Por Bany Sepúlveda
Para Prensa sin censura
Desde muy jovencita hasta mis actuales 59 años, he tenido a bien el desarrollo de oportunidades de introspección profunda.
De algún modo es como virarme al revés y hacer una lista de haberes en mi ser interior. Me ocurre que la mente me lleva a identificar mis aciertos y desaciertos para mí y para con mis seres allegados. En la mayoría de las veces me asigno un rigor mayor porque soy exigente conmigo, en muchas otras identifico cuanto me fallo al considerar el bienestar de los demás.
Lo que es innegable es que mi objetivo es verme como cigoto recién plantado en el vientre de la vida. Me planteo un nuevo comenzar, como si fuera mi primer rostro ante la vida, pero con la certeza de lo ya aprendido. Con la actitud de vivir con promesa de lo mejor de cada segundo posterior de mí y para mí así me hallo en el trayecto.
Es ánimo de crecer y desarrollarme en división celular fresca y abierta. Así se irán formando nuevos sentidos, nueva piel, nuevos caminos hacia la luz del cuello uterino de la vida misma, sin nada más que se ocupe de mí que hallarme en posición de parto. Parirme a mí misma, esa es la consigna.
Todas mis luchas y nuevos postulados sobre la realidad circundante se vierten dentro de mí, respondo serena y contundente… con la gracia de una bailarina de ballet sostenida sobre las puntas de los pies. Si me ves, no te darás cuenta del proceso sumergido justo allá donde se establece la barrera entre el cuerpo y el alma. Es pura intimidad con algún atisbo de asomo entre la mirada dulce y la sonrisa. Intento explicarlo, sin hallar palabras para ello. Necesitaría una expresión algebraica para poder extraer la abstracción deliciosa a veces y dolorosa muchas otras en medio del proceso. Pocas veces, casi nunca, se allega a mi proceso algún ser que pueda advertirlo.
Entonces, la realidad ante mis ojos, cambia. Todo se ve mucho más claro evidente mientras el cigoto pasa a ser feto en la matriz de la vida. Nunca el parto se da de modo prematuro. Puede incluso tomar años en el silencio altisonante de mi interior. No responde a tiempo determinado. Es un silencio estremecedor que grita y reclama las extremas bondades y las tolerancias de tanto.
Y un buen día o noche, en el momento menos pensado, en cualquier farmacia, colmado, zaguán, callejón… justo en el lugar de latitud y longitud perfecta… me pongo de parto y nace la nueva criatura ante los ojos perplejos de todos los seres que nunca se dieron cuenta que pasé de cigoto recién plantado al elevado proceso de parirme a mí misma. Y en ese momento, mis ojos están puestos sobre la nueva criatura y me extraigo totalmente del juicio, de la opinión y de todo lo que esté a mi alrededor.
Asumo la maternidad biunívoca con el nuevo ser, me coloco en postura de mamar de la teta del universo que es un pecho perenne y no hay nada más que me alimente. Nada me conmueve, nada me mueve que no sea verme amparada por el proceso de parirme a mí misma y reflejarme en los ojos de la nueva criatura y acurrucarme en su piel. No es ego, no es arrogancia, es virtud en la intolerancia de lo insospechado. Absorta en mi nueva criatura, todo cambia para mí y para mi entorno. Es crecer, amigos, es crecer lejos de todo y cerca de mí como siempre debió haber sido. Entonces, a partir de mi, puedo ser más selectiva en el modo de darme.
Te invito a lo mismo sin importar cual sea tu circunstancia. Elije ser cigoto recién plantado y escoge tu tiempo de gestación hasta que seas nueva criatura en función de ti , entonces, asiste a tu parto con abundancia de ti. Eres responsable totalmente de todo lo que a tu lado sucede. Nada ocurre porque sí. Sé cigoto recién plantado y tómate. Llega a tu parto y mírate a los ojos.
Y la placenta se irá lejos de ti, lejos de mí, porque no se precisa de tanto desperdicio.
La placenta se quedará esperándome. Estaré muy lejos, casi imperceptible. Estaré presente para mí desde mucho antes. Este no es un aviso, no avisaré. Siempre me salvaré, ya lo he practicado. Solo me falta no tener que volver a empezar y aún allí, me salvarè.

