Por Carlos Montalvo-Mont
Arbolista Paisajista
Las lluvias intensas y persistentes de estos días, saturan el suelo con agua en perjuicio para los árboles, ya que un exceso de agua dificulta la capacidad de las raíces para obtener oxígeno.
Además, la saturación prolongada puede llevar a la pudrición de las raíces y al deterioro general de la salud del árbol.
Provocan la erosión del suelo alrededor de las raíces de los árboles debilitando su anclaje, el agua es absorbida por las raíces y transportada hacia las hojas, donde se utiliza en los procesos de fotosíntesis y transpiración.
La lluvia lleva consigo nutrientes disueltos en el suelo, los cuales son absorbidos por las raíces de los árboles.
La lluvia ayuda a limpiar las hojas y el follaje de los árboles, eliminando el polvo y otros contaminantes que podrían obstruir los poros de las hojas y dificultar la fotosíntesis.
La humedad causada por las lluvias constantes puede crear un ambiente propicio para el desarrollo de enfermedades fúngicas en los árboles. Estas enfermedades pueden debilitar el árbol y hacerlo más propenso a caerse durante eventos climáticos adversos.
Los vientos intensos ejercen una gran presión sobre el follaje y las ramas de un árbol. Si el árbol está debilitado debido a enfermedades, daños estructurales o sistemas de raíces poco desarrollados, es más probable que se caiga o se rompa bajo la fuerza del viento.
Los árboles con ramas dañadas, troncos huecos o estructuras debilitadas son más susceptibles a la caída durante condiciones climáticas adversas. La lluvia y los vientos pueden exacerbar estos problemas estructurales y aumentar el riesgo de que el árbol se caiga.
Mantener un buen drenaje del suelo, realizar podas adecuadas y realizar inspecciones regulares pueden ayudar a minimizar los riesgos y mantener la salud de los árboles.
La lluvia ayuda a eliminar toxinas y contaminantes atmosféricos depositados en las hojas de los árboles. Esto puede mejorar la capacidad de las hojas para realizar la fotosíntesis y mantener la salud general del árbol.
Las lluvias pueden causar la compactación del suelo alrededor de las raíces de los árboles. La compactación reduce la porosidad del suelo y dificulta el intercambio de aire y agua, lo que puede afectar negativamente la salud de las raíces y el crecimiento de los árboles.
Los arboles tienen estructuras débiles, como troncos huecos o ramas muertas, son más propensos a caerse durante vientos fuertes y lluvias intensas. Estos problemas estructurales debilitan la integridad del árbol y aumentan el riesgo de rotura o caída. Si el suelo está saturado de agua debido a lluvias persistentes, las raíces pueden perder su estabilidad y anclaje. Esto aumenta la posibilidad de que el árbol se incline o se caiga durante vientos fuertes, ya que las raíces no pueden mantenerlo firmemente en su lugar.
Los árboles con copas grandes y densas ofrecen mayor resistencia al viento, lo que los hace más susceptibles a sufrir daños o caerse durante tormentas fuertes. Además, las ramas más grandes y pesadas están más expuestas al viento y pueden romperse más fácilmente.
Es importante tener en cuenta que la caída de un árbol no siempre está relacionada únicamente con los vientos y las lluvias. Otros factores, como la salud general del árbol, la calidad del suelo y la presencia de plagas o enfermedades, también pueden influir en su estabilidad.
Mantener un monitoreo regular de los árboles y tomar las medidas adecuadas para su cuidado y mantenimiento puede ayudar a reducir los riesgos y promover su supervivencia a largo plazo.

