El sincretismo del Rey Melchor con el santo orisha Shangó

Cuarto de una serie.

Nota del Editor: Ensayo histórico y crítico sobre la tradición de los Santos Reyes y la nacionalización del Rey negro Melchor que aparece en el libro “El Movimiento de los Reyes Magos hacia la Estrella Sola” del fenecido historiador, antropólogo, investigador y artesano Ramón López, que lo compartió con este periodista seis años antes de su fallecimiento en 2020.

Por Ramón López

Al negro le gusta lo rojo.

¿Cómo podía la imagen de los Reyes Magos con Melchor distinguido en el centro acomodar la continuidad del mestizaje colonial y a la vez admitir la novedad de nuevos pobladores todavía ubicados en su negritud africana? Aquí vale la pena repetir que en Cuba los negros reconocían a Melchor y lo “habían adoptado como su patrón celestial».

Sabemos también que en Argentina los habitantes de varias provincias de abundante población negra «eligieron a Baltasar, el rey negro, como santo» en el contexto de una Fiesta de Reyes similar a las que conocimos con anterioridad en este libro: procesiones, limosnas, reyes, estruendos, músicas, bailes, altares, luces, estandartes y, claro, tambores.

En algunos lugares todavía se celebra. Basta que algún vecino conserve la imagen del rey Negro, casi siempre vestido de rojo.

Cubanos y argentinos supieron distinguir al rey negro pero, más allá de nosotros, le reconocieron una santidad individualizada con respecto a los otros dos.

Quiero introducir una consideración que ensancha el horizonte simbólico de Melchor negro. Hoy día, un experimentado tallador y autor de un manual de talla para principiantes dice: “Existe gran variedad de posibilidades al pintar los mantos de los Reyes. Tienen que haberse pintado decenas de miles de Reyes Magos en Puerto Rico y todos tienen matices y tonalidades diferentes”.

El autor acompaña sus observaciones con numerosas ilustraciones pero -al igual que los investigadores que han atendido el asunto- no ve lo que tiene de su mirada: la variedad de colores de los ropajes de los Reyes Magos no puede ocultar una marcada preferencia por darle a Melchor vestimentas rojas, lo mismo que los devotos argentinos. Esta preferencia se nota, en mayor o menor grado, en todas las encuestas que he realizado en colecciones, muestras, ferias y publicaciones. Hay más. Entre las imágenes en que Melchor tiene ropas rojas, es muy frecuente que las combine con ropas blancas. Esto no es tan frecuente como el caballo blanco y la colocación en el medio pero se trata, otra vez, de una muy marcada tendencia a que se le pongan ropajes rojos y una tendencia menos marcada a que se acompañe el rojo con blanco.

Este asunto merece una indagación. El color rojo es uno que se asocia con la realeza y la monarquía – es común que se use en la vestimenta de los Tres Reyes- pero ésto no explica por qué Melchor lleva más ropa roja que los otros dos. El rojo es reconocido en muchas culturas como el color excepcional en la naturaleza y por eso llama mucho la atención y sobresale en el paisaje.

También se usa para hacer sobresalir lo que se quiere destacar: hacemos marcas, señales e luminaciones rojas para que atrapen la atención y obliguen a fijarse en lo señalado. Parece entonces que nuestros santeros querían señalar a Melchor y hacerlo foco de atención. En Puerto Rico, dicen que «al negro le gusta lo colorao» así que no es extraño que la tradición asocie a un personaje negro con ropas rojas: también se hace con las muñecas negras de trapo, las madamas que con tanta frecuencia visten de rojo y que, al igual que Melchor, tienen la capacidad de despertar cariño y preferencia entre mucha gente.

Por otro lado, al sentenciar que “al negro le gusta lo colorao» en un país donde «el que no tiene dinga tiene mandinga», podemos pensar hay una relación entre el componente negro de nuestra personalidad colectiva y su aportación al deseo general de llamar la atención, ser alborotoso, gustar de lo ardiente, preferir lo festivo y afirmar la vida -todo eso «al rojo vivo»- que caracteriza nuestra cultura popular.

