Sacan la cara por los marginados del Puerto Rico de hoy

JAIME TORRES TORRES

Periodista y Editor

PRENSA SIN CENSURA

“LA INQUIETUD de dar de comer a las personas sin hogar surge hace 8 años después de una promesa al Señor por las muchas bendiciones que he recibido”, dijo la joven Emely Pérez luego de confundirse en un fuerte abrazo con una mujer sin techo que tras recibir su almuerzo le agradeció su generosidad.

El reloj marcaba las 12 del mediodía y el calor en la cancha abandonada en la Calle López Sicardó, a pasos de su intercesión con la Avenida Barbosa en Río Piedras era insoportable.

En medio de la extenuante temperatura, una comunidad anónima salió de la sombra del pastizal y de debajo del puente para recibir un plato de comida caliente y un refresco.

Muchachas embarazadas, ancianos y jóvenes, algunos de nacionalidad dominicana, con demasiado en común, como la enfermedad, la falta de techo y la marginación, saciaron su hambre con un plato de arroz guisado, pechugas de pollo en salsa blanca y ensalada de coditos.

ES LA otra cara de San Juan. La mueca de la miseria. El rostro de la pobreza. Son parte de los descartados del Puerto Rico del Siglo XXI, en tiempos neoliberales en que manda una Junta de Supervisión Fiscal federal.

Son parte de los descartados del Puerto Rico del Siglo XXI, en tiempos neoliberales en que manda una Junta de Supervisión Fiscal federal.

Son víctimas de una gentrificación ética; de un desplazamiento moral. Es la tragedia de la ausencia de política pública a favor de los indigentes del San Juan de Miguel Romero.

Allí llegó hoy esta humilde Familia de Río Grande con la misión de la solidaridad.

“Esta es una promesa. Estamos alimentando vidas”, reiteró Emely, quien prepara los alimentos con la ayuda de su tía Vilma, usando su dinero.

“Hay mucha necesidad en este mundo. Mucha gente no la ve, pero hay mucha necesidad en la calle. Tenemos que ayudar porque a veces hasta puede ser de la familia de uno mismo”.

Emely, Vilma, Héctor Fernández y Cruz Antonio Pérez son una familia que tres veces al año ofrece de comer a los pobres de Puerto Rico.

LO REPITEN en verano, en octubre y previo a la Navidad, época oportuna para que Cruz Antonio, quien es parte de la Asociación de Pescadores Comerciales de Río Grande, se vista de Santi Clo.

“Hago esto desde hace tres años. Le pedí a mi Dios que me concediera ayudar a los deambulantes. El dinero sale de nuestros bolsillos”, sostuvo Vilma Pérez.

La comunidad sin techo devoró los alimentos. Tanto Emely como Vilma cocinan bien. Son expertas en la combinación de condimentos.

El secreto de la ricura de la comida que sirven es posible a un ingrediente muy especial: el Amor.

“En verdad mi corazón se siente orgulloso y alegre. Es como si fueran mis hijos. Así es como yo los siento: como si fueran mis hijos. Seguiremos hacia adelante ayudándolos con la Fe en Dios”, señaló Vilma.

Hoy, en las inmediaciones de la Calle López Sicardó, Emely, Cruz Antonio, Vilma y Héctor encarnaron el Evangelio: “Porque tuve hambre y me diste de comer”. (Mateo 25).

Atender el abandono de seres humanos en San Juan no es solo una asignatura pendiente del alcalde Miguel Romero, sino de los secretarios de agencias como el Departamento de Salud, Familia, Vivienda y la Administración de Servicios de Salud Mental y contra la Adicción (AMSCA).

PUDIERAN HACER la diferencia, pero ante su inacción, familias como la de Emely y Cruz Antonio Pérez sacan la cara por los olvidados del Puerto Rico de hoy.

De izquierda a derecha, Vilma, Emely y Cruz Antonio Pérez junto al pescador Héctor Fernández. Foto/Prensa sin censura

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