La autora publicó este artículo originalmente en su trabajo de grado en creación periodística titulado “La cobertura de los desastres naturales y sus efectos en la salud mental de periodistas en Puerto Rico”. Puede leer su investigación completa aquí.
Por Norihelys Ramos Rodríguez
Para Prensa sin censura
La primera vez que comprendí que mi desgaste y ansiedad estaban relacionados al periodismo fue, en 2020, cuando escuché los testimonios de Mar Cabra y Aldara Martitegui, creadoras de la fundación The Self Investigation. Ellas ofrecían un curso virtual de gestión de estrés para periodistas en el contexto de la pandemia y hablaban sobre cómo el trabajo tiene un impacto en la salud física y emocional.
Recuerdo que Mar dijo: “Eres tan importante como tu trabajo. No podemos hacer periodismo de calidad, si no estamos saludables”. Sus palabras fueron como una revelación.
En agosto de 2022, después de dos años de cuidar mi bienestar, regresé virtualmente a culminar mi tesis de maestría en la Universidad de los Andes en Bogotá, Colombia. Aunque no tenía un enfoque en específico, quería investigar sobre la salud mental de periodistas en el Caribe Insular.
En las primeras búsquedas de información, encontré que la cobertura de eventos traumáticos, como las guerras y catástrofes, podían ocasionar el desarrollo de trastornos de ansiedad, depresión, estrés postraumático o trauma vicario. Ese semestre, pasó el huracán Fiona y decidí concentrarme en la cobertura de los desastres naturales y los efectos en la salud mental de los periodistas en Puerto Rico.
Me comuniqué con universidades, gremios periodísticos y asociaciones de psicología y psiquiatría. Les conté que buscaba testimonios y estudios locales. La mayoría respondió que no recordaba ningún artículo o alguna persona que hubiera investigado o estuviera investigando el tema. Sin embargo, encontré dos actividades importantes.
El capítulo de Puerto Rico de la Asociación Nacional de Periodistas Hispanos había ofrecido el evento “Salud mental y periodistas: Manejo de trauma y estrés por cobertura de desastres naturales”. Además, la Asociación de Periodistas de Puerto Rico, el Overseas Press Club y el Hospital San Juan Capestrano habían realizado un taller sobre CPR Emocional para profesionales de la comunicación.
Con estos datos, fui construyendo una lista de fuentes expertas y conecté con colegas interesados en contar sus experiencias. El objetivo era conocer los efectos a nivel emocional y psicológico para, entonces, hacer una selección y realizar entrevistas a profundidad. Estuvieron disponibles cinco periodistas y un director de noticias. Otros cuatro periodistas y dos editoras mostraron interés, pero después cancelaron su participación o no respondieron mis mensajes y llamadas.
Recordar mi propia experiencia
Las entrevistas duraron cerca de una hora y media. Sus declaraciones nunca las habían compartido con alguien más, en la mayoría de los casos. Me sentí privilegiada al escucharles. Igualmente, acompañada y validada porque recordé mi propia experiencia cubriendo el huracán María, cuando era reportera en el Departamento de Noticias de Radio Universidad de Puerto Rico.
En aquel momento, visité comunidades fuera del área metropolitana y produje crónicas y reportajes de interés humano. Hubo una cobertura, en particular, que me destrozó emocionalmente y me hizo repensar el valor de nuestro oficio.
Fue una entrevista que realicé, en octubre de 2017, en un recorrido por el municipio de Comerío. Hablé con Pedro, un hombre de 44 años y con su madre Ana María, una mujer de 65 años. Su historia fue conmovedora porque, durante el huracán, el Río La Plata se desbordó y él arriesgó su vida para rescatar a ocho personas y dos mascotas. Perdió su carro, el techo de su casa y todas sus pertenencias, y la casa de su madre se inundó y se enfangó a más de 5 pies de altura.
En la conversación, ambos lloraron y yo sentí mucha tristeza. Me aguanté las lágrimas y no sabía si podía abrazarles. Al terminar la cobertura, me fui de la casa y llegué, a la mía, a llorar. Sabía que mi reportaje no era suficiente para resolver la situación, estaba agotada y no quería seguir escuchando los testimonios de la gente.
Al siguiente día, hablé con el director de noticias Javier Villa. Le conté sobre esa historia y sobre mi estado emocional. Le dije: “Necesito un break” y, afortunadamente, él estuvo de acuerdo. Hoy, le agradezco por su comprensión y apoyo. Además, reconozco que fui una joven periodista muy valiente, que expresó sus emociones, puso límites y pidió ayuda.
Juzgar a mis fuentes
Al terminar las entrevistas de los colegas, me resistí a la dirección que tomaba la historia de mi tesis porque quería demostrar que los periodistas se cuidaban. Pero, en realidad, la mayoría no había ido a terapia, se había autodiagnosticado o no reconocía el impacto en la salud mental.
En una reunión con mi directora de tesis Charlotte de Beauvoir, caí en cuenta que estaba cometiendo el error de juzgar a mis fuentes. Esa reflexión fue importante porque me permitió crear una estructura del texto basada en la compasión y el respeto.
Aprender a cuidar mi salud mental
En 2018, llegué a Bogotá y mi plan era culminar la maestría en dos años. Pero, en mi último semestre, tomé una pausa y regresé a casa porque estaba sufriendo un desgaste físico y emocional, y síntomas de ansiedad. En aquel momento, no podía llamarlo de esa manera. No sabía qué me pasaba y sentía mucha vergüenza. Hoy, después de tres años, pienso que mi mayor aprendizaje en la maestría no fue cómo hacer periodismo, sino cómo enfrentar los retos de la vida.
Tanto la maestría como el trabajo de grado me enseñaron a cuidarme y a priorizar mi salud mental. El año académico fue una oportunidad para seguir conociendo las manifestaciones de mi ansiedad y aplicar las estrategias aprendidas en terapia psicológica.
En varias ocasiones, experimenté pensamientos intrusivos. Mi cabeza repitió como mantra: ‘vas a fracasar’, ‘lo harás mal’, ‘no lo lograrás’. Dudé de mis capacidades. Me bloqueé. Sufrí ataques de ansiedad y crisis de llanto. Fueron situaciones muy dolorosas, pero de mucho crecimiento porque pude validar las emociones y recuperar mi bienestar.
Recuerdo que en una reunión con Charlotte, yo estaba hablando muy rápido. Estaba nerviosa y tenía mucho estrés porque debía cambiar el formato de la pieza periodística. La profesora me interrumpió con estas palabras: “no entiendo lo que estás diciendo, respira”.
Ese momento, lo valoro muchísimo porque me recordó que debo respirar, tomar una pausa y continuar. Esta anécdota la compartí en terapia y, desde entonces, tengo como tarea sacar dos minutos diarios para respirar conscientemente y preguntarme: cómo estoy, qué me preocupa y qué puedo hacer para solucionarlo. El propósito es acostumbrarme a respirar, a centrarme en el presente y a eliminar pensamientos irracionales.
La salud mental de periodistas es mi nuevo tema favorito. Descubrí que me interesa especializarme en el bienestar y el autocuidado de los periodistas. Pues, le apuesto a un presente y futuro donde podamos ejercer el oficio cuidándonos. En 2023, me despido de la maestría con un gran aprendizaje: primero somos personas y segundo somos periodistas.