Lo anterior no es suficiente. Hay que tener en cuenta que la protección de los Reyes Magos como santos incluía la tradición europea de defender al creyente de la hechicería, una necesidad también apremiante y presente entre los sectores negros y africanos de una población que seguía nutriéndose del tráfico esclavista y también entre la población general.

El catolicismo popular no era ajeno a la magia ni a la brujería. Dice Teodoro Vidal: “A la tela roja se le atribuye el mismo valor como ahuyentadora de los malos influjos, y de ahí que en el pasado era relativamente común ver a personas llevando un pañuelo o retazo colorado alrededor del cuello o en el bolsillo de modo que se viera claramente.

Esta práctica se extiende a las prendas de vestir, trajes infantiles y almohadas, además de colocar un pedazo de tela roja en un lugar muy visible de la casa. Vidal también apunta: “hemos visto cómo el Obispo de Puerto Rico, Fray Nicolás Ramos, en su carta de 1594 al Rey de España, le informó que a los esclavos sospechosos de brujería se les presentaban corales”.

Es posible que, por su color rojizo, se usaran en calidad de amuletos, como era tradicional hacer en España desde tiempos inmemoriales.

En Puerto Rico, la brujería se asocia más con los negros y los territorios de mucha población negra tienen fama de centros de brujería. Melchor, por ser negro, debe conocer bastante de eso y, por ser santo, debe saber cómo contrarrestarlo. El uso del rojo como protección contra la brujería asume la forma de prendas textiles en nuestra tradición. Las ropas que se le pintan a Melchor llevan el rojo con insistencia y así aumenta el poder protector de la imagen en la creencia colectiva, aunque no se percate el creyente particular que lo venera o el artesano tallador que lo pinta.

Dicho de otra manera, la utilidad espiritual de un Melchor vestido con rojo va más allá que la mera devoción católica: sirve para proteger de hechizos y brujerías. Al afirmar esto, no pretendemos encajonar a Melchor en funciones que pueden resultar ajenas a muchos devotos. En cambio, resaltamos la plasticidad de los Reyes Magos para adecuarse a diversas utilidades simbólicas y espirituales. Esta versatilidad ensancha los ámbitos de su pertinencia y le da mayor representatividad cultural.

Melchor vestido de rojo es como un rosario hecho de camándulas: al objeto católico se le añade un componente mágico y así aumenta su poder.

El rojo también es el color erótico por excelencia. El clero español nunca perdió la oportunidad de señalar y condenar la intensa propensión de la gente puertorriqueña – especialmente los de piel más oscura- a los «pecados de la carne». La tradición boricua de los Reyes Magos incluye la narrativa y representación artesanal de las Tres Marías, quienes participaron de encuentros eróticos con los Reyes en los tiempos del Nacimiento.

Además, los encuentros de la gente en festividades religiosas -promesas, vísperas de celebraciones litúrgicas, fiestas patronales- y diversiones seculares -juras de la monarquía, trullas, bailes de bomba- eran oportunidades ampliamente aprovechadas para entablar relaciones sexuales, especialmente porque siempre incluían el baile, «la diversión más apreciable para estos isleños», como dijo Fray Inigo Abad.

Los Reyes Magos con Melchor al centro representaban esa religiosidad popular impregnada de diversiones paganas. Parte importante del interés popular en los Velorios de Reyes era el encuentro de los sexos que la festividad facilitaba.

Un Melchor «vestido» de rojo y blanco va más allá. El lector debe considerar que en las culturas africanas no se perciben los colores según las teorías cromáticas occidentales de la descomposición de la luz. Estas culturas -que fueron tan influyentes en la nuestra- ven los mismos colores que ven los demás seres humanos pero los categorizan en sólo tres colores fundamentales: blanco, rojo y negro.

Todo color que se pueda reconocer es una manifestación de uno de estos tres. Existe un continuo que va del blanco al negro y el rojo es el centro. El uso de los colores en las vestimentas es muy importante porque cada prenda de vestir posee una efectividad propia que aumenta o disminuye la del usuario. La ropa es una reserva de fuerza que muestra la energía vital de la persona que la usa. Un ropaje blanco denota superioridad y glamor. El color blanco simboliza armonía y gozo y se asocia con los antepasados, el hogar y la abundancia.

