Por Roberto Torres Collazo
“La era del calentamiento global ha terminado, empieza la era de la ebullición. El aire es irrespirable, el calor insoportable y el nível de los benefícios de los combustibles fósiles y la inacción climática es inaceptable”.
Así de fuerte se ha expresado el Secretario general de la Organización de las Naciones Unidas António Guterres debido a los erráticos y tan frecuentes fenómenos climáticos.
La mayoría de las y los científicos climáticos están de acuerdo que el cambio climático es una actividad derivada del ser humano. Y organizaciones como La Asociación Estadounidense Para El Avance de la Ciencia, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, compuesto por 195 gobiernos, la Organización de las Naciones Unidas, la NASA, la Agencia Internacional de Energía, el Banco Mundial, nos alertan del hecho climático y sus desastrosas consecuencias que estamos observando. El debate del cambio climático terminó. Ver “Esto lo cambia todo” por la destacada periodista e investigadora canadiense Naomi Klein.
¿Tiene la fe algo que decirnos sobre el cambio climático?. En el mito de la creación de la tradición yahvista judeocristiana del Génesis 2,15 nos dice que Dios creó el ser humano para que labre la tierra y la cuidara. No para que la agrediera y usara sus recursos como si fueran infinitos. En el budismo se nos enseña a reverenciar la naturaleza y el universo. El hinduísmo que no hagamos daño a la naturaleza. El Islam expresa que lo que hay en el cielo y la tierra adora al Señor.
Los ataques contra la creación de Dios es también un ataque contra la vida no humana y humana. En Brasil, la extracción legal e ilegal del oro en los ríos de las Amazonas golpea con hambre y enfermedades las naciones indígenas como los Yanomani. El colbato, un mineral muy codiciado y escaso, es la materia prima para la fabricación de celulares, computadoras, smartphones, ordenadores portátiles…
En el Congo se somete a la esclavitud laboral 40,000 niñas y niños androjosos, bajo lluvia y calorosos días, desnutridos, descalzos, sucios y cargando pesados faldos de colbato de acuerdo a UNICEF (2014). Las guerras contaminan y dañan severamente los ecosistemas y el ambiente, ver “The war and environment” editado por Gar Smith. Los ataques y uso irracional es producto en gran parte del sistema económico vigente mundial como nos recuerda el papa Francisco, “El Señor del cielo y de la tierra, cuida de nuestro planeta, tan a menudo explotado por la codicia y la rapacidad”, ver su encíclica “Laudato Si”.
Somos una serie de relaciones entretejidas: la naturaleza, el ambiente, la tierra, los animales, el universo y el ser humano como acertadamente indica el eminente ecoteólogo brasileño Leonardo Boff. También todos y todas somos en alguna medida responsables del cambio climático, sin embargo los mayores responsables son las corporaciones-multinacionales y las naciones ricas, quienes más extraen petróleo, carbón, madera, gas, colbato, oro… cuyo objetivo principal son las ganancias y el lucro. No se puede destruir descontroladamente la tierra, la naturaleza y la biodiversidad para engrosar las bolsas de los súper ricos y millonarios. Por encima de las ganancias está la Vida (con mayúscula).
La Tierra tiene vida, ver James Lovelock, padre de la teoría Gaia, en “La venganza de la Tierra”. Los animales, los insectos, los árboles, las plantas la tierra tienen vida porque su creador Dios es el Dios de la Vida humana y no humana. Lo que le hagamos a la naturaleza nos lo hacemos a nosotros mismos. Recordemos que la naturaleza no depende de nosotros, nosotros sí dependemos de ella. Somos parte de ella y ella parte de nosotros y nosotras.
Se hace imperativo que los pueblos se organicen para exigir a los gobiernos y corporaciones-multinacionales proteger los derechos de la Madre Tierra y tomar medidas urgentes radicales hacia energías verdes renovables y sostenibles. ¡Cuidado no toda propaganda comercial que se presenta “verde” es confiable..!
Además se necesita crear o fortalecer leyes con mecanismos que garantizen la aplicación de las mismas. Colectivamente debemos, más allá de ideologías y religión, defender la naturaleza, presionar a las cumbres que se reúnen a discutir el cambio climático como la que tendrá lugar en septiembre del 17 al 24 en Nueva York para exigir menos palabras y más acción. Hay que revalorizar y aprender a convivir en armonía con la Madre Tierra. En los efectos del cambio climático se nos va la vida en el presente y la de nuestros hijos, nietas, adolescentes y hermanitas en el futuro.

