El Topo: Voz, verso y diapasón por la Patria

JAIME TORRES TORRES

Prensa Sin Censura

Nunca conocí un Gigante del Pentagrama y la Poesía como El Topo.

Del movimiento de la Nueva Trova borincana Don Antonio Cabán Vale es la figura de mayor peso y trascendencia internacional porque su danza “Verde Luz” recorrió el mundo en las octavas del piano de Raúl Di Blasio y en las voces de cantantes internacionales.

Este artículo muy bien podría reseñar su paso a paso en la canción y la poesía, con énfasis en la extraordinaria dirección de Fran Ferrer en sus primeros proyectos como solista, pero optamos por las anécdotas que revelan realmente la estatura inalcanzable del artista puertorriqueño fallecido esta semana a los 81 años, pero cuyo proceso de duelo anticipado se remonta a 2021, cuando le sorprende un derrame en pleno encierro COVID.

Jamás olvidaré entre 1987 y 1988 la función en el café teatro La Casa de Teo en Río Piedras. Un ambiente de bohemia con El Topo de atracción especial aquel viernes inolvidable.

Llegué a cubrir para un diario de circulación mayor. El lugar estaba atestado y sus seguidores la pasaban bien.

Topo llegó tarde y dulzón. A duras penas se le entendía lo que cantaba, pero su público lo aplaudió con frenesí. Hoy entiendo porqué.

Porque El Topo nunca, a pesar de su grandeza, dejó de pisar firme. Poeta al fin, mantuvo su sintonía con la gente. Poeta de élites nunca fue. Vate de las querencias de la Patria que se revelan en sus hijos, sí.

Por eso en La Casa de Teo, el café del insigne actorazo Teófilo Torres, los parroquianos cantaron y brindaron con él.

Aunque mi reseña no fue halagadora, poco después en 1990 coincidimos y con desprendimiento me dedicó el único ejemplar que conservaba de su poemario “Penúltima Salida”, editado en España y con notas del prolífico y célebre Francisco Matos Paoli.

Esa década fue muy provechosa y productiva para El Topo. Siempre lanzó discos con su sello Guamaní, pero por su popularidad desde antes otras disqueras [Fania, Velvet, Rodven y RMM] editaron y lanzaron sus álbumes.

Topo dominó la Navidad de 1995 con el cd “Sentimientos de mi Tierra”, inspirado en los Hermanos Morales Ramos [Ramito, Luisito y Moralito] y en cuya presentación el productor Mendelson Ribot no escatimó, colocando en las manos de Antonio recursos como el del maestro del lente Rafi Claudio, artífice de una sesión de fotos para la posteridad.

En los 90 también lanzó “Un Metro de ternura” con la firma de Juan Luis Guerra en los créditos de la producción. Hoy por hoy, otro de sus mejores álbumes, y lo dedicó a Héctor Lavoe y Willie Colón.

En 2002 el Banco Popular anunció que dedicaría su especial a tres cantautores caribeños. Ante la imposibilidad de los virtuosos cubanos Silvio o Pablo, pensamos que El Topo pudiera ser considerado por Puerto Rico, pero el productor Ángelo Medina optó por el junte de su entonces protegido Draco Rosa junto a Rubén Blades y Juan Luis Guerra. [Este año El Topo pudiera ser un buen concepto para el especial de Navidad]

Seis años después, en una extraordinaria producción de su hijo Adeán con los talentos del Taller Ce y leyendas como Danny Rivera, Andy Montañez y Chucho Avellanet, le dedicaron los dos volúmenes de “Topo tu mano es la mía”.

Otra faceta desconocida de El Topo, aunque hubo canciones como “Dónde vas María” que revelan su devoción a la Virgen, es el cultivo de su espiritualidad. En 1998 llegó un martes a la Capilla María Madre de la Divina Providencia en Río Grande. Usó el servicio sanitario y después se sentó tranquilo a celebrar la misa ante la mirada atónita de los pocos feligreses presentes, entre quienes estuvo el autor de estas líneas.

Los encuentros con El Topo fueron frecuentes en el marco de entrevistas y coberturas de sus conciertos, lanzamientos discográficos y videos, como el del sencillo “Lo que mi Pueblo atesora” con Manny Manuel.

Nunca olvidaré el concierto de 2018 en la Sala Pablo Casals de Bellas Artes de Santurce en que celebró el cincuentenario de “Verde Luz”.

Tampoco la visita meses atrás a su casa en la Urbanización Roosevelt en Hato Rey para constatar, si como divulgó un telenoticiero, su hijo Adeán lo había dejado a su suerte.

Aquella tarde lo saludamos en su habitación, estrechamos su mano, balbuceó nuestro nombre y nos regaló la sonrisa de siempre: cálida, afectuosa, feliz y sincera, como la Patria a la que consagró su voz, verso y diapasón.

¡Descanse en Paz, Antonio Cabán Vale ‘El Topo’!

El Topo. Foto/archivo

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