrucción del país.
Si yo fuera Juan, estaría tranquilo y confiado en el trabajo realizado. Porque Juan lo hizo con tiempo, participó de forma más directa con el Pueblo.
Juan y su familia no están exentos de todos los problemas que nos aquejan. Solo para poner en perspectiva, el problema de salud de su esposa Griselle se está atendiendo en hospitales de la Isla, con personal médico local. Viviendo las mismas vicisitudes que viviríamos nosotros para poder obtener servicios médicos. Porque en este país, ni siquiera teniendo un plan médico privado, se garantiza la disponibilidad y la calidad de los servicios. Esa es solo una de las muchas razones por la cual los familiares tienen que estar vigilantes y cercanos a los pacientes, para poder participar del proceso de toma de decisiones que puedan traducirse en su beneficio y su pronta recuperación.
No hay duda que el Pueblo se ha desbordado en buenos deseos, oraciones y apoyo respecto a la salud de Griselle, el bienestar de sus hijos y el rol de Juan como esposo y padre de familia. Sin embargo, del árbol caído siempre se hace leña y enseguida comenzaron las especulaciones de lo que Juan debería o no hacer respecto a su campaña política y su candidatura a la gobernación.
Claro, en un país acostumbrado a vivir procrastinando todo, ha de ser normal el asumir que los últimos días antes de las elecciones son los más importantes para “tratar de agarrar el mayor número de votos posibles”. Como si la gente no supiera a estas alturas por quién va a votar, como si la campaña de Juan hubiese comenzado el mes pasado, como si los debates fuesen la única oportunidad que tiene Juan para dirigirse al Pueblo.
Hay que estar viviendo debajo de una piedra para no darse cuenta de que la campaña de Juan comenzó desde hace muchísimo tiempo. No hubo invitación que él rechazara: entrevistas en radio, podcasts, foros en diferentes organizaciones/grupos profesionales y comunitarios, mensajes en redes sociales, visitas a universidades y a comités de campaña municipales. Al mencionar esta frase en el debate televisado: “el que no lee, no le lleva ventaja al que no sabe leer”, Juan dirige la atención a aquellos que niegan de la existencia de sus propuestas en la plataforma ‘Patria Nueva’. Las mismas han estado disponibles desde hace muchísimo tiempo en las redes sociales, en su página de internet y él las ha discutido en cada foro, entrevista y programa en el cual ha participado.
Hace unos meses, tuve la oportunidad de documentar la actividad del lanzamiento del candidato a la alcaldía de Cayey por el PIP, Irvin Santiago. En la misma, Juan se dirigió a los asistentes haciendo hincapié en reconocer la labor de los líderes que los precedieron, quienes nunca perdieron la esperanza de que algún día llegaría la oportunidad de un cambio. “La Alianza se construye porque el triunfo está al alcance de la mano”, dijo Juan.
Terminó su mensaje dirigiéndose a los familiares del candidato a alcalde diciendo: “Esto es por amor. Si fuese por apetitos personales, no valdría la pena”, dijo en alusión al sacrificio y compromiso que tienen los candidatos cuando aceptan correr para puestos electivos.
Si yo fuera Juan, estaría tranquilo y confiado en el trabajo realizado. Porque Juan lo hizo con tiempo, participó de forma más directa con el Pueblo. No es la primera vez que hace una campaña para la gobernación y tiene el apoyo de una Alianza de País. Esta vez, él no está solo con su supuesto 2%. Ahora es él quien representa a un Pueblo que está harto, indignado y que exige un cambio.
Si yo fuera Juan, estaría agradecido de haber tenido la oportunidad de compartir en muchos foros con mis contrincantes de otros partidos. Claro, lamentaría la inaccesibilidad de la candidata del PNP, quien nunca aceptó participar de dichos foros, ya que solo participa en debates con un ambiente controlado, porque se asume victoriosa.
Si yo fuera Juan, estaría acompañando a mi esposa y a mi familia en este momento tan delicado. Porque Juan tiene un compromiso hacia ellos y de forma recíproca, su familia lo ha apoyado en su llamado a correr para la gobernación. Claro, nadie está exento de emergencias que están fuera de nuestro control y cuando el deber familiar llama, tenemos que pausar lo que haya que pausar.
Afortunadamente, Juan fue muy diligente en no dejar su campaña para el último minuto. Por eso ahora, puede tranquilamente dedicar tiempo a su familia, en lo que ocurre el evento electoral. Total, la toma de posesión no será el 6 de noviembre, sino el 2 de enero del 2025.
Si yo fuera Juan, tendría el mismo compromiso y responsabilidad con mi Pueblo que con mi familia. Porque no se trata solo de un trabajo, se trata de cambiar la historia de un país que necesita salir de una crisis. Sería un paralelo en mi mente: la crisis de salud de mi esposa y la crisis de mi Patria. Ambos asuntos necesitarían de mi completa atención. Y no sería ni la primera, ni la última vez que tendría que hacer ambas cosas. Porque cuando la familia necesita, tendría que estar ahí y cuando la Patria llama, también. Seguiría trabajando junto a mi equipo de campaña, para informar al Pueblo sobre las opciones de cambio. Ahora le toca al Pueblo hacer lo propio, ejercer su derecho al voto.
Si yo fuera Juan, por amor a mi familia y a mi Patria, jamás los abandonaría.

