Rhina M. Jiménez M.S.
Luego de la creación de las redes sociales y el fácil acceso a la información por medio del internet, muchos individuos sienten el deseo incontrolable de expresar sus opiniones a la mayor cantidad de personas posibles.
Son muchos los que tienen algo que decir y por alguna razón, sienten la necesidad de que otros los escuchen o los lean. Son incapaces de evitar, comentar u opinar algo respecto a temas o situaciones que probablemente ni siquiera les afectan.
Quizás encuentren cierto placer en tener un foro abarcador y con pocas restricciones, donde puedan expresarse casi sin tener que enfrentar las consecuencias de compartir su “humilde opinión”. Sin embargo, hay personas conscientes de que las opiniones de los demás no les afectan y poco les importan. Curiosamente, cuando se lo expresan a quienes orgullosa e intransigentemente dan su opinión, éstos resultan ofendidos.
¿Por qué ha de ofenderse un individuo cuando otros no aceptan su opinión?
Para contestarnos esta pregunta debemos entender primero en que consiste una opinión. Por definición, una opinión es un punto de vista o un juicio que se pasa acerca de algo o de alguien, el cual no está fundamentado con hechos. Las opiniones tienen ciertas características: nunca contienen la verdad sobre el tema, podrían ser acertadas o no, generan polémicas o discusiones y no son objetivas. Usualmente quien opina, debe tener un conocimiento general sobre el tema para poder sustentar sus argumentos de manera que sean verificables y pueda brindar ejemplos concretos.
Sin embargo, cuando se da una opinión personal, la misma tiene un contenido demasiado subjetivo y no representa de ninguna manera la verdad absoluta. Tampoco deben considerarse como fuente de conocimiento o información correcta. Las opiniones personales dependen mayormente de las creencias, prejuicios, emociones, filosofía de vida y trasfondo sociocultural del individuo que las da.
Hoy día, principalmente en las plataformas de redes sociales, la libertad de opinión de los individuos permite establecer criterios propios que podrían tener cierto nivel de influencia sobre la sociedad en general. De ahí el origen de los llamados “influencers”, individuos que tienen seguidores quienes valoran irracionalmente sus opiniones o recomendaciones sobre temas de los que aparentan ser especialistas. Por lo tanto, podría darse el caso de que muchos individuos que expresan sus opiniones en las redes sociales busquen cierta gratificación instantánea en tratar de influenciar a otros con sus puntos de vista.
Quizás esa sea una de las razones por las cuales les resulta muy difícil aceptar que otros no les presten atención o invaliden su opinión. Aparentemente, hay individuos que se toman su participación en las redes sociales muy en serio y pretenden ser portadores de la verdad. De manera que puedan ejercer influencia sobre otros y sentir que hacen aportaciones importantísimas.
Por lo tanto, cuando alguien rechaza su opinión, los reta o los confronta con los hechos, se ofenden y atacan sin piedad. Dependiendo del nivel de popularidad o alcance del individuo, puede recurrir a la censura o a la cancelación de otras personas simplemente por no estar de acuerdo con sus opiniones.
Todo el mundo tiene el derecho de opinar sobre lo que quiera, pero eso no significa que esté en lo correcto. El poder opinar no significa que tenemos que convencer a otros para que piensen igual, mucho menos pretender cancelar o callar a otros que opinen diferente. Muchas veces vemos situaciones como ésta en las redes sociales: una persona escribe su opinión sobre algo, otro individuo la refuta diciendo que está mal y expone su opinión, la cual cree que es la verdad absoluta sobre el tema. La persona que opinó tiene dos opciones: seguir argumentando a su favor o ignorar al individuo.
Usualmente, ambos van a estar discutiendo largo y tendido sobre quién tiene la razón. Sin embargo, existen otras opciones para salir de ese ciclo de “toma y dame”. Muchos lo ven como una alternativa antipática, pero se puede establecer claramente que, aunque respetamos las opiniones personales de otros, no estamos obligados a aceptarlas.
De igual forma, podemos establecer que todos tenemos la opción de no comentar o no leer lo que no nos guste o no estemos de acuerdo. Curiosamente, cuando uno confronta al individuo con esas alternativas, le resulta cognitivamente disonante. El individuo está acostumbrado a que, si no aceptan su opinión, seguir discutiendo llevando la contraria. Sin embargo, queda confundido cuando la otra persona le expresa que simplemente no le interesa refutarlo y hasta le invita a que no pierda el tiempo leyendo o comentando ya que sería una acción fútil.
Cuando hablamos sobre opiniones, nadie va a tener la razón o la verdad absoluta, debido a la naturaleza de lo que representa una opinión. Lo que opine un individuo sobre el tema que sea se puede respetar, pero nadie está obligado a aceptarlo como cierto. La opinión de un individuo habla exclusivamente sobre su persona, nada tiene que ver con otros individuos. Todos tenemos derecho de expresar nuestro sentir y de igual forma, todos tenemos derecho a no invertir tiempo o energía en discusiones que no van a llegar a ningún lado. Si a usted no le gusta lo que otros escriben o dicen, no los lea o escuche; sea libre. Su opinión solo es valiosa para usted y para quienes piensen igual que usted. Para el resto de las personas, su opinión es irrelevante e inconsecuente.