Las vestimentas rojas son más raras y se reservan para los reyes. Simbolizan el centro y el cénit, el temperamento, la pasión, la justicia y la guerra. Todo ésto lo relaciona con el jefe-rey-guerrero. Las ropas negras son compulsorias para los que sufren tristeza o dolor. El negro simboliza lluvia, vegetación, agua, duda y trabajo.

De los tres, el rojo inspira más temor porque se asocia con el rayo, una interrupción inesperada de la comunicación entre lo celestial y lo terrenal. Más importante, el continuo del blanco al negro pasando por el rojo expresa la continuidad del ciclo vital mismo: las personas recién nacidas son simbólicamente blancas como arcilla recién moldeada, se tornan rojas con la juventud como arcilla cocida y con la madurez adquieren el pleno sentido del color negro de la piel.

La muerte se asocia con lo blanco porque es un reinicio del proceso de la vida que entonces evoluciona hacia lo negro que es la fertilidad.

El arribo forzoso de esclavos africanos les colocaba en un proceso de aculturación acelerada pero no les borraba por decreto su visión africana del mundo, especialmente en condiciones de descuido en el adoctrinamiento católico. Vale la pena preguntarnos qué asociaciones haría esa gente con un rey que sus antepasados de piel oscura en la Isla habían diseñado favoreciendo la vestimenta roja y blanca y la piel negra.

El personaje recogía la totalidad del simbolismo cromático africano del ciclo vital y la organización social. Consideremos también que la espiritualidad africana estaba abierta a reconocer sus deidades en las deidades de otra gente. Siempre que existieran visibles vínculos de semejanza que sugirieran identidad. Pensemos que, de todas las culturas africanas que llegaron al Nuevo Mundo, ninguna fue tan influyente como la Yoruba y que sus orichas eran reconocidos como temas o arquetipos comunes en otras culturas del África occidental.

¿Habrá alguna relación entre un rey negro vestido de rojo y blanco y montado sobre caballo blanco llamado Melchor, otro rey negro vestido de rojo y blanco y montado sobre caballo blanco llamado Changó y un guerrero español montado sobre caballo blanco llamado Santiago que en el vudú haitiano es Ogún?

En su investigación de la Fiesta de Santiago Apóstol en Loíza Aldea -en la que aparecen los afrocaribeños vejigantes enmascarados- Ricardo Alegría encontró pistas oscuras y sugerentes: entre las culturas africanas, representadas en Puerto Rico por los negros esclavos, la yoruba es la que parece haber dejado mayor influencia. En la religión yoruba se destacan Ogún, dios de la guerra, y Shangó, legendario rey que alcanzó la divinización, convirtiéndose en uno de los dioses más populares.

Shangó es para los negros yoruba el dios del rayo, del trueno y de la tempestad, así como poderoso y valiente guerrero. En la escultura yoruba frecuentemente se le representa como un guerrero a caballo. Estos atributos que los yoruba adjudican a Shangó son muy similares a los de Santiago Matamoros. Para los conquistadores españoles, Santiago no sólo era el Santo Guerrero que los protegía en la guerra, sino que también se le consideraba como el «Hijo del Trueno», y con poderes para hacer descender fuego del cielo y aniquilar a los infieles. La semejanza entre los atributos de las deidades es tal, que bien pudo haber sido ésta la causa por la cual la población negra de Loíza los fundiera…

Los Magos persas eran sacerdotes dedicados al culto del fuego y durante la Edad Media -ya transformados en los Tres Reyes de la Epifanía-brindaban protección contra las tempestades. En Loíza, el «Hijo del Trueno» se multiplica en Tres Santiagos. En Puerto Rico no se desarrolló una religión de los orichas Yorubas pero eso no significa que fueran desconocidos entre nuestros antepasados negros. Esas «cosas de negros» nunca fueron muy importantes para los cronistas. Hay mucho que quedó oculto en el desprecio a «las muchas boberías» que manifestaban los negros en sus espiritualidades.

Foto/Prensa sin censura (Colección JaimeTorresTorres)

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